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¿Se puede medir la inteligencia?

Los test de coeficiente intelectual están cargados de sesgos del mundo occidental y pasan por alto cualidades que son claves en otras culturas. Aun así, sabemos que podemos subir nuestro CI con más educación.

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Imagen de archivo de una resonancia magnética. — Pexels

¿Quién es más inteligente: el científico que comprende los secretos del genoma en una prestigiosa universidad o el cazador de una tribu amazónica? En palabras de Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología del Instituto de Neurociencia en la Universidad Autónoma de Barcelona, "no estamos ante una variable o una capacidad objetiva como puede ser la altura o el color de los ojos. Es una variable subjetiva que depende del criterio del observador y podría entenderse como la capacidad de un ser vivo de adaptarse a los cambios que hay en el ambiente".

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Por eso, reducir su medida a los resultados de un test de coeficiente intelectual (CI) es, cuando menos, poco inteligente. Sobre todo porque son pruebas que están diseñadas tomando como punto de partida experimentos realizados en el seno de las sociedades WEIRD –siglas de Western, Educated, Industrialized, Rich, Democratic, es decir, occidentales, con alto acceso a la educación, industrializadas, ricas y democráticas–.

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Curioso, porque, a pesar de que los países WEIRD componen menos del 20% del planeta, se estima que dan lugar a más del 95% de los datos en estudios. Más concretamente, cerca del 65% de los datos provienen de muestras norteamericanas.

Hay muchos perfiles de gente inteligente

La clave no está en el número de neuronas, sino en lo óptimas que sean sus conexiones

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Por eso, quizá, para entender lo que significa la inteligencia, deberíamos mirar un poco más allá del CI. Cada cultura valora distintos aspectos de la cognición humana de distinta forma.

Como señala Mara Dierssen, neurobióloga e investigadora del Centro de Regulación Genómica de Barcelona, "una definición global sería muy poco precisa, porque incorpora distintas habilidades que se pueden desarrollar de forma distinta en las personas: la capacidad de abstracción, de memorizar, de aprender, de adaptarse, de sintetizar ideas, etc... Son muy diferentes los dominios cognitivos que la componen".

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En opinión de esta experta, hay muchos perfiles de gente inteligente. Es una cualidad que "no se puede explicar analizando propiedades de los elementos individuales que forman parte del sistema. Igual que una ola perfecta de espectadores levantando los brazos en un partido de fútbol no se puede definir analizando el número de personas, el color de su jersey, su altura, etc. Una buena ola depende de lo bien coordinados que estén todos esos factores", señala.

De hecho, aquí podría estar la clave. No en el número de neuronas, sino en lo óptimas que sean las conexiones entre ellas. Es, de acuerdo con Dierssen, lo que diferencia a las personas que destacan por un talento sobresaliente: tienen un patrón de conectividad entre las distintas áreas cerebrales mucho más activo que la media de la población.

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¿Nace o se hace?

¿Se puede cultivar la inteligencia? Según nos explica Morgado, "un 35-40% de las capacidades cognitivas vienen determinadas por los genes. El resto depende de los maestros, la familia, la experiencia, la alimentación, el barrio donde has vivido...". Lo más probable es que si Mozart no hubiera nacido en una familia de músicos, rodeado de instrumentos musicales, nunca habría sido un compositor famoso.

Como no podemos cambiar nuestra herencia genética, entonces, podemos centrarnos en moldear el ambiente. ¿Cómo? Hábitos sanos, descanso... ¡Y estudiar! Trabajos como el liderado por Stuart J. Ritchie y Elliot M. Tucker-Drob, publicado en Psychological Science, sugieren que "el número de años que una persona pasa en el sistema educativo impacta de manera incontestable en su nivel intelectual", escriben los autores.

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Tras analizar una muestra de más de medio millón de participantes, estos investigadores concluyeron que cada año adicional de educación supone una ganancia de entre uno y cinco puntos estandarizados de CI. Al mismo tiempo, cada vez más neurocientíficos advierten sobre la necesidad de cambiar el paradigma educativo "para crear ciudadanos con capacidad crítica", defiende Dierssen.

España, ligeramente por debajo de la media

A pesar de sus fallos, la prueba del CI es, por ahora, la única que tenemos. Si el resultado nos da 100 puntos, estaremos justo en la media. Es la cifra en torno a la cual baila la mayoría: dos tercios de la población mundial tiene un CI ente 85 y 115 puntos, según un estudio de 2019 realizado por el psicólogo experto en inteligencia Richard Lynn, del Ulster Institute for Social Research. Los más listos –por encima de 130– y los menos –por debajo de 70– componen una minoría: solo el 2% de la población en cada extremo.

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Lynn midió el promedio de coeficiente intelectual en 132 países. Japón estaba en cabeza, con 106.48 de media. España está en el puesto 34, con un 95, cinco puntos por debajo de la media global. Y ya sabemos cómo podría subirse esa cifra: con más y mejor educación.

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