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La lucidez del enfermo

Un análisis del rendimiento académico de 700.000 jóvenes confirma la relación entre genialidad y patología mental

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Sacaría Virginia Woolf buenas notas en su escuela? ¿Llevaría Winston Churchill a casa una cartilla repleta de sobresalientes y matrículas de honor? ¿Sería Tom Waits el típico empollón al que le molestaba que sus compañeros hablaran en clase en lugar de atender al profesor? Aunque es difícil comprobarlo, las respuestas son, probablemente, afirmativas. Los tres comparten la fortuna de ser unos genios en sus respectivas disciplinas, pero tienen en común otra característica mucho menos deseable: padecen o padecieron trastorno bipolar, una grave enfermedad mental que afecta al 0,8% de la población de los países desarrollados y que, hasta la fecha, no tiene cura.

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Un estudio publicado en The British Journal of Psychiatry afirma ahora que los individuos con un excelente rendimiento escolar a los 16 años tienen casi cuatro veces más riesgo de desarrollar un trastorno bipolar en la edad adulta. Y lo hace con un diseño impecable, que no deja lugar a dudas sobre esta asociación. El equipo dirigido por el investigador del Instituto de Psiquiatría de Londres James H. MacCabe analizó las calificaciones del último año de enseñanza secundaria obligatoria (que corresponde a los 15 o 16 años de edad) de todos los estudiantes suecos que lo habían cursado entre 1988 y 1997.

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A continuación, comparó los resultados con el registro de personas admitidas en hospitales con un diagnóstico de psicosis entre los 17 y los 31 años, y comparó ambas variables en busca de una asociación.

En total, MacCabe estudió el rendimiento académico de 907.011 adolescentes, pero descartó a aquellos hijos de padres extranjeros (para evitar que el estatus de inmigrante influyera en el resultado), a los que desarrollaron un trastorno mental antes de examinarse ese año, a los que emigraron o murieron en el periodo de seguimiento (que se prolongó hasta el 31 de diciembre de 2003) y a los diagnosticados con otra enfermedad mental distinta al trastorno bipolar.

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Prescribir un tratamiento no tiene por qué cercenar la creatividad del enfermo

Para conocer la salud mental del elevado número de participantes en el estudio, los autores recurrieron a otro de los bien documentados archivos documentales del país nórdico, el Registro de Altas Hospitalario, que recoge todas las hospitalizaciones psiquiátricas ocurridas en Suecia desde 1973.

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En total, identificaron a 280 individuos con trastorno bipolar, a los que se había diagnosticado la dolencia con una media de 20,79 años. Al estudiar sus calificaciones académicas en el curso escogido, los autores observaron que el sacar buenas notas era un factor de riesgo para desarrollar el trastorno.

Esta conclusión no debe, sin embargo, verse como algo alarmante. Como explicó a este diario MacCabe, es importante resaltar que "la gran mayoría de estudiantes que rinde bien en el colegio no desarrolla trastorno bipolar".

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En la misma línea se explica el director del Programa de Trastorno Bipolar del hospital Clínic de Barcelona, Eduard Vieta, que cree que "los padres no se han de preocupar" por los resultados de este estudio. Eso sí, advierte, si un estudiante excelente experimenta cambios de humor y alterna periodos depresivos con otros de euforia, el diagnóstico puede ser una posibilidad. "Tiene que haber manifestación patológica", subraya este especialista.

Vieta hace hincapié en la importante carga genética del trastorno bipolar y en cómo algunos de los genes asociados a la enfermedad están también ligados a cualidades muy positivas, como la creatividad, el mayor liderazgo y el aumento de habilidades cognitivas.

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Por esta razón, existe un elevado número de personajes conocidos que tienen en común la bipolaridad. En España, uno de los casos más relevantes, prosigue Vieta, es el del poeta José Agustín Goytisolo, quien dedicó un poema al tratamiento que cambió el curso de su enfermedad. Pero Vieta afirma que el caso del poeta catalán no es, ni mucho menos, el único ejemplo nacional. "Hay compositores, artistas, directores de cine... Muchos que no se pueden decir. Algunos son pacientes míos", subraya.

Pero, ¿hasta qué punto poner en tratamiento a estos pacientes geniales es un modo de cercenar esa genialidad? Para el autor del estudio, "es probable que esto suceda en algunas ocasiones, pero negar la terapia a estas personas sería absolutamente inmoral". Vieta es mucho más optimista al respecto, aunque reconoce que, si no se acierta en el tratamiento prescrito, el paciente "puede perder el brillo". Sin embargo, la experiencia de este especialista, miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría, es bien distinta.

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"La gran mayoría de estudiantes que rinde bien no desarrolla trastorno bipolar"

"Muchos de mis pacientes más creativos pueden rendir ahora de forma más constante", comenta. Tal y como explica este psiquiatra, tradicionalmente, las personas afectadas por trastorno bipolar rendían sólo en las fases de euforia. Lo que se persigue con el tratamiento es que no existan dichas diferencias emocionales y que el estado de ánimo se estabilice.

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Aunque ni Virginia Woolf ni Abraham Lincoln (por citar sólo a dos célebres bipolares) pudieron beneficiarse de las terapias farmacológicas para controlar la enfermedad, la realidad es que la estrella de estos tratamientos es un medicamento que ya ha cumplido 60 años, las sales de litio. Vieta señala que, en muchos casos, "sigue siendo imprescindible", pero que en la última década se han comercializado "más de siete fármacos" que complementan su acción, "muchos de ellos, desarrollados con participación española".

La relación entre genialidad y enfermedad mental no es nueva, si bien este estudio lo documenta por primera vez. De hecho, Séneca recogió en su De tranquilitate animi una famosa reflexión aristotélica al respecto: no hay gran fuerza imaginativa sin mezcla de locura. Pero si hay alguna película que lo ha reflejado con éxito en la última década es Una mente maravillosa, en la que se narra la historia de John Nash, el matemático enfermo de esquizofrenia que acabó obteniendo el Nobel en su especialidad. Sin embargo, el estudio de MacCabe rechaza la asociación entre el buen rendimiento académico y la esquizofrenia. "Más bien, observamos lo opuesto". El caso de Nash es una excepción en una enfermedad que, desgraciadamente, incapacita a sus afectados para trabajar. "Los trabajos que llevaron al Nobel a Nash, al que tuve la oportunidad de conocer, los hizo en su mayoría antes de que le atacara la enfermedad", resume Vieta.

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La mayor utilidad práctica del trabajo de The British Journal of Psychiatry es, según el investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red en Salud Mental (CIBERSAM) Julio Bobes, su aplicación en un diagnóstico más precoz de las enfermedades mentales graves. "Tiene interés para sensibilizar a los especialistas en pediatría y psiquiatría infantil", apunta. Los cambios de ánimo típicos de la adolescencia pueden esconder este tipo de trastornos que, en muchos casos, se diagnostican "cuando ya han dado muchas manifestaciones y gran discapacidad".

Otras enfermedades como la esquizofrenia no han demostrado el mismo tipo de nexo

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"La identificación precoz del trastorno bipolar conlleva una mejor evolución y un menor impacto de la enfermedad en la calidad de vida", reseña Bobes. Este especialista huye de la identificación entre genio y enfermo mental. En primer lugar, recuerda que el porcentaje de genios "es muy bajo" y, en segundo, afirma tajante que "la enfermedad no produce genialidad", aunque puede que "no impacte sustancialmente en esta".

Aunque el principal hallazgo del trabajo británico es la asociación entre las buenas calificaciones y el trastorno bipolar, los investigadores descubrieron que el siguiente sector más afectado se encontraba entre los pupilos con peores calificaciones, lo que puede deberse "a un mayor predominio de episodios depresivos" en estos estudiantes, lo que influiría en un peor desarrollo cognitivo.

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Se pone así de manifiesto la difusa frontera entre los distintos trastornos mentales, que ha llevado a muchos bipolares a recibir sólo tratamiento para la depresión. En este sentido, Bobes cree que el futuro estará representado por la neuroimagen que, en la próxima década, ayudará al diagnóstico diferencial. "El problema reside en que las zonas de afectación de la corteza cerebral son a veces coincidentes, como lo son los síntomas", apunta el especialista. "Antiguamente, se diagnosticaba a muchos afectados por trastorno bipolar como esquizofrénicos", señala por su parte Vieta.

La difusión del trabajo de MacCabe, que confiesa un gran reconocimiento del mismo por parte de la profesión, puede facilitar el estudio precoz de los pacientes y, con ello, un diagnóstico más preciso.

Winston Churchill

El hombre que fue capaz de conseguir que acabara la II Guerra Mundial denominaba ‘perro negro’ a su depresión, que combatía con alcohol. Pero los periodos de tristeza se alternaban con otros de euforia, que son los que hacen a los expertos incluirle en los listados de personajes conocidos con trastorno bipolar. Su energía, desinhibición y la tendencia al despilfarro económico (así como el rechazo a cualquier vigilancia externa sobre este aspecto) son algunos signos que lo delatan como bipolar, trastorno sin cura en su época.

Virginia Woolf

La película ‘Las Horas’ (Stephen Daldry, 2002) relató de forma fiel los efectos del trastorno bipolar en la vida de la escritora Virginia Woolf (1882-1941). Ella declaró que escribía para que su caos mental tuviera sentido y que, con su oficio, tomaba el control de la locura. La enfermedad mental de Woolf era aceptada por sus amigos y familiares, lo que impidió que recibiera el único ‘tratamiento’ disponible en la época para la psicosis maníaco-depresiva (trastorno bipolar): el ingreso en una institución. 

 José Agustín Goytisolo

El poeta José Agustín Goytisolo (1928-1999), autor de poemas como ‘Palabras para Julia’, convivió toda su vida con el trastorno bipolar. Aunque la familia lo niega, algunas fuentes manejan la hipótesis de que puso fin a su vida, que acabó cuando cayó del balcón de su casa a la calle. El poeta no sólo no negó padecer trastorno bipolar, sino que escribió sobre el infierno que supuso para él la falta de diagnóstico correcto, un problema común en otras épocas. Finalmente, Goytisolo fue diagnosticado y tratado con litio, sustancia a la que dedicó un poema.

Carrie Fisher

Quizás no pueda calificarse de genio, pero su personaje de la princesa Leia en la primera trilogía de ‘La Guerra de las Galaxias’ (1977-1983, George Lucas) marcó a una generación. Sin embargo, poco después de su gran éxito cinematográfico, la actriz fue diagnosticada como maníaco-depresiva. Cuando se recuperó, escribió el libro ‘Postales desde el filo’, en el que contó su experiencia como enferma mental, incluyendo los tratamientos erróneos que recibió, como el electroshock, no indicado para esta enfermedad.

 Brian Wilson

El autor de la mítica ‘Good vibrations’
careció de buenas sensaciones gran parte de su vida. El cantante de The Beach Boys es, no obstante, un ejemplo de superación del trastorno bipolar. Tras años encerrado, retomó su carrera 20 años después de sus grandes éxitos, sacando incluso un disco en solitario. Wilson relató la parte más oscura de su dolencia al periódico estadounidense ‘Los Angeles Times’: “Pasé por momentos que me dieron tanto miedo que no estaba seguro de conseguir superarlos”. Pero sí, lo consiguió. 

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