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Investigadoras a la sombra de la ciencia académica

Europa discriminó a las científicas hasta bien entrado el siglo XX

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En 1667, Margaret Cavendish asistió a una reunión de la Royal Society de Londres, fundada en 1660, en la que quería explicar sus experimentos con los colores y los imanes. Los hombres protestaron contra la intervención del sexo débil y su pequeño cerebro para las ciencias, uno de los prejuicios de siglos anteriores. Las mujeres tuvieron que esperar 278 años, hasta 1945, para ser admitidas como miembros de lleno en la Royal Society de Londres.

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En el resto de Europa, tampoco las querían. Marie Curie fue rechazada en la Académie des Sciences en 1911, el mismo año que obtuvo su segundo Premio Nobel. En Francia, hasta 1925 no las admitieron. Un estudio de los archivos de Royal Society revela que las olvidadas no se quedaron con los brazos cruzados, sino que se mantuvieron activas trabajando en la sombra.

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La Royal Society no admitió miembros femeninos durante 278 años

El historiador Richard Holmes estudia el papel de las mujeres en la ciencia y asegura que han hecho una importante función a pesar de estar relegadas como ayudantes, esposas, hermanas o hijas de científicos haciendo de adjuntas, traductoras o difusoras.

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En los 350 año transcurridos desde su fundación, la Royal Society ha tenido 60 mujeres miembros. Una de ellas es Anthene Donald, profesora de Física de la Universidad de Cambridge, quien cree que "hay que tener en cuenta el contexto histórico de la Royal Society; la mujer en Reino Unido no consiguió el derecho al voto hasta 1928 y la posibilidad de titularse en la Universidad de Cambridge hasta 1948; ese fue un período remarcable respecto a los derechos de la mujer".

Algunas estudiaban y al acabar les daban un certificado de asistencia

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Precisamente a la Universidad de Cambridge asistió Hertha Ayrton (1854-1923), ingeniera e inventora. Allí estudió matemáticas y obtuvo un certificado de asistencia porque los títulos y graduaciones eran para los hombres. Con el certificado, sin valoración por sus estudios, Hertha se fue a Londres y se casó con uno de sus profesores de Física y con él avanzó en sus experimentos sobre sistemas eléctricos.

Inventó, entre otros artilugios, un ventilador para eliminar los gases venenosos en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial. En 1904, fue la primera mujer que presentó su trabajo en una sesión de la Royal Society de Londres. Entonces no protestaron, pero la miraron con recelo.

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El acceso al mundo académico, la vía más frecuente para el conocimiento científico, estuvo cerrado o restringido a las mujeres hasta bien avanzado el siglo XX. A Herta le permitieron ir a la universidad, de oyente, pero a la escocesa Mary Somerville (1780-1872) ni siquiera de esta forma. También le negaron la entrada al observatorio del Vaticano por ser mujer aunque procedía de una familia de científicos, se dedicaba a la astronomía y las matemáticas, y había traducido al inglés un estudio pionero del astrónomo francés Pierre-Simon Laplace sobre la estructura matemática del sistema solar. Ella escribió: "He traducido el trabajo de Laplace del álgebra al lenguaje corriente". Y sobre ella dijeron que tenía "su cabeza en las estrellas, pero los pies firmes en el suelo". En 1835, fue admitida en la Royal Astronomical Society.

La que nunca fue admitida en ninguna institución fue la paleontóloga Mary Anning (1799-1847); autodidacta y de familia humilde, era conocida como coleccionista de fósiles encontrados en los acantilados de Dorset, sur de Inglaterra. Le costó creces que sus colegas le reconociesen sus descubrimientos en el campo de los dinosaurios; identificó el primer esqueleto de ichtiosauro y de plesiosauro y el primero de pterosaurio fuera de Alemania.

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"El mundo me ha utilizado sin piedad y me hace desconfiar de todos", escribió tras ver que otros se apropiaban de sus estudios. Fue conocida en el Círculo de Geología de Europa y América, a pesar de ser rechazada por la Geological Society de Londres. Este año, la Royal Society la ha incluido entre las diez mujeres más importantes que han influido en la historia de la ciencia.

Las teorías de Charles Darwin no dejaron indiferentes a las mujeres victorianas y entre estas surgió un tropel a favor del evolucionismo y otro grupo en contra. Hoy, el 12.3% de los trabajos en ciencias, ingeniería y tecnología los ocupan mujeres y estas abandonan el doble la ciencia que los hombres en Reino Unido. La profesora Anthene Donald considera que "las estadísticas son alarmantes aunque tenemos razones para ser positivos sobre el futuro; en la Royal Society, tenemos abiertos varios programas para apoyar a las mujeres".

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