La ciencia se escapa de las viñetas
En Barcelona se puede ver la exposición La ciencia en el cómic, que pretende mostrar las pequeñas confluencias que tiene la ciencia en los cómics
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Si la ciencia es el reino de la realidad, en el mundo del cómic impera la fantasía. Aparentemente, un tipo que vuela sobre los rascacielos de Nueva York, un druida que cocina una poción que hace invencible a quien la toma o una mujer capaz de sonsacar la verdad a través de una extraña máquina son fruto de la imaginación. Aún así, muchas de las características de Superman, Panoramix o de Wonder Woman tienen una base científica. Analizar esas pequeñas dosis es el objetivo de la exposición La ciencia en el cómic, que se puede ver en Barcelona y que su comisario, Alfonso Peres, estudia llevar luego a otras ciudades de España. "Las historietas no buscan rigurosidad, sólo verosimilitud", explica Peres.
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Junto con disparatados personajes, se agradece la seriedad documental de algunos otros. El citado druida Panorámix, de las aventuras de Astérix, crea una poción mágica imposible, pero representa muy fielmente el papel que jugaban en su sociedad los druidas celtas, verdaderos sabios en temas de botánica y de medicina. Sin irnos más lejos, también son un ejemplo científico los inventos del profesor Franz de Copenhagen del TBO. Su rocambolesco enhebrador de agujas o su artilugio para que las botellas no hagan ruido al caer en el contenedor son pura ciencia aplicada, por muy poco rentables que puedan ser. Por algo nunca han salido (ni lo han pretendido) de las viñetas.
El despistado profesor Tornasol, amigo de Tintín, está inspirado en el físico suizo August Picard, que residió en Bruselas y a quien Hergé, el autor del cómic, conoció de vista, pues vivieron en el mismo barrio. En El tesoro de Rackham el Rojo, Tornasol fabrica un submarino, nada más fiel a la realidad, puesto que Picard, efectivamente, fue uno de los precursores de este aparato. Pero si el perfil del profesor, con ese pelo rizado, esas gafas redondas y ese aire despistado, refleja fielmente el aspecto de Picard, Hergé plasma como nadie el trabajo de los científicos: en La estrella misteriosa, refleja la imagen rabiosamente actual de estudiosos de diferentes nacionalidades trabajando juntos, en este caso en el Ártico, en un buque oceanográfico, que bien podría ser el Hespérides o el Polarstern, sin olvidar la bandera del patrocinador, auténtico mecenas de tantas expediciones científicas.
Una de las estrellas del cómic son los superhéroes. Alfonso Peres asegura que hay mucho que aprender de ellos: "Superman, al principio, no volaba, sólo daba grandes saltos. Eso se explica porque la gravedad de Kripton, su planeta de procedencia, era cinco veces superior a la de la Tierra", explica. Spiderman también tiene su razón científica: a los investigadores no les sorprende que pueda desplazarse a golpe de tela de araña, puesto que sus propiedades lo convierten en un material más resistente y flexible que el acero.Por supuesto, también hay incongruencias en el cómic, que se lo pregunten al hombre invisible. Pero las historietas no pretenden explicar nada al lector, que tiene la suficiente inteligencia para entender la exageración, el humor y la ciencia.
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Del cohete de Tornasol al Conde de Champignac
En la exposición La Ciencia en el cómic (en la Biblioteca Sagrada Familia, Barcelona, hasta el 14 de octubre) se suceden imágenes de los científicos de las más famosas historietas (como el profesor Bacterio o el Conde de Champignac).
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Se puede experimentar con una reproducción a aire comprimido del cohete con el que Tintín fue a la Luna y en el centro de la muestra se desmenuzan los poderes de los superhéroes. La muestra cuenta con el asesoramiento del Observatorio de la Comunicación Científica de la Universitat Pompeu Fabra.