Fundación Oceanogràfic de Valencia El misterio de las tortugas buceadoras, más cerca de esclarecerse
La Fundación Oceanogràfic de Valencia extrae conclusiones del centenar de tortugas bobas en apuros que recibe todos los años para su tratamiento
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madrid,
Si un ser humano bucea más allá de cierta profundidad volver a la superficie le puede reportar grandes problemas, lo que se conoce como mal del buceador o síndrome de descompresión. Sin embargo, las tortugas marinas bucean continuamente y hasta ahora se desconocía como conseguían evitar estos efectos perjudiciales de los que, sin embargo, no se libran cuando se encuentran en situaciones de estrés, como es quedar atrapadas en redes de pesca.
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Del tratamiento de tortugas marinas que les llegan en mal estado de salud y a las que cuidan y luego sueltan, los investigadores de la Fundación Oceanogràfic, el brazo de investigación y conservación del conocido acuario de Valencia, están sacando conclusiones como la que acaban de anunciar. Proponen Daniel García Párraga y su equipo que las tortugas evitan la descompresión en condiciones normales gracias a un esfínter que tienen en la arteria pulmonar, informa la fundación. Cuando bucean normalmente el esfínter cierra el acceso de la sangre a los pulmones, lo que impide que al torrente sanguíneo pase nitrógeno del aire, que puede formar burbujas que dan lugar a la enfermedad del buceador. Al contrario que los buceadores, las tortugas no hacen paradas durante su ascenso para liberar el nitrógeno, sino que cierran el esfínter durante toda la inmersión, creen los investigadores.
Lo curioso de esta conclusión es que se llega a ella partiendo de que hace unos años estos investigadores observaron que las tortugas también pueden sufrir el mal del buceador, un hallazgo que dio mucho que hablar en el mundo científico cuando se publicó en 2014. Algunas tortugas que les llegaban, rescatadas de redes de pesca y que parecían estar sanas, morían al poco tiempo. Comprobaron que podían salvarlas metiéndolas durante unas horas en cámaras hiperbáricas, las utilizadas para tratar a los buceadores. Los investigadores achacaron al estrés que estar atrapados causa a los animales el mal funcionamiento de su mecanismo biológico natural para evitar el síndrome de descompresión. En el mundo de la conservación, esto supuso una estimación al alza del número de tortugas víctimas de la pesca, ya que liberar simplemente una tortuga de las redes que la atrapa no significa salvarla.
"Antes se daba por hecho que las tortugas marinas, como otros animales buceadores, habrían desarrollado mecanismos de adaptación a los cambios de presión, y que por tanto no sufrían la descompresión", explica García-Párraga. "Nuestro trabajo demuestra que cuando la tortuga bucea normalmente su sistema circulatorio funciona de manera diferente de cuando está estresada. Cuando bucea tranquila aguanta bien, porque tiene la capacidad de que la sangre no pase por el pulmón o que pase muy poca, pero cuando se queda enmallada y libera adrenalina, el esfínter se relaja".
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El trabajo, que se publica en Journal of Experimental Biology, no es, sin embargo, definitivo, ya que se ha realizado en laboratorio (con tejidos de cinco tortugas fallecidas en los que se ha estudiado la fisiología de los vasos sanguíneos y del músculo liso respiratorio) y no con animales vivos. Sí es un indicio a seguir hasta su confirmación total, que se amplía también a mamíferos marinos. Con investigadores estadounidenses, los del Oceanogràfic están confirmando que los mamíferos marinos cuentan con adaptaciones fisiológicas y anatómicas que les permiten gestionar de manera voluntaria el intercambio de gases en los pulmones y que fallan en condiciones de estrés.
Explican sus responsables que la Fundación Oceanogràfic nació con el objetivo de ampliar la misión del acuario, complementándola con el desarrollo de actividades de responsabilidad social y ambiental. Esto se materializa en labores de educación y divulgación, pero también de investigación y conservación (a través de un departamento específico con sus correspondientes instalaciones y laboratorios), que son las que están dando los frutos mencionados. Les llegan cada año casi un centenar de tortugas marinas enfermas o heridas, sobre todo tortuga boba (Caretta caretta), con la colaboración de los pescadores de la zona levantina, que no las arrojan directamente al mar como hacían antes, para limitar la mortalidad debida a la pesca.