Fósiles con restos de vida
Científicos estadounidenses consiguen rescatar restos orgánicos de un dinosaurio que vivió hace 80 millones de años. Se trata del material biológico más antiguo encontrado nunca en un fósil
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La polémica ha vuelto al mundo de la paleontología. Aunque muchos científicos siguen mostrándose escépticos ante la posibilidad de que el material biológico pueda preservarse como tal en fósiles de más de un millón de años, un estudio publicado hoy en la revista Science confirma que pueden encontrarse restos orgánicos en fósiles mucho más antiguos. En concreto, los autores del trabajo, del Hospital Beth Israel de Boston y la Universidad Estatal de Carolina del Norte, en Estados Unidos, han conseguido rescatar ocho fragmentos de colágeno del fémur de un ejemplar de dinosaurio que vivió hace al menos 80 millones de años.
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Estos fragmentos de colágeno la proteína más abundante en los huesos constituyen los restos orgánicos más antiguos extraídos nunca antes de un fósil, según explican los investigadores. El hallazgo contradice las teorías actuales que afirman que los tejidos, el ADN y demás materiales biológicos de un hueso son completamente reemplazados por minerales en los fósiles de más de un millón de años.
Los científicos extrajeron el colágeno del fémur fósil de un Brachylophosaurus canadensis, un dinosaurio herbívoro de unos nueve metros de largo cuyo nombre significa lagarto de cresta corta. Pero la comparación de estas proteínas con las de otras especies actuales indica que el B. canadensis era biológicamente más similar a un pollo que a un lagarto.
Los resultados confirman un estudio publicado por el mismo equipo en 2007, cuando estos investigadores hallaron colágeno y estructuras similares a venas y células sanguíneas en el fósil de un Tyrannosaurus rex que vivió hace 68 millones de años. El artículo provocó entonces una encendida polémica que aún sigue vigente. "Nuestro estudio debería hacer pensar a todos los escépticos que una proteína es capaz de sobrevivir durante millones de años", explica John Asara, un investigador del Hospital Beth Israel de Boston que ha participado en el estudio.
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Los nuevos resultados van a ser acogidos con grandes dosis de escepticismo, opina por su parte Matthew Collins, arqueólogo de la Universidad de York (Reino Unido). En 2007, Collins fue uno de los muchos especialistas que alertaron de que las supuestas proteínas del T. rex podrían ser en realidad contaminación de otros animales. "Este nuevo estudio es más convincente que el anterior, pero aún así es increíble que haya proteínas que puedan sobrevivir en estas condiciones", opina Collins.
Asara y sus compañeros no pueden explicar cómo es posible que los fragmentos de colágeno sigan ahí después de tanto tiempo, pero dicen que todos sus controles en busca de contaminación resultaron negativos.
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Parte de la explicación puede deberse al extraordinario estado de conservación del fósil, que estaba enterrado a más de seis metros y cubierto por roca arenisca en un risco del yacimiento Judith River Formation, en Montana. "El enterramiento en arenisca parece favorecer una conservación excepcional", afirma Mary Schweitzer, la paleontóloga de la Universidad Estatal de Carolina del Norte que supervisó la excavación y la extracción de muestras.
Para evitar todo contacto con el exterior, Schweitzer y sus colegas escayolaron el hueso cuando aún estaba rodeado de roca. Una vez en su laboratorio, la investigadora rompió la escayola, extrajo muestras y usó ácido para disolver los minerales que se habían acumulado durante millones de años.
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Al igual que ocurrió con el T. rex, el microscopio reveló supuestas venas y células. Pero para llegar a saber si había vestigios orgánicos, Schweitzer recurrió a Asara, cuyo trabajo habitual consiste en detectar cantidades ínfimas de proteínas relacionadas con el cáncer usando una técnica llamada espectrometría de masas. Este investigador encontró ocho fragmentos de colágeno formados por secuencias de aminoácidos. Aunque estas sólo representaban el 10% de una secuencia completa de colágeno, sirvieron para situar al B. canadensis en el árbol de la vida.
Los investigadores compararon el colágeno del dinosaurio con el de 21 especies actuales y dos extinguidas: el T. rex y el mastodonte. Los resultados indican que el B. canadensis pertenecía al grupo de los arcosaurios, que incluye tanto a aves como a reptiles. Pero, al igual que el T. rex, el B. canadensis mostraba mayor similitud biológica con un pollo que con un cocodrilo. Esto confirma la teoría de que las aves de hoy en día son descendientes de los dinosaurios, señala Asara, que cree que este estudio inaugura un nuevo campo: la "fosilómica". A su juicio, en el futuro se podrá responder a muchas más preguntas sobre los dinosaurios y otras especies extinguidas extrayendo proteínas de sus fósiles.
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Pero todavía queda mucho camino que recorrer antes de que estos estudios ganen aceptación. Aunque los resultados son muy positivos, se necesitan más análisis independientes para descartar la posibilidad de contaminación, indica Beth Shapiro, una experta en ADN antiguo de la Universidad Estatal de Pensilvania que no participó en el estudio. "Estoy deseando ver qué pasa al final", confiesa.