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Doscientos años negando a Charles Darwin

En el corazón del movimiento creacionista de EEUU, el científico inglés es considerado "un hombre peligroso"

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"Creemos firmemente que Dios creó al hombre y todo lo que hay sobre la faz de la tierra. Y en mi opinión, es lo suficientemente poderoso como para haberlo hecho en un par de días". Rob Koke, pastor de Shoreline Christian Center , no duda ni un segundo. Estamos en Texas, uno de los estados donde la teoría del creacionismo tiene más seguidores y donde Darwin es considerado por muchos "un hombre peligroso".

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Enfundado en americana y vaqueros negros, camiseta roja y botas de cowboy, el fundador de esta megachurch a las afueras de Austin encabeza una congregación de 12.000 fieles. Un soleado domingo de febrero, el salón principal del inmenso recinto acoge a 5.000 creyentes que han venido a escuchar su sermón, claro y directo, sin liturgia, salpicado con anécdotas y bromas. Nada que ver con una misa al uso, y mucho con una charla de autoayuda y superación personal. Los asistentes entregan donaciones a golpe de chequera mientras los pastores auxiliares reparten kleenex a quienes lloran después de confesarse en esta enorme iglesia a medio camino entre un centro comercial (con cafetería y tienda de recuerdos cristianos) y una sala de conciertos (el sermón es amenizado por seis cantantes y una banda completa que interpreta canciones religiosas a ritmo de rock, rap y reggae).

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Ya sin micrófono inalámbrico y más relajado tras bajarse del escenario, Koke se muestra prudente, sin querer molestar a ninguno de los miembros de su iglesia. Por eso es comprensivo con quienes se alejan del creacionismo clásico y admiten que ha habido algún tipo de evolución (eso sí, dirigida por Dios), frente a los que creen ciegamente en lo que cuenta el Génesis: es decir, que Dios creó al mundo y al hombre en una semana.

"Dentro de nuestra amplia familia hay diferentes opiniones, pero nadie duda de que somos producto de un Creador Divino. Nosotros no nos posicionamos sobre el cómo, sino sobre el quién, y en eso no hay discusión posible. Todo tiene un autor, un creador: este bolígrafo, la grabadora, una botella de agua... De hecho, yo necesitaría más fe para creer que todo es producto del azar y la evolución que para creer que lo ha hecho Dios". Koke, de origen holandés, se disipa cuando trata de explicar las "pruebas" que sostienen sus afirmaciones, que echan por tierra la teoría de la evolución de las especies.

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Más claro lo tiene Carl Baugh, director del Museo de Evidencias del Creacionismo en Glen Rose, un pueblecito a una hora al sur de Dallas. Este paleontólogo con varios títulos en Teología lleva desde 1985 trabajando para demostrar científicamente que el mundo fue creado por Dios, algo de lo que tampoco tiene ninguna duda. Su discurso es sólido, plagado de tecnicismos científicos.

Modelo bíblico

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Durante el tour por su minúsculo y destartalado museo repite que sus experimentos, tanto sobre el terreno como en el laboratorio, han sido certificados y contrastados. Una de las principales pruebas que aporta para desmontar a Darwin son dos huellas que demostrarían que los dinosaurios y los hombres coexistieron. De ser cierto, los evolucionistas estarían en serios aprietos. Una de las huellas, encontrada cerca del museo en los años cincuenta, muestra la pisada de un humano sobre la de un dinosaurio. La otra, hallada en el año 2000, es la de un dinosaurio sobre la de un humano.

Con un currículum de varias páginas y decenas de excavaciones a sus espaldas, Baugh reconoce que antes de llegar a Glen Rose era un "moderado" seguidor de la teoría de la evolución. Pero sus descubrimientos le hicieron cambiar de idea. "Cuando me di cuenta de que los dinosaurios y los hombres habían vivido juntos no pude dormir en cuatro días. Todas mis creencias se vinieron abajo", explica con voz pausada, arqueando las cejas.

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Otro de sus experimentos, ya en el laboratorio, le ha llevado a descubrir que toda la información genética viene dada y que no son las condiciones atmosféricas ni la selección natural -como expone Darwin- lo que explicaría la evolución. Pero, entonces, ¿qué pasó con los dinosaurios? Se extinguieron, dice, en el Diluvio Universal que narra el Génesis. "Los únicos seres vivos que se salvaron gracias al Arca de Noé son los que existen actualmente en el mundo". Y es aquí donde Baugh, que ha dado conferencias para científicos de la NASA, tira de la Biblia y se posiciona en el creacionismo clásico, el que cifra en entre 6.000 y 8.000 años la edad del planeta Tierra. "Nosotros demostramos científicamente que el modelo bíblico de la creación es cierto", apunta con una amable sonrisa.

Más combativos son los expertos del Institute for Creation Research o instituto para la investigación de la creación (ICR), situado en un polígono industrial en la periferia de Dallas, a tres horas en coche de Austin. Bruce Wood es el director de comunicación del centro fundado por Henry Morris, considerado el padre del movimiento creacionista moderno. Es el ala dura, la derecha ultrareligiosa que no disimula su agenda política. No sólo desprecian a Darwin, sino que descalifican a aquellos cristianos que creen que Dios no hizo el mundo en seis días y que utilizó algún tipo de evolución en la creación del hombre. "Les han lavado el cerebro", insiste Wood.

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"¿Cree en Dios?"

En el ICR, puntero en la investigación y promoción del creacionismo, están a la defensiva. Y piden sin disimulo la unión a su causa. Al finalizar la visita por el centro -tres edificios donde trabajan unas 40 personas- aparece el director, Lawrence Ford, que con tono áspero lanza varias preguntas. "¿Cree en Dios? ¿Cree en el Génesis? ¿A quién apoya su periódico, a Obama o a Bush?". Con recelo, da por acabada la charla, después de soltar: "La prensa europea siempre nos malinterpreta". "Todo lo que tengo que decir está en la revista", concluye Ford en referencia al último número de Acts & Facts , dedicado a contradecir a Darwin en su 200 aniversario.

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Desde el ICR aseguran que su fe "no es ciega", que se basa "en evidencias y hechos". "Miramos a la tierra, a los animales, al hombre, y no encontramos la forma de que la evolución pueda explicar todo lo que existe, su increíble complejidad", explica Wood, quien, ante un cuadro con mariposas disecadas, afirma: "La naturaleza no puede ni tiene necesidad de crear tanta riqueza de colores, tanta belleza... Todo esto no puede ser fruto de la casualidad". El resto de sus pruebas para demostrar que están en lo cierto las sacan, de nuevo, de la Biblia. Ahí, en la interpretación literal del Génesis, es donde están todas las respuestas.

Uno de esos cristianos impuros de los que hablan en el ICR sería Justin Marston, británico de 31 años que se mudó hace dos a Texas. Este químico de formación, que fue el científico más joven en publicar con 18 años en Nature, va cada domingo a la iglesia que dirige Rob Koke. Marston es de los creacionistas que creen en la evolución. "Pero dejando claro que fue Dios quien escogió la evolución natural para crearnos. Y yo no voy a ser quien para contradecirle".

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Marston, que insiste en recordar que la fe y la ciencia no siempre están reñidas, intenta responderse a la pregunta clave: ¿de dónde venimos?. "Los evolucionistas seguidores de Darwin no se detienen en esa cuestión. Es más, niegan la existencia de Dios". Antes de marcharse a casa a ver la Super Bowl, hace su donación a Shoreline Christian Center, con las palabras de su fundador aún en el aire. "En estos tiempos de crisis, lo más rentable es invertir en el Reino de Dios".

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