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El CSIC revela que los neumáticos liberan un contaminante neurotóxico

Los neumáticos llevan un aditivo que, cuando se degrada, resulta tóxico para ciertas especies de peces cuyo sistema nervioso es similar al humano. Es necesario investigar más si su uso es seguro para las personas.

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Foto de archivo de unos neumáticos en una feria de automóvil. — Angelika Warmuth / Reuters

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"Hay dos tipos de compuestos que tienen especial interés para la comunidad científica que trabaja en temas de toxicología. Unos son los microplásticos. Los otros, los residuos generados por el desgaste de los neumáticos", dice a Público el doctor Demetrio Raldúa, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), especializado en estudiar las bases moleculares de los efectos neurotóxicos de ciertos contaminantes ambientales.

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Precisamente, sobre esto trata el último estudio que su equipo publica esta semana, en colaboración con el Instituto Químico de Sarrià (IQS), en la revista científica Science of The Total Environment. El compuesto que han analizado proviene del 6PPD, un aditivo antioxidante que llevan los neumáticos de los automóviles para evitar el endurecimiento y el agrietamiento.

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Cuando se degrada por el uso, da lugar al 6PPD-quinona, presente en distintas concentraciones en nuestras carreteras, arrastrada por el agua de lluvia a las aguas residuales y también capaz de viajar por el aire.

En concreto, los científicos han observado qué les pasaba a los peces cebra en el laboratorio cuando se les exponía a las mismas cantidades de este químico que se encuentran habitualmente en el medio ambiente. "Hemos usado las concentraciones de 6PPD-quinona que aparecen en el agua cuando ha caído una lluvia torrencial sobre la carretera y esta pasa a los arroyos y comienza a diluirse", explica Raldúa.

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Letal para distintas especies

Ya en 2020, otro estudio publicado en Science demostraba que la 6PPD-quinona estaba relacionada con la muerte masiva de salmones del Pacífico en Canadá. En el reciente trabajo español, los resultados también han sido rotundos: los peces experimentaban alteraciones en su comportamiento, en sus ritmos circadianos y un aumento de la frecuencia cardíaca.

Los peces con los que se realizó el estudio experimentaron alteraciones en sus ritmos circadianos

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No serían cambios de gran interés, si no fuera por lo que implican para su supervivencia. "Hemos visto que el pez cebra sufre alteraciones cognitivas desadaptativas que le convierten en una presa más fácil para sus depredadores", explica Marina Ricarte, investigadora del IQS y coautora del estudio.

"Y en las exposiciones más altas de este contaminante, a 2000 ng/L, vimos además un cambio en los ritmos circadianos de las larvas, con un aumento en las horas de sueño, algo que también les hace más vulnerables a sus enemigos".

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El peso de las concentraciones bajas

El estudio del CSIC demuestra, por otra parte, el curioso fenómeno de hormesis: "Significa que los efectos más importantes se encuentran a concentraciones más bajas, mientras que desaparecen a concentraciones altas", señala Raldúa. "En ciencia, lo primero que debes hacer es evidenciar los hechos. Es la fase en la que estamos ahora. La segunda parte es intentar entenderlos".

Por eso, según este investigador, "no es fácil hablar de niveles seguros" de esta sustancia. Menos, cuando los criterios que se emplean para evaluar el riesgo ambiental de un producto son tan limitados.

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A diferencia de lo que ocurre con la salud humana, solo se considera que algo es tóxico para el medioambiente "si mata a un organismo, si afecta al crecimiento de su población o si le provoca problemas reproductivos. Sin embargo, los criterios legales no tienen en cuenta si el químico en cuestión afecta a la conducta exploratoria de un animal –necesaria para buscar comida o pareja– o si lo deja ciego –lo que, en la vida en libertad, es equivalente a la muerte–, por poner dos ejemplos", resalta Raldúa.

¿Un peligro para la salud humana?

Entonces, ¿es este compuesto presente en los neumáticos venenoso para las personas? Aquí radica el quid de la cuestión. "Aunque el pez cebra es un modelo de vertebrado que cada vez se usa más en la investigación farmacéutica y en biomedicina, por la similitud de su sistema nervioso con el nuestro, no puedes trasladar inmediatamente a los humanos los resultados", advierte Raldúa. En su opinión, "habría que reproducir el experimento con roedores, por ejemplo, para poder tener una certeza sobre esto".

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Raldúa: "Habría que reproducir el experimento con roedores para tener certeza de cómo afecta a los humanos"

Algo que, por cierto, ya estamos tardando en hacer. "Nuestros resultados son una señal de alerta para estudiar mejor los aditivos de los neumáticos", indica. "No podemos vivir en una burbuja, pero es bueno que nos pongamos las pilas y se invierta en comprobar si las cosas que usamos son seguras".

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Sobre todo porque "para quitar un producto del mercado son necesarias décadas de trabajo y de estudios, porque te piden muchas más pruebas de su toxicidad que para sacarlo al mercado. Los pesos probatorios están invertidos", denuncia este experto.

También porque hablamos de una sustancia que está muy presente en nuestro día a día, y no solo en las ruedas de los coches. La 6PPD-quinona también se encuentra en ollas a presión, cintas transportadoras, mangueras, cables y en el revestimiento del suelo en parques infantiles. Se ha detectado, además, en partículas ultrafinas que flotan en el aire en lugares donde hay mucho tráfico. "Al ser tan finas, las inhalamos y no solo entran a los pulmones, sino que a través del nervio olfativo pueden pasar directamente al sistema nervioso", apunta Raldúa.

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