Muchos adultos desconocen que sufren TDAH: cómo detectarlo y paliarlo
Algunos de sus síntomas más comunes son la desregulación emocional, la impulsividad y la baja tolerancia a la frustración.
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MADRID,
Llevado por su conducta impulsiva y temeraria, David se sube a una grúa y cae al vacío. Supone un punto de inflexión en la vida de este joven universitario, ya que a raíz del accidente le diagnostican un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
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Este es el argumento de un relato que escribí hace un tiempo y que posteriormente se adaptó como corto de animación para sensibilizar sobre el hecho de que, al igual que David, hay muchas personas que sufren TDAH sin saberlo.
La identificación y tratamiento del TDAH pueden reducir considerablemente el impacto que tiene en la vida de quienes lo padecen. Por eso es tan relevante revisar sus principales características, como haremos a continuación.
Atención a los siguientes síntomas
El TDAH se caracteriza por tres conjuntos de síntomas principales:
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Otros síntomas frecuentes son la desregulación emocional, que puede mostrarse como baja tolerancia a la frustración, irritabilidad y labilidad emocional; y dificultades en las funciones ejecutivas, que se traducen, por ejemplo, en una baja capacidad para planificar actividades.
Si bien los síntomas de TDAH aparecen típicamente en la infancia, tienden a persistir y manifestarse en la edad adulta. Aproximadamente, el 50 % de los niños afectados seguirán cumpliendo los criterios que definen este trastorno durante la adultez.
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A lo largo del tiempo, suelen reducirse los síntomas de impulsividad, mientras que se mantienen –e incluso aumentan– los de inatención. Además, como ocurría con David, el TDAH pasa muchas veces inadvertido durante la niñez y es detectado en la vida adulta, cuando se intensifican los desafíos asociados al rendimiento laboral, las relaciones interpersonales y la calidad de vida en general.
Los mejores estudios indican que la frecuencia del TDAH en adultos rondaría el 3 %, aunque muchos de estos casos permanecen sin diagnóstico. Además, se cree que la mayoría de las personas diagnosticadas en la infancia pero no en la vida adulta presentan síntomas subclínicos (es decir, que no son suficientes para un diagnóstico). Esto invita a entender el TDAH como un rasgo estable en la forma de ser del individuo cuyas consecuencias negativas puede minimizar, conforme madura, mediante la creación de hábitos.
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Así interfiere el TDAH en la vida cotidiana
Es importante recalcar que estos síntomas se dan en un continuo en la población general. Es decir, muchos individuos pueden experimentar ciertos grados de inatención, hiperactividad e impulsividad en algún momento de sus vidas. El TDAH se percibe como la cola de esta distribución, donde los síntomas alcanzan niveles clínicamente significativos que afectan a la vida y el funcionamiento cotidianos.
Solo se considera que existe un trastorno cuando los rasgos asociados al mismo interfieren sustancialmente con las actividades diarias, las relaciones interpersonales y el rendimiento académico o laboral. Una crítica común es decir que no existe un punto exacto a partir del cual se pueda considerar que las personas se encuentran dentro o fuera de la normalidad, pero lo mismo ocurre, por ejemplo, con los problemas de peso o la presión arterial.
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La realidad es que los síntomas del TDAH en adultos se asocian con un peor rendimiento en el trabajo, conflictos personales y familiares, una mayor frecuencia de trastornos mentales (ansiedad, depresión), consumo de sustancias, alteraciones físicas (obesidad o trastornos del sueño) y mayores riesgos de sufrir accidentes de tráfico o cometer delitos.
El momento del diagnóstico y el tratamiento
Entonces, si una persona cree que sufre esos síntomas y que están interfiriendo de manera significativa en su vida diaria, ¿qué tiene que hacer?
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Aunque potencialmente los médicos de cabecera pueden derivar a un especialista o incluso realizar ellos mismos el diagnóstico, muchas veces se muestran reticentes por falta de tiempo o conocimiento. En esos casos quizás sea necesario recurrir a un especialista privado.
De cualquier modo, hay que enfatizar que el diagnóstico es clínico y que la herramienta por excelencia debe ser la entrevista. Otros métodos como los cuestionarios de síntomas o los test cognitivos (incluyendo los computarizados) pueden complementar a la primera, pero su eficacia es moderada. Finalmente, no se ha demostrado la utilidad de técnicas como la electroencefalografía.
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Los tratamientos considerados eficaces pueden clasificarse en tres categorías:
Aunque existe cierta controversia social alrededor del uso de estos psicofármacos para el TDAH, los expertos están de acuerdo que son tratamientos muy seguros y que pueden ayudar enormemente al manejo de los síntomas primarios y secundarios. En un estudio que llevamos a cabo, demostramos que los niños con TDAH tenían un menor riesgo de accidentes, lesiones e intoxicaciones cuando estaban tomando la medicación. Otras investigaciones demuestran efectos similares en adultos y conducción o riesgo de consumo de drogas.
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En España, por ejemplo, el tratamiento de primera línea en adultos son medicamentos no estimulantes como la atomoxetina. Los estimulantes se reservan generalmente para aquellos que han continuado tomándolos desde la infancia con una buena respuesta.
Al igual que en el caso de la identificación, hay también diferentes terapias que, pese a ser populares, no han mostrado su utilidad, como el neurofeedback o los ejercicios de entrenamiento en funciones ejecutivas similares a los videojuegos y cuadernos de entrenamiento cerebral (brain training).
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En resumen, conocer cómo se manifiesta el TDAH en adultos es crucial para identificarlo tempranamente, realizar intervenciones efectivas, reducir el estigma y brindar apoyo en ámbitos laborales y personales. Sin embargo, y tal y como concluíamos en el vídeo de David, al identificar y tratar este trastorno no buscamos cambiar al que lo padece, sino que siga siendo él mismo, pero más feliz.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
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