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Así actúan los desodorantes

Estos productos y los antitranspirantes guardan una serie de diferencias.

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Imagen de archivo de una axila, a 24 de mayo de 2018. — Karolina Grabowska / Pexels

madrid,

Los desodorantes y los antitranspirantes son productos que muchas personas emplean a diario y que, con frecuencia, son usados indistintamente.

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Sin embargo, los dos términos no son intercambiables, porque emplean sustancias activas y mecanismos de acción completamente diferentes para reducir el sudor y el olor corporal.

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Las diferencias entre desodorantes y antitranspirantes

La principal diferencia entre los desodorantes y los antitranspirantes es la forma en que reducen el olor corporal. En gran parte, el olor corporal que emitimos es consecuencia de la actividad metabólica de las bacterias que habitan en nuestra piel, y que, según la ocasión, producen una combinación maloliente de compuestos orgánicos volátiles, con los ácidos grasos volátiles y los tioalcoholes como los principales ingredientes.

Para afrontar el problema, los desodorantes contienen compuestos antibacterianos, como el triclosán y la clorhexidina, que combaten el olor atacando directamente a las bacterias. En Europa, la concentración máxima permitida de triclosán en desodorantes, polvos faciales y otros cosméticos es del 0,3%, pero tan solo del 0,2% en enjuagues bucales.

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En cuanto a los antitranspirantes, no actúan sobre las bacterias que producen los compuestos malolientes que acompañan al sudor. Los antitranspirantes contienen ingredientes químicos cuyo objetivo es evitar o limitar la producción de sudor, y por tanto eliminar la materia prima utilizada por las bacterias para que apestemos.

Estos compuestos son siempre a base de aluminio o circonio. Concretamente, el clorhidrato de aluminio es uno de los más utilizados. Actúan formando un tapón polimérico, que impide, por bloqueo físico e inhibición química, que la transpiración salga de las glándulas sudoríparas. El efecto de los antitranspirantes no es permanente, porque con el tiempo el tapón se rompe y el sudor emerge liberado.

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Sin alcohol y nada pegajosos

A pesar de todo, desodorantes y antitranspirantes comparten algunas características. En ambos casos usan una base de ciclometiconas, unas moléculas cíclicas que se evaporan con rapidez y facilidad.

Esta particularidad les permite transportar los ingredientes del desodorante o antitranspirante a la superficie corporal, y acto seguido evaporarse con celeridad, evitando que la piel quede pegajosa. El ciclopentasiloxano es un solvente habitual en los productos de la compañía Unilever, como los populares desodorantes-antitranspirantes en barra de la marca Axe.

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Por lo general, antes de la llegada de las ciclometiconas, era común, y todavía lo es en muchos productos, usar los alcoholes como solventes, pero tardan más tiempo en secarse y también pueden irritar la piel con mayor facilidad.

Un poco de historia: de MUM a Rexona

La primera marca de desodorante comercial, desarrollada por un inventor desconocido de Filadelfia (EEUU), se llamó MUM y fue registrada en 1888. Consistía en una crema cerosa que contenía óxido de zinc como ingrediente activo para eliminar las bacterias productoras de olores. En 1952, MUM volvió a innovar al presentar el primer desodorante roll-on. Hoy en día, el roll-on es una de las formas de aplicación más importantes en la industria de los desodorantes, y la marca MUM continúa activa en el mercado.

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En cuanto al primer antitranspirante comercial de la historia, recibió el nombre de Everdry y era aplicado con un hisopo de algodón. Se lanzó al mercado en 1903. Algunos años más tarde llegó Odor-o-no (Olor, ¡oh, no!), una loción de tocador para evitar la transpiración excesiva desarrollada y registrada como marca comercial en 1909 por Abraham D. Murphey. Tanto Everdry como Odor-o-no utilizaban cloruro de aluminio como ingrediente activo.

La popularidad de Odor-o-no comenzó a crecer a partir del verano de 1912, tras ser promocionado en una exposición de Atlantic City. En 1914, Odor-o-no se convirtió en Odo-ro-no por primera vez. Y en los años siguientes la línea de productos se diversificó.

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El potencial y la aceptación popular de la marca hizo que pasara por las manos de diferentes compañías a lo largo del siglo XX. Hasta que en 1986 fue comprada por Unilever N.V., que abandonó la marca Odo-ro-no en favor de Rexona. Aunque hoy en día es la marca de desodorantes y antitranspirantes que la compañía vende en la mayoría de los países en los que opera, en algunos productos sigue apareciendo la palabra odorono.

El desodorante que no te abandona

En la actualidad, Rexona se ha convertido en la marca de desodorantes más vendida en el mundo y la artífice de una de las mejores frases publicitarias de la historia: el famoso eslogan "Rexona no te abandona". La sentencia cobró especial sentido cuando la marca incorporó la tecnología Motionsense a sus productos.

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Según Unilever, el sistema Motionsense emplea exclusivas microcápsulas que se activan con la fricción generada en las axilas al movernos, haciendo que las cápsulas estallen y liberen frescura. Eso permite que el efecto del desodorante perdure durante más tiempo. ¿Cómo es posible?

Pues muy sencillo, entre los ingredientes de este tipo de desodorantes hay unos especialmente interesantes, utilizados como aditivos, que reciben el nombre de maltodextrinas. Al igual que otras ciclodextrinas, son oligosacáridos cíclicos (azúcares circulares) obtenidos a partir del almidón de diferentes cereales, entre ellos el maíz. Algunas bacterias poseen enzimas específicas (ciclodextrina glicosiltransferasas) que catalizan la conversión de almidón en ciclodextrinas.

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Las maltodextrinas poseen una cavidad hidrofóbica capaz de acomodar moléculas hidrofóbicas, es decir que son repelidas por el agua. Eso les permite atrapar y encapsular moléculas aromáticas como el linalool, el geraniol, el citronelol y otras que suelen estar presentes en los desodorantes.

Cuando aplicamos desodorante, la pareja maltodextrina y sustancia aromática se deposita sobre nuestra piel, adhiriéndose a la zona pulverizada. El movimiento y la fricción rompen las microcápsulas que, poco a poco, liberan las agradables fragancias, y de esta forma, el desodorante no te abandona, porque el aroma es liberado progresivamente y así consigue perdurar durante un tiempo prolongado.

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Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation

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