El 31 de octubre la Tierra tendrá 7.000 millones de habitantes
A los demógrafos les preocupa más el envejecimiento de la población mundial que el aumento de la misma
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El próximo 31 de octubre, si los cálculos de la ONU son exactos, la Tierra tendrá 7.000 millones de habitantes. En 2070 se calcula que llegará a los 9.000 millones. Cifras de esta magnitud inevitablemente evocan visiones terroríficas de escasez y reavivan la vieja teoría de Thomas Malthus sobre si habrá recursos suficientes para todos.
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Pero esa no es la preocupación actual de los demógrafos. A lo largo de los último 150 años las mejoras en la producción de alimentos y la tecnología han permitido el crecimiento de la población con relativa facilidad. La potencial pesadilla en forma de caos está ahora más relacionada con el rápido envejecimiento de la población, combinado con la brusca caída de los nacimientos tanto en los países ricos como en los pobres.
Muchos demógrafos y planificadores a largo plazo dicen que el desafío para el próximo siglo no será tanto que haya que obtener recursos para otros 2.000 millones de personas que nacerán en el próximo medio siglo, como atender a una población envejecida más numerosa y en la que el número de dependientes se disparará.
El reto, dicen los especialistas, es encontrar nuevas estrategias para ofrecer servicios esenciales a ese sector de la población que envejece.
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"Pensábamos que la superpoblación iba a obligar a la humanidad a expandirse a las estrellas. Eso no parecer ser el problema en absoluto"
La tendencia ya ha quedado plasmada en la actual crisis económica. Los políticos, sobre todo en la derecha, afirman que el Estado de Bienestar es caro. Y se va a encarecer aún más. Pero mientras los políticos piensan en el corto plazo, los expertos miran más allá y echan de menos un debate sereno y profundo sobre los desafíos demográficos a largo plazo.
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"Es un mundo que no se va a parecer en nada a cualquier mundo o población que haya existido antes", dice Jack Goldstone, profesor de política pública y un destacado experto demógrafo en la Universidad George Mason de Washington. "Pensábamos que la superpoblación iba a obligar a la humanidad a expandirse a las estrellas. Eso no parecer ser el problema en absoluto. Y la política no está nada configurada para hacer frente a estas cuestiones a largo plazo".
Con muchos de los países más pobres del mundo aún con un fuerte crecimiento, el índice de fecundidad mundial —el número de niños por pareja— sigue estando en 2,5, más que suficiente para sustituir a cada persona que vive en la actualidad.
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Pero en los países ricos, el índice ya ha caído en picado. En Rusia, Singapur y otros países desarrollados se han introducido políticas para impulsar la natalidad pero con éxito dispar.
Las predicciones exactas varían, pero la mayoría de las proyecciones sugieren que la población mundial alcanzará un máximo de unos 9.000 millones de habitantes alrededor de 2070 y después comenzará la caída, quizá muy deprisa.
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En el mundo occidental, esa fecha será cuando los niños del baby boom —muchos de ellos sin descendencia o con menos hijos, si la tendencia se mantiene— lleguen al final de sus vidas. En el mundo en desarrollo, la "abultada juventud" —una gran cohorte de jóvenes que actualmente dominan Oriente Próximo— también se estará extinguiendo.
"El declive de la fecundidad ha ido realmente más rápido en el mundo desarrollado pero está cayendo muy bruscamente en la mayoría de los países con ingresos medios e incluso en algunos de los países más pobres", explica Daniel Cotlear, experto en población en el Banco Mundial, y especializado en América Latina. "Con una población cada vez más envejecida, eso supone desafíos".
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Para 2030, más de una tercera parte de la población en un determinado número de países occidentales, así como en algunas economías asiáticas, como Japón y Corea, tendrá más de 65 años.
Muchas naciones en vías de desarrollo, muy especialmente China con su política de hijo único pero también un creciente número de otros países, seguirán esa tendencia, a menudo sin recursos financieros para ayudar a pagar el coste de los cuidados médicos a los mayores.
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"La imprevisibilidad es enorme. Pero podría ser un mundo muy extraño"
"Es la cuestión fundamental de nuestro tiempo", afirma Michael Hodin, director ejecutivo de Global Coalition on Ageing, con sede en Nueva York, y veterano miembro en el Consejo de Relaciones Exteriores. "Los números son impresionantes. Las proyecciones exactas varían pero eso no importa mucho realmente porque todas van en la misma dirección", añade
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En el mundo desarrollado, muchos países confían en la fuerza laboral para pagar las prestaciones sociales y las pensiones de un grupo de personas mayores relativamente pequeño en la actualidad. En los países más pobres, las grandes familias tienden a cuidar de sus ancianos.
Ninguno de esos modelos, dicen los expertos, está diseñado para tratar con los cambios demográficos que se avecinan: más ancianos y menos jóvenes. Esa es la coartada que esgrimió el Gobierno para llevar a cabo la reciente reforma de las pensiones.
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"La imprevisibilidad es enorme. Pero podría ser un mundo muy extraño", predice Sergei Scherbov, jefe del grupo de investigación en el Instituto de Demografía de Viena.
No obstante, Scherbov es de los optimistas. "Este será un mundo más viejo pero también mucho más educado. La gente cada vez está más sana. Personalmente creo que nos adaptaremos a todas estas cosas".
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Las proyecciones mundiales del Programa de Población Mundial en el Instituto Internacional para el Análisis Aplicado de los Sistemas asume que la esperanza de vida seguirá aumentando. Si no lo hiciera, la población podría caer más rápidamente dentro de un siglo.
La gran pregunta a la que nadie sabe responder con certeza, dicen los expertos, es si es posible planificar un crecimiento económico que genere empleos. Estos expertos esperan que tanto los trabajadores mayores como los más jóvenes sean parte de la fuerza laboral.
En el peor escenario de un conflicto generacional, un cohorte de ancianos y gente de mediana edad podría bloquear los puestos de trabajo y ejercer una presión feroz para mantener unos derechos insostenibles mientras una juventud enojada siente cómo se le cierran las oportunidades para verse al final obligada a pagar la factura financiera. Algunos creen que quizá el fenómeno ya se hace visible en algunas partes del mundo desarrollado.
"El problema real sobre el envejecimiento de la población es un problema de crecimiento económico", afirma George Mason de la Universidad de Goldstone. "Si tenemos crecimiento, podemos permitirnos las pensiones y el cuidado de los mayores. Pero si no lo tenemos, todo el mundo va a sufrir".