Luis Fernando Medina SierraDoctor en Economía por la Universidad de Stanford e Investigador del Instituto Carlos III-Juan March de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos IIILa derecha no quiere regalarle dinero a los pobres, la izquierda no quiere regalarle dinero a los ricos¿Qué hay en un nombre? La palabra "renta" es técnicamente correcta en este caso. Pero parece que a algunos les evoca al rentista perezoso. De pronto deberíamos usar otro nombre como el que algunos proponen: dividendo ciudadano. Es decir, si los socialistas logramos adueñarnos de toda la riqueza de la sociedad, logramos declarar que todos los medios de producción, desde el primer banco hasta la última cafetería, son propiedad colectiva, el siguiente paso sería declarar que todos los ciudadanos tenemos derecho a cobrar dividendos sobre toda esa riqueza como lo hacen hoy en día los grandes accionistas. A un accionista de una empresa nadie le pregunta si está trabajando o no, si está buscando empleo o no, antes de pagarle sus dividendos. Se le pagan y ya.Para que la renta básica sea sostenible es importante que no se vea sólo como un programa de asistencia para pobres, sino como un derecho de todos los ciudadanosLa segunda razón por la cual es preferible una renta básica universal a una renta de inserción es que, como dice el viejo aforismo de la política pública, los programas para pobres terminan siendo programas pobres. Aunque la renta básica es redistributiva, también tiene beneficios para las clases medias. Con un sistema de renta básica universal cualquier persona puede retirarse del mercado cuando lo desee y eso es algo que le sirve a todos, no solo a los pobres. Muchas personas, incluso en las clases medias, quisieran poder estudiar un nuevo oficio, trabajar en el sector sin ánimo de lucro, dedicarle más tiempo a un hijo en problemas o simplemente tomarse un descanso para recargar baterías pero, ante el colapso de la negociación laboral colectiva, estos privilegios están solo al alcance de unos pocos. Para que la renta básica sea sostenible a largo plazo es importante que no se vea únicamente como un programa de asistencia para pobres, sino como un derecho que todos los ciudadanos tienen, un derecho que cualquiera, por más laboralmente seguro que se sienta, puede llegar a necesitar. La tercera razón tiene que ver, paradójicamente, con la hostilidad misma que genera la propuesta. A muchos ciudadanos respetables la idea de la renta básica les ofende su sentido del honor. Ellos nunca aceptarían algo así. Ellos sí son trabajadores serios. Ellos sí son verdaderos pilares de la sociedad. Es gracias a gente como ellos que el mundo se sostiene. Es gracias a gente como ellos que unos cuantos vagos extremistas se pueden dar el lujo de proponer cosas como la renta básica. En los tiempos que corren esa hostilidad puede llegar a ser una energía política saludable. El capitalismo de nuestro tiempo, con su mezcla de globalización, financialización y privatización, vive de invitar a los ciudadanos a abandonar toda identidad colectiva, a retirarse de la esfera pública. Pero esta hostilidad es el comienzo de una identidad colectiva, es una incursión, tímida pero incursión al fin y al cabo, en la esfera pública. Es el momento en que las clases medias se ven a sí mismas no ya como simples piezas de un orden económico impersonal sino como soportes del mismo. Aunque al comienzo esto puede dar lugar a expresiones políticas reaccionarias, las cosas pueden cambiar en tiempos de crisis. De pronto mientras más claro tengan las clases medias que, en efecto, son ellas los pilares del actual sistema, son ellas las que hacen posible que el mundo sea el que es, más airada será su reacción cuando vean quiénes son los verdaderos beneficiarios de lo que ellas están sosteniendo.