Catedrático de Historia de la CienciaUniversitat de ValènciaMedir la salida de la crisis en términos de subempleo y de crecimiento del PIB es un burdo truco de prestidigitación en una sociedad con millones de personas excluidas.La estrategia que se postula consiste en alcanzar indicadores económicos positivos a costa de la pauperización. La desnutrición, el hambre, la marginalidad, el empobrecimiento son molestos en tanto que antiestéticos efectos colaterales de una economía política que entiende como final de la crisis la supervivencia exitosa del modelo económico anterior: élites económicas y políticas, bancos y empresas del IBEX. La pobreza y la marginalidad no son deseables, son molestas, improductivas y aportan riesgo de conflictividad. De este modo los excluidos y arrojados al margen -las víctimas que no forman parte de la élite dirigente o de los activos empleados o, mejor aún, subempleados- representan un lastre inevitable. Esta es la caricatura del modelo: la desigualdad social como garantía de continuidad. Hablemos de nivel de vida