El zar asesino que se reencarnó en Lucifer
Iván IV El Terrible enloqueció en 1560, tras la muerte de su esposa
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El boticario mandó traer agua de caléndula y solicitó que vinieran los médicos y un sacerdote. Iván sólo pidió un tablero de ajedrez. "La enfermedad me tiene envenenado; ved cómo muestran sus propiedades estas piedras... esto confirma mi muerte". Estas fueron las últimas palabras de Iván el Terrible (1530-1584), el zar demente y cruel que incluso mató a su hijo con un bastón en un arrebato de cólera.
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Iván no reconocía límites a su poder, ni reconocía rasero moral para sus acciones. Nadie podía oponerse a él, y todo lo que hacía era necesario. Conquistó Siberia, creó un nuevo código legal, centralizó el poder, destruyó la Orden Teutónica y reformó el Ejército. Por todo eso, está considerado uno de los creadores del Estado ruso. Fue el primer príncipe en hacerse llamar zar de todas las Rusias.
Creador del Estado ruso, Iván empalaba a sus súbditos y los arrojaba a los perros
Su padre murió en 1533 e Iván fue coronado zar cuando tenía 3 años. Su madre, que ejerció de regente, fue asesinada cinco años después. Detrás de su muerte se escondían las intrigas de las familias nobles (los boyardos), que se disputaban el poder. Cuando cumplió los 18, Iván IV comenzó a gobernar con sabiduría. Se alejó de la nobleza, sentó las bases de una administración estatal unificada y creó instituciones con participación popular. Luego, comenzó su expansión, conquistando Kazán y Astrakán, el valle del Volga, los Urales y Siberia.
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Nobleza y clero reaccionaron contra el zar y su esposa, Anastasia Romanov, que murió en 1560 en extrañas circunstancias. Entonces, Iván enloqueció. Creyó que su consejero la había asesinado mediante embrujos y volcó todo su pesar en una borrachera que comenzó después del funeral y de la que ya no despertó. Su locura, agravada por la sífilis, lo llevaron a cometer todo tipo de atrocidades.
El zar amenazó con desertar, pero regresó bajo la condición de ejecutar a todo aquel que considerara un traidor. Enfatizó su odio contra los boyardos y, en 1568 apuñaló al príncipe Federov, al cual hizo descuartizar en el patio del palacio imperial. Eliminó también a la viuda, hijos y demás familia del noble desgraciado. No fue un caso aislado, ya que el zar borró del mapa a sagas familiares enteras.
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A medida que la sífilis cerebral avanzaba, su reinado se convirtió en una orgía de torturas, azotes, gente quemada, hervida en enormes ollas y arrojada a los perros. El terrible parecía la reencarnación de Lucifer, aunque su maldad no distaba mucho de las de los gobernantes europeos de la época. Desencadenó una cruenta represión contra sus enemigos y atacó las ciudades libres de Novgorod y Psko en respuesta a una supuesta conspiración contra él. Durante cinco semanas, miles de personas fueron azotadas hasta morir, quemadas vivas o abandonadas a la intemperie glacial. El príncipe de la ciudad fue colgado y troceado mientras el zar violaba a su esposa en su presencia. Episodios horribles que se repitieron durante años.
La locura del zar llegó a su clímax en 1581, cuando, el pleno delirio homicida, mató a su hijo preferido, el zarevich Iván, al golpearlo con un bastón en un ataque de furia. Iván lloró amargamente su muerte, provocando que se tirara del pelo, y de la barba, y que arañase las paredes. Su penitencia consistió en escribir una lista de 3.000 nombres que debían ser eliminados de inmediato.
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Iván murió el 15 de marzo de 1584 tras una larga agonía. No podía dormir, padecía alucinaciones y permanecía rodeado de adivinos y brujos. Aunque falleció a causa de un ataque de apoplejía, los historiadores nunca han descartado que fuera envenenado.