El petróleo vivió una semana de altibajos, con bajadas al inició y alzas al cierre de la misma, impulsadas por temores sobe la solvencia de Estados Unidos y una esperada lucha de poder en el seno de la OPEP en torno a un aumento de la producción, exigido por los países consumidores.
Los precios perdieron más de un 3 por ciento en los dos primeros días de la semana, un terreno que recuperaron por completo el miércoles, mientras que el jueves y viernes los mercados volvieron a mostrar su volatilidad habitual de los últimos meses.
El barril de crudo Brent, la marca referente para Europa, se mantuvo esta semana entre los 109,99 y 112,73 dólares, mientras que el Petróleo Intermedio de Texas (WTI), la referencia del mercado estadounidense, osciló entre 96,91 y 100,1 dólares por barril.
Mientras, el crudo de la OPEP, calculado como promedio de 12 tipos de petróleo, cotizó entre un mínimo de 106,6 y un máximo de 107,88 dólares.
Según los analistas de la consultora JBC Energy de Viena, los mercado vivieron con cierto nerviosismo el hecho que el Gobierno de Estados Unidos superara esta semana el límite máximo permitido de endeudamiento público (14,3 billones de dólares).
Se teme que, a pesar de poder seguir pagando a la administración pública mediante una serie de trucos contables hasta el verano, que a la principal economía del mundo al final no le quede otra que un severo programa de austeridad.
"No vemos razón alguna que la cura que no pudo beneficiar a Grecia o el Reino Unido (la austeridad extrema) sea ahora más ventajosa en el caso de Estados Unidos", aseguran los analistas de JBC en uno de sus comentarios matutinos.
Un recorte masivo del gasto público en Estados Unidos socavaría además las posibilidades de una recuperación económica definitiva en ese país, el principal consumidor mundial de petróleo.
Ante estas perspectivas, los mercado se retrajeron el lunes y martes, antes de volver a subir con fuerza a mediados de la semana, impulsados por la noticia de que el controvertido presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, acudirá probablemente a la reunión ministerial de la OPEP a comienzos de junio en Viena.
Este hecho hace temer a los mercados que Irán presione como pueda a los demás países del grupos para que no suban su producción de cara a la temporada de verano, la que mayor consumo de combustible.
Los analistas de JBC vaticinan que por razones de política interna, el presidente iraní, que ocupa de forma interina la cartera de ministro de Petróleo, querrá presentarse en la capital austríaca como hombre de Estado.
En todo caso, los expertos de la consultora prevén una reunión ministerial de la OPEP más politizada y heterogénea que nunca, debido a la "primavera árabe" que está amenazando a varios regímenes autoritarios de la región, ante todo a Siria, el principal aliado político de Irán.
Otra incógnita será en qué forma acuda a la reunión Libia, cuyo ministro de Petróleo parece haber dado la espalda al régimen del coronel Muamar al Gafadi.
Pero ni siquiera Arabia Saudí, con diferencia el principal productor petrolero de la OPEP y tradicional moderado en cuanto al aumento de la producción, parece dispuesto esta vez a abrir más los grifos, asegura JBC.
Es que el régimen teme no poder financiar los generosos programas sociales y militares, que lleva a delante para evitar que la primavera árabe llegue también a ese país.
Por eso, aseguran los analistas vieneses, el precio ideal buscado por Arabia Saudí parece haber subido en al menos 20 dólares, de unos 80 dólares hasta 100 dólares por barril.
Anticipando el complicado panorama de la reunión ministerial de la OPEP, la Agencia Internacional de Energía (AIE) instó el jueves a los países productores a abrir sus grifos para evitar una mayor tensión que con los elevados precios que conlleva está amenazando la recuperación económica mundial.
La AIE, que defiende los intereses de los países industrializados no petroleros, recordó que entre mayo y agosto sube la demanda de crudo y advirtió de que si hubiera nuevos encarecimientos del barril en la actual fase del ciclo económico, habría un riesgo de "descarrilamiento" de la recuperación, y eso iría también contra los intereses de los países productores.
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