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Con ustedes, la mujer más afortunada del mundo

Encarna Díaz se lleva 140.000 euros de un cuarto y un tercer premio

TONI POLO

Si es difícil que a uno le toque la lotería, lo de Encarna Díaz, vecina del humilde barrio de La Mina, en Barcelona, es el no va más. Ayer abandonó entre lágrimas de alegría su puesto de limpiadora en El Periódico de Catalunya, cuando su hija Inma le llamó para decirle que les había tocado un cuarto premio, del que tenían un décimo cada una: 20.000 euros por papeleta, 40.000 para las dos. Un cuarto de hora después, Encarni, como la llaman, no se lo podía creer, pero le había vuelto a tocar la lotería: esta vez, el tercer premio, del que tenía otro par de décimos con su hija: 50.000 euros por cada uno; 100.000 para las dos. En una mañana, 140.000 euros.

A Encarni le tira el número 13: '¿A nadie le gusta? Pues a mí sí', dice mientras besa un colgante dorado con una herradura con ese número dentro. Es su amuleto. 'Fuimos a la [administración] Valdés a comprar, como cada año y, como no tenían ningún número acabado en 13, encargamos un par de décimos del 29013 que llegaron desde Murcia'.

La premiada trabaja de limpiadora en El Periódico de Catalunya

Esa corazonada, dictada por el amuleto, se convirtió ayer en un cuarto premio. Lo del tercero fue cosa de uno de sus hijos: 'Le gustó el 10.104 y también nos lo llevamos'. Ese fue un tercero. Mucho dinero 'Y muchos nervios, toda la mañana que no sé ni dónde estoy', comenta, entre trago y trago de una lata de refresco. Para ella, el escenario de su trabajo cambió: dejó la fregona y se convirtió por un día en protagonista de la noticia.

Y cuenta lo que lleva toda la mañana repitiendo desde que celebró con sus colegas el premio. 'Trae cava, ya verás cómo cantamos', dice, eufórica. 'Lo primero será ayudar a mis hijos, que tengo a uno en el paro. Y mi marido y yo queremos arreglarnos los dientes, que era muy caro'. ¿Y los números? 'Guardaícos los tengo, los números', dice en la entrada de la redacción del diario, donde espera a su familia.

En cuestión de pocos minutos aparecen Inma y otra de sus hijas, un hijo, un yerno y una nieta. Vienen directamente de La Mina, del barrio de Sant Adrià en el que viven. ¿Y su marido? '¡No sabe nada! Venancio no se ha llevado el móvil y está trabajando en la obra, en Sants', cuentan.

'Mi marido y yo queremos arreglarnos los dientes', cuenta

Los propósitos de la familia son los mismos; los de Encarni, la abuela (45 años), y los de Judith, la nieta (9 años). La pequeña no acaba de entender lo que está pasando: 'No he pensado lo que quiero Bueno, un piso para mi madre', dice. Su tía, Nerea (11 años), que con el ajetreo ha llegado tarde a recoger las notas del colegio, explica que sí, que a lo mejor se compran un piso. 'Yo duermo con mi sobrina y con mi hermano, y es un rollo', se queja, con una sonrisa de oreja a oreja. 'A los Reyes ya les he pedido un MP5, que es así... como un cubo. Lo que voy a hacer es irme de colonias con el colegio', añade.

A Enrique, su hermano (22 años), a quien se le acaba de terminar el contrato en una fábrica de cristal, lo ahoga la letra del piso: 'Yo sólo pienso en ahorrar para poder bajar la hipoteca, pero la que cuenta es mi madre'.

'Son una familia que se lo merece un montón. Llevan toda la vida trabajando, tienen muchas bocas que alimentar'. El que habla es Omar, la pareja de Inma, que destaca la bondad de la familia: 'Ayer mismo hablaban de cómo podían ayudar a su hijo en paro, que ya había dicho que no podría pedir nada a los Reyes para las niñas'.

La familia Álvarez Díaz es consciente de que el dinero no hace la felicidad, pero si en algo coinciden todos es en el principal propósito a partir de ahora: 'Ser felices'.

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