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El "Turandot" de Zhang Yimou conmociona el estadio olímpico de "El Nido"

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La obra "Turandot", la ópera de Giacomo Puccini en la que el amor triunfa sobre el odio, conmocionó hoy a los espectadores chinos que acudieron, con motivo del 60 aniversario de la fundación de la República Popular de China, a "El Nido de Pájaro" de Pekín para disfrutar del evento.

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"Turandot" fue una pieza prohibida en China durante años porque el régimen consideraba que daba una mala imagen del país, pero esta versión, dirigida por Zhang Yimou, se presentó con gran éxito en el que fue el Estadio Olímpico de la capital china.

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Los aplausos cerrados de las más de 60.000 personas que casi llenaron el Estadio Olímpico demostraron el acierto de la obra, que fue representada por cantantes y coro en el italiano original y subitulada al chino mediante pantallas gigantes.

"Presentar 'Turandot' en 'El Nido' es la continuación de mi sueño y mi pasión por los Juegos Olímpicos", declaró recientemente el director de "La linterna roja" y "La casa de las dagas voladoras", que se llevó la mayor ovación de la noche al salir al escenario al final de la representación.

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Zhang Yimou ya dirigió en 1998 una versión de la ópera de Puccini en la Ciudad Prohibida de Pekín, pero esta vez según el cineasta la obra es "más moderna, usando muchas imágenes y elementos multimedia".

Una enorme estructura de casi un centenar de metros en un fondo del estadio, con un gran despliegue de iluminación y efectos especiales, formaron la escenografía de la ópera.

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El cineasta completó así un año apoteósico de trabajo en la capital china, en la que estuvo a cargo de las espectaculares ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos, así como del desfile que esta misma semana conmemoró el 60 aniversario de la fundación del régimen comunista chino.

"Turandot" narra la historia de una bella princesa oriental a la que pretenden muchos hombres, pero que manda al cadalso a los pretendientes que no sean capaces de adivinar sus tres acertijos.

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Puccini (1858-1924) murió antes de poder dar un final a la ópera, segunda en la que se adentraba en la cultura asiática (tras "Madama Buterfly", ambientada en Japón), por lo que las dos últimas escenas fueron compuestas por su discípulo Franco Alfano.

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