Una mesa inestable en una casa de madera pintada de azul con vistas a abedules plateados es testigo del resurgimiento del interés mundial por la obra de un a menudo subestimado compositor ruso del siglo XIX.
Pyotr Tchaikovsky, cuya "Danza de los mirlitones" del ballet "Cascanueces" deleita a niños y adultos por igual en esta época del año, escribió sus obras finales en la mesa de su última residencia en la pequeña ciudad de Klin, a unos 85 kilómetros al noroeste de Moscú.
En un terreno que también alberga una pagoda blanca, un granero y un establo, rodeados por casas prefabricadas de la era soviética, el número de admiradores de Tchaikovsky, que son conducidos a lo largo de los pisos de roble, crece de forma constante.
El año pasado llegaron 86.000 visitantes frente a los 60.000 de 2003. Este año se esperan más, dijo Natalia Gorbunova, principal investigadora y directora de lo que ahora es un museo.
"La música de Tchaikovsky atraviesa un resurgimiento ahora, en nuestro tiempo, porque su música es amada por todo el mundo, y este amor continúa", dijo Gorbunova.
Cada año, músicos de renombre y compositores van a Klin el 7 de mayo, día de nacimiento del compositor, que vivió entre 1840 y 1893. Gorbunova ha observado que el número de europeos y asiáticos, particularmente coreanos, ha aumentado.
Este invierno, Moscú ha tenido vida gracias a su obra. "Eugene Onegin", "La Reina de las palas" y "El lago de los cisnes" agotaron las localidades. "El cascanueces" se muestra en un teatro que lleva su nombre.
La Staatsopera de Berlín presentó una nueva producción de "Eugene Onegin", dirigida por Daniel Baremboim, mientras que un festival llamado "Revealing Tchaikovsky" ("Descubriendo a Tchaikovsky") en el Southbank Center de Londres busca disipar algunos mitos que perduraban sobre él.
Alcohólico y probablemente homosexual, las obras de Tchaikovsky como "1812 Overture", los ballets "La bella durmiente" y "El lago de los cisnes", el primer concierto para piano y clásicos de salas de ópera como "Eugene Onegin" y "La reina de las palas" le dieron en vida gran popularidad entre el público.
Eso dio lugar a que algunos calificaran a su obra de vulgar y simple, pero fue en la casa de Klin donde compuso su desgarradora y apasionante pero desesperada Sexta Sinfonía, a la cual bautizó como "Patética".
El musicólogo y compositor Gerard McBurney, del programa "Descubriendo a Tchaikovsky" de Londres, opina que "es un compositor mucho más complejo que lo que la gente entiende que es. Él es el (Charles) Dickens de la música del siglo XIX".
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