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"El surrealismo es un poco tonto"

Joan Miquel Oliver. El motor del grupo Antònia Font saca su tercer disco en solitario, ‘Bombón mallorquín’

LIDIA PENELO

Viste de azul porque le da placer físico y le hace cosquillas en los ojos. Lo mismo le pasa con el color amarillo. Joan Miquel Oliver, motor de Antònia Font, no vive en su mundo, vive en este, pero un poquito aparte. 'Tengo un punto de esquizofrenia porque me paso nueve meses solo, escribiendo, trabajando... Cuando vamos a tocar no tengo contacto con nadie, sólo con los del grupo, y no te creas que es muy fluido. Pero luego, sacas un disco y lo tienes que explicar a todo el mundo... Y lo que a veces no se entiende, es que si quieres dar el 100%, no tienes más remedio que trabajar como un monje', cuenta entre sorbito y sorbito de agua Vichy.

Los laberintos de este creador poliédrico están repletos de marcianitos, barcos de papel, helados, playas y juegos de Lego. Para él no podría ser de otra manera: 'La música es muy fácil de combinar, como las matemáticas, puedes hacer cualquier cosa, de cualquier manera. Este disco me salió así. La música es infinita'.Bombón mallorquín (Blau Discmedi), su tercer trabajo en solitario, es casi una biografía poética sonora.

En cada canción coquetea con un registro distinto, incluso se atreve con el reggaetón. Pero lo que une las 12 canciones del disco es su particular sonido pop de un sabor naif helado. La mezcla lo ha dejado satisfecho. 'Estoy muy contento de cómo ha quedado, no siempre pasa. Lo normal es que encuentres defectos a lo que haces, que es la única manera de hacerlo bien, pero a este disco no le cambiaría nada', explica.

A Joan Miquel Oliver las palabras le salen despacito, a menudo se queda callado. Pero tener que explicar qué es un bombón mallorquín, le saca del atasco. 'El bombón mallorquín es un mantecado de chocolate helado, como el Magnum pero más fino, lo comían las señoras. Nosotros comíamos polos, luego salió el frigodedo, el frigopie, el tiburón, ya no hay tiburones...', lamenta.

Lo de jugar con las palabras parece una cualidad innata en él, pero no es así. De adolescente se pasaba 'todo el santo día' tocando la guitarra, por las letras se interesó más tarde, y a los veinte empezó a escribir relatos. 'Me di cuenta que podía llegar a cosas muy profundas, más que con la música'.

'Soy sincero. Escribo las cosas de la manera más simple que puedo, pero no voy directamente al tema. Pierdo tiempo en darle tiempo', aclara un artista que no se lleva bien con la etiqueta que le cuelgan de surrealista. 'Creo que lo que hago no es surrealista. El surrealismo es un poco tonto, me parece un recurso simple, muy directo. Dos huevos y una barra de pan son una polla, eso es evidente, no me interesa', argumenta.

Una de las obsesiones de este músico y escritor mallorquín es la simetría. 'Una de las definiciones biológicas de la belleza es la simetría. Los animales para aparearse eligen a los más simétricos; las moscas lo hacen muy bien. Una persona guapa tiene los dos lados de la cara iguales. Y yo persigo eso, quiero que mis obras sean algo más que simétricas. Simetría es perfección y perfección es belleza', apunta divertido.

En 2008 sorprendió con el libro El misteri de l'amor(Empúries) y, aunque tiene ideas, no tiene paciencia para escribir algo largo: 'La impaciencia es mi mayor defecto. Tengo poco aguante'.

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