Los habitantes del sur de Sudán están convencidos de que en el referéndum del domingo los votos ratificarán sus deseos de autodeterminación, un sentimiento que se resume en el gran cartel de una avenida de Yuba: "Bye Bye Khartum".
La votación será el fruto de una guerra de dos décadas que causó dos millones de muertos, defendiendo una voluntad de secesión que ahora se va a votar en las urnas, un momento histórico al que, por fin, se ha llegado gracias a los acuerdos de paz del 2005.
"No es que estemos felices, estamos más que felices", sostiene Mike Ding, a la puerta de una tienda de un barrio céntrico de esta ciudad, acompañado de varios amigos que no pueden ocultar la amplia sonrisa cuando les pregunta Efe qué va a pasar a partir del domingo.
"El ambiente es optimista. La gente está feliz y esperando que llegue el 9 de enero. Todos vamos a decir, 'Bye Bye, Jartum', y después de eso vamos a comenzar a ser amigos", agrega Ding.
Un sondeo previo elaborado por una agencia semioficial no deja dudas: el 96 por ciento se muestra a favor de la secesión, y sólo un 4 por ciento se inclina por la unidad, una opción que defiende, desde Jartum, el presidente Omar al Bachir.
La votación se prolongará desde el 9 al 15 de enero, un período habitual en este país, con el fin de permitir el desplazamiento de los votantes situados en áreas remotas.
Es difícil encontrar a alguien en Yuba, si es que existe, que esté convencido de que en la votación saldrá una opción distinta a la de la secesión, y en las calles sólo se ven carteles a favor de la separación.
"Por lo que se ve en las calles, la gente está buscando su separación", afirma el dueño de una ferretería de Yuba, Victor Bulos Asat, cuyo bisabuelo, de origen armenio, se instaló en Sudán, aunque todos sus descendientes se consideran cien por cien sudaneses.
Víctor, de 62 años, no podrá votar, porque llegó a Yuba en 1968, procedente del norte del país, y sólo se les permite definir su futuro a las comunidades originarias del sur de Sudán o quienes se hayan instalado en esta región antes de 1956.
Tanto Mike Ding como Víctor Bulos Asat coinciden en resaltar la gestión del gobierno autónomo instalado a partir del acuerdo de paz, dirigido por el Movimiento Popular para la Liberación de Sudán (SPLM, en inglés), cuyo brazo armado peleó durante dos décadas contra el norte.
Ello a pesar de que la zona sigue teniendo un gran retraso social, de que la administración autónoma adolece de personal cualificado, que sigue siendo una de las regiones del mundo con menos kilómetros asfaltados y que depende únicamente de los ingresos del petróleo.
"Llegué a Yuba cuando tenía unos 20 años -dice el descendiente de emigrantes armenios-, y desde el 2005 hay grandes diferencias. Se han hecho muchas cosas, aunque no puedes construir carreteras en dos semanas, porque lleva tiempo".
Una de las razones que hicieron brotar los deseos secesionistas fue la intención del norte de imponer el derecho islámico en el sur, a pesar de que en esta región sólo un 34 por ciento de sus habitantes son musulmanes.
Pero la religión no parece ser un motivo de discordias para quienes viven el sur de Sudán, ya que creen que, si se aprueba la secesión, los musulmanes del sur no tienen nada que temer.
"La religión no es un problema. No hay miedo entre los musulmanes", asegura el administrador de una mezquita del centro de Yuba, Agoth Madut Agoth, uno de cuyos hermanos murió en la guerra contra el norte.
"Sólo para poder votar el domingo la gente ha luchado durante décadas -agrega-. Ahora estamos al final: si hay separación, se resuelven los problemas, y si se aprueba la unidad, también se resolverán".
Agoth no quiere dar a conocer cuál será su voto, ni cuál será la mejor opción para el sur de Sudán, aunque reconoce que "la unidad generará conflictos".
"Hasta los musulmanes están pidiendo la separación. El problema es con la justicia y la igualdad, no con la religión", insiste Mike Ding, apuntando con su gesto a la mezquita que administra Agoth.
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