Sondeos apuntan a la reelección de Rasmussen, con apoyo nuevo partido de centro
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La coalición de derecha encabezada por el primer ministro, el liberal Anders Fogh Rasmussen, parte como favorita en todos los sondeos para ganar las elecciones generales anticipadas de mañana en Dinamarca, aunque necesitará del apoyo de la centrista Nueva Alianza para alcanzar la mayoría absoluta.
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En los cinco sondeos hechos públicos hoy, la coalición entre liberales y conservadores, con su aliado el ultraderechista Partido Popular Danés (DF), obtiene entre 83 y 89 escaños, lejos de los 94 de los anteriores comicios e insuficientes para alcanzar los 90 que proporcionan el control del Parlamento.
La coalición de centro-izquierda, encabezada por el Partido Socialdemócrata, logra entre 80 y 87, frente a los 81 de hace dos años, mientras que Nueva Alianza (NA) obtendría entre 5 y 9 y se convertiría en el árbitro de las elecciones.
El danés de origen sirio Nasser Kahder, líder de este partido surgido hace meses como escisión del Radical Liberal, afirmó anoche por primera vez durante un debate electoral televisivo que votaría a Rasmussen como primer ministro sin obligar a dimitir al Gobierno e iniciar una negociación desde cero, como había afirmado hasta ahora.
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Nueva Alianza ha sido el gran protagonista de la campaña, adulado y atacado por todos, y pese a errores propios y una cruzada de desprestigio personal iniciada por varios tabloides contra Khader, aparece como el gran ganador.
El propio primer ministro asumió hoy en un encuentro con la prensa extranjera que necesitará de los votos de NA para gobernar y deberá hilar fino para conciliar las diferencias en temas como inmigración, ayuda en cooperación y política fiscal que separan a NA del DF, cuyos líderes sienten además antipatía personal mutua.
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"Los sondeos nos dan la mayoría, no doy nada por hecho, puede estar apretado hasta el final. Pero tenemos una buena oportunidad para ganar, y estoy seguro de que si lo hacemos, sabré negociar un programa para los próximos 4 años. Es un reto, pero creo que es posible", señaló un Rasmussen que habló en clave de ganador.
La oposición se agarra al alto número de indecisos -hasta un 20 por ciento- y a los 4 escaños de los partidos de las regiones autónomas de Groenlandia y las Islas Feroe, 3 de ellos le han dado su apoyo explícito, para soñar con un triunfo que cada vez parece más improbable, a pesar de las buenas expectativas iniciales.
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A diferencia de 2005, la oposición ha estado más unida que nunca, aceptando con matices la estricta línea en inmigración y la congelación de impuestos; y la líder socialdemócrata, Helle Thorning-Schmidt, ha acabado con las divisiones internas en su partido y ha despejado las dudas sobre su inexperiencia.
La aspirante a ser la primera mujer en asumir la jefatura de Gobierno danesa ha realizado una campaña brillante, presentándose como la defensora del Estado del Bienestar y plantándole cara al curtido primer ministro en los cara a cara televisivos.
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Pero aunque su buen papel le servirá probablemente para mantener el liderazgo del partido, pese a que algunas encuestas le dan un resultado aún más bajo que en los históricos por negativos comicios de 2005, no parece haber convencido a los electores daneses de la necesidad del cambio.
Rasmussen ha sabido jugar la baza de los éxitos económicos, que incluyen cifras récord en ocupación y en descenso del paro, y ha echado mano de los recurrentes presagios sobre que un Gobierno de centro-izquierda implicaría subida de los impuestos y flexibilizar la política de inmigración, una de las más restrictivas del mundo.
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Como en las dos anteriores elecciones, la inmigración ha sido un tema central, pero el debate ha tenido un perfil más bajo y se ha centrado en la política de asilo, donde la derecha ha acusado a la oposición de querer convertir el país en un paraíso para inmigrantes con su propuesta de permitir a los refugiados en espera de ser expulsados tener vivienda propia y acceder al mercado de trabajo.