Situación dramática en Kenia, dice Annan, y se hallan 16 muertos a machetazos
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El antiguo secretario general de Naciones Unidas Kofi Annan declaró hoy que la situación en el Valle del Rift de Kenia es crítica, en una jornada marcada por la muerte de otras 16 personas en Nakuru.
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"Hemos comprobado que se han producido numerosas dejaciones de los derechos humanos en el oeste de Kenia": así empezó Annan la conferencia de prensa celebrada en Nairobi a su regreso de un viaje relámpago que le condujo hasta Molo.
Acompañado por el antiguo presidente de Tanzania Benjamin Mkapa y por la ex primera ministra de Mozambique Graca Michel, Annan expresó su "consternación por la situación desastrosa que había visto en el valle del Rift".
Además, Annan alertó que ha detectado un cambio en cuanto a la naturaleza de los incidentes violentos y que "no se trata de la ira de los ciudadanos furiosos por los resultados de las elecciones generales", sino que "ahora es otra cosa, una violencia más étnica que política".
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Annan, encargado de mediar entre el gobierno de Mwai Kibaki y el líder opositor Raila Odinga, jefe de filas del Movimiento Democrático Naranja (ODM), dijo que la clase política tiene el "deber moral de resolver la crisis por el bien de un país que atraviesa sus peores momentos desde la independencia".
Y añadió que, de no ser así, "Kenia se encontrará en el mismo punto dentro de cinco años".
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El valle del Rift es el feudo político de Raila Odinga y bastión de los lúos, tercera influencia tribal de Kenia y de la que procede Odinga.
Según fuentes policiales y de Naciones Unidas, las víctimas de la ola de violencia que está sacudiendo el país son mayoritariamente kikuyus, la etnia más numerosa del país y a la que pertenece Kibaki.
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Annan indicó que tiene previsto permanecer en Kenia unos días más para intentar reconciliar a Kibaki y Odinga.
En Nakuru, la cuarta ciudad más importante del país, el ejército levantó a las 07h00 hora local (04h00 GMT) el toque de queda impuesto ayer a las 18h00 (15h00 GMT) y descubrió un panorama desolador con 16 cuerpos sin vida apilados en las aceras de una localidad fantasma.
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Según fuentes policiales las víctimas presentaban signos evidentes de mutilación. Todos habían muerto a machetazos.
Nakuru sufrió ayer una explosión de violencia sin precedentes entre kikuyus y kalenjins, que obligó a las fuerzas de seguridad a apelar por primera vez al ejército.
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Las fuerzas armadas decidieron imponer un toque de queda y enviar un convoy humanitario después de que un avión de reconocimiento inspeccionara la zona.
La violencia que provocó el anuncio de los resultados de las elecciones generales del pasado 27 de diciembre, que dieron el triunfo de Kibaki y fueron denunciados por la oposición, ha provocado la muerte de 800 personas.
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Sin embargo fuentes de Naciones Unidas (UN) opinan que, al margen de la gravedad de las muertes, la situación puede complicarse hasta límites insostenibles debido al desplazamiento de otras 250.000 personas, la mayoría kikuyus residentes en el oeste del país.
Por la mañana el Programa Mundial de Alimentos (WFP) de Naciones Unidas distribuyó comida y ropa a más de 9.000 refugiados que sobreviven en el campo de Jamhuri Park, a las afueras de Nairobi.
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"Muchos refugiados no desean regresar a sus hogares por miedo a las represalias de los grupos étnicos que los atacaron", explicó a EFE un empleado local de la organización.