"Todo sería muy fácil si nuestros hombres fueran liberados"
El desembarco de los españoles provocó tensiones entre los piratas y familiares de los somalíes en prisión
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A una veintena de kilómetros de la orilla, en el bastión pirata de Haradere, los líderes de la banda que tienen secuestrado el Alakrana planean sus próximos movimientos y piensan en cómo aumentar la presión a España. Al mismo tiempo, en la zona se han generado tensiones internas entre los propios piratas, y entre estos y los familiares de los dos somalíes encarcelados en España.
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Y es que un grupo de allegados a los dos secuestradores detenidos el 4 de octubre por la fragata Canarias pidieron a los piratas que les entregasen a tres tripulantes españoles desembarcados el jueves del atunero vasco.
Según fuentes de los piratas, ambas partes llegaron a debatir la cesión de los tres marineros. Se llegó incluso a discutir los detalles: el cuándo, el cómo y quién se ocuparía de la seguridad de los tres españoles, ya que, probablemente, milicianos de otros grupos o clanes se hubieran planteado querer capturarlos. Finalmente fueron diez milicianos y diez familiares quienes vigilaron a los tres pescadores durante casi 24 horas en un lugar situado a unos veinte kilómetros de Haradere.
Los líderes piratas que dirigen el grupo de bandidos que mantiene secuestrados a los 36 marineros del Alakrana habían asegurado a Público, antes de conocerse el regreso al barco de los tres tripulantes, que "ningún español morirá si nuestros hombres [los dos somalíes encarcelados en España] están vivos", pero que no se hacían responsables de lo que podría pasar si ellos se desentendían de su vigilancia. Entonces, "las familias harán lo que quieran".
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Asimismo, negaron que en ningún momento se hubiera fijado un plazo de 72 horas, tal y como informó el jueves el patrón del atunero, Ricardo Blach, puntualizando que si alguien lo llegó a decir, no fue un anuncio oficial ni autorizado.
La ya compleja situación en tierra, con las presiones de los parientes de los piratas encarcelados en España, los enfrentamientos entre los propios milicianos y los nervios en la cubierta del atunero vasco no son alentadores. Aunque los secuestradores insistan en que les tratarán "como ellos tratan a los nuestros", la pregunta es si los jefes tienen en sus manos la capacidad de cumplir sus promesas y si sus milicianos acataran en todo momento sus órdenes.
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Mientras, cualquier negociación sobre el rescate estaría supeditada al retorno a Somalia de sus dos compañeros, algo que ellos consideran condición primordial e innegociable. E insisten en que "todo sería muy sencillo si nuestros hombres fueran liberados". Lo que ellos no logran entender es por qué el Gobierno español se mantiene callado, como si "no les interesara recuperar a sus hombres".
Somalia es un país sometido al caos, donde los clanes, las milicias y las luchas entre las bandas definen los territorios y a sus dirigentes. Grupos armados como los de Al Shabab, uno de los principales grupos radicales islámicos, imponen sus condiciones a los ciudadanos, a los administradores de los territorios y a todos los que traten de vivir en el área que dominen.
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Por eso, a los secuestradores del Alakrana el hecho de haber tenido en tierra a tres de sus rehenes durante unas horas les ha complicado su margen de actuación. Si hubieran dejado de controlarlos, otras bandas locales hubieran tratado de llevárselos tierra adentro, a paradero desconocido, donde hubiera sido muy difícil localizarles.
El anuncio del Ministerio de Exteriores español de que los tres pescadores desembarcados regresaban anoche al Alakrana no sólo puso a los tripulantes fuera del gran riesgo que corrían en tierra, sino que también puso fin al peligroso e incipiente desorden creado en la zona por las fricciones entre parientes, clanes y piratas.