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¿La salida, por favor?

La economía parece abocada a una nueva etapa de recesión, provocada por las políticas de ajuste

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Encaramos el cuarto año post-Lehman casi igual que hace 12 meses: sin ver el final de la crisis. Todos los pronósticos realizados hasta la fecha vienen a reproducir la frase que, ya en marzo, pronunció el presidente de Mercadona, Juan Roig, y que en su momento pareció una exageración, cuando no una boutade: "¿Lo bueno de 2011? Que 2012 será peor".

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¿Cuánto peor? No será como 2009, tras la quiebra de Lehman Brothers, cuando las economías occidentales sufrieron una intensa depresión. La vuelta a la recesión se concentrará en la zona del euro, que dibujará la fatídica W que en su día avisaron los observadores más pesimistas. El nuevo capítulo de la recesión está a la vuelta de la esquina. El PIB de España y de otros países de la eurozona caerá ya en este último trimestre de 2011, y encadenará tasas negativas, al menos, con el primero de 2012.

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Es el precio de la política de ajuste impuesta desde Europa, cuya autoría intelectual es de Alemania. El saneamiento de las cuentas públicas para rebajar las cifras de déficit, provocadas en gran medida por la crisis tras la quiebra de Lehman, está afectando a la actividad económica de los países del sur de Europa, y su debilitamiento, en un área con relaciones comerciales muy estrechas, contagiará a los otros países. ¿Qué hará Alemania cuando vea que sus exportaciones a España, o a Italia, o a Francia caen poniendo en riesgo su PIB?

Asistiremos al debate sobre las medidas para la salida de la crisis. ¿Continuar con los ajustes o apostar por los estímulos? Los economistas conservadores defienden la contención del gasto y la apuesta por las reformas estructurales que son, a su juicio, las que acabarán reanimando la actividad (aunque las reformas son de maduración muy lenta). Otra corriente aboga por suavizar los ajustes, alargando el plazo para la reducción del déficit (por ejemplo, dos años hasta 2015, en vez de 2013), lo que daría más margen a actuar por el lado del gasto, y a poner en marcha reformas.

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Todo esto no significa que las tensiones en los mercados se vayan disipar. La situación de la deuda soberana seguirá pesando. Italia, que tiene que atender vencimientos de deuda por encima de los 300.000 millones en 2012 (más del doble que España), puede seguir siendo un problema para el conjunto de la eurozona. Y los mercados seguirán viendo con recelos al sistema financiero no sólo español, sino el europeo, que podría aún guardar en sus bodegas activos tóxicos. La banca en España abordará una segunda vuelta en su proceso de restructuración, para limpiar sus balances del ladrillo, que traerá una nueva oleada de fusiones. Será la culminación del cambio radical del mapa bancario español que se ha iniciado este año con la progresiva desaparición de las cajas de ahorros. Sin embargo, todos estos cambios no supondrán, al menos en el corto plazo, una reanimación del crédito; no al menos en los niveles necesarios para impulsar claramente la actividad económica y para crear puestos de trabajo.

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