Dos sacerdotes colombianos contrataron a sicarios para que los mataran
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Los sacerdotes colombianos Rafael Reátiga Rojas y Richard Armando Píffano Laguado, tiroteados hace un año en Bogotá, contrataron a dos sicarios para que cometieran el doble homicidio porque uno de ellos era portador del virus del Sida, ha revelado hoy la Fiscalía General.
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Los prelados católicos habían hecho saber que "iban a pagar su muerte", dijo la fiscal Ana Patricia Larrota durante una audiencia en la que imputó cargos a dos hombres detenidos como presuntos responsables del crimen y que, según la investigación, recibieron como pago quince millones de pesos (unos 8.435 dólares).
Larrota, fiscal de la Unidad Antiterrorismo de la Fiscalía General, reveló que uno de los religiosos era portador del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
Además a este mismo sacerdote se le había ordenado un examen médico que se les practica "a las personas que, al parecer tienen sífilis".
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La fiscal indicó que ambos intentaron días antes suicidarse con la simulación de un accidente de tráfico en un despeñadero cerca de Bucaramanga (nordeste).
Este intento resultó fallido por lo que, según la funcionaria judicial, concluyeron que "la única opción (que les quedaba) era encontrar una persona" que acabara con sus vidas.
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Para ello contrataron a Isidro Castiblanco Forero y Gildardo Peñate Suárez, conocidos con los alias de "Gallero" y "Gavilán", respectivamente, según señaló Larrota, quien les imputó hoy cargos por homicidio agravado.
Las comunicaciones telefónicas hechas por los sacerdotes antes del crimen permitieron a los investigadores identificar a los presuntos sicarios, quienes utilizaron dos armas de fuego para cometer el doble homicidio.
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Los resultados fundamentales de la investigación fueron publicados hoy por el diario bogotano El Tiempo, que indicó que los sacerdotes llegaron a un "pacto de muerte" una vez que a uno de ellos le había sido diagnosticada "una enfermedad contagiosa incurable".
Reátiga, de 36 años y párroco, y Píffano, de 37, aparecieron tiroteados a bordo de un auto el 27 de enero del año pasado en un descampado de Kennedy, populosa localidad de la capital colombiana.
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El primero de ellos pertenecía a la Diócesis de Soacha, población vecina a Bogotá, y el otro a la de Fontibón, en la localidad bogotana del mismo nombre.