Retrato urgente de un pueblo vasco
Con 20.000 habitantes, Lloido vive de la industria, el comercio y los servicios tras el cambio de modelo económico de los años ochenta
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Es un sitio más, con su vida y con sus gentes, sus adioses, sus presentes y también sus planes. Es Llodio: unos 18.500 habitantes y, como siempre, una historia cuyos hilos fue moviendo
la economía.
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Primero fue el campo, claro. Después la industria. Y entonces surgió ese chiste bilbaíno, ese que cuenta la que sucedía cuando los foráneos, al llegar al municipio, se encontraban con aquella marca: Aceros de Llodio. La pregunta era inevitable: "¿Nos hacemos?". Los que decidieron hacerse pudieron ser vecinos del hoy lehendakari Ibarretxe, que comenzó aquí y como alcalde su carrera política en 1983. O de Espido Freire.
La de Llodio -Laudio, en euskera- es la historia de un millón de municipios de comarcas industriales. La implantación de fábricas a mediados del pasado siglo cambió por completo
el perfil del lugar.
El campo dejó entonces espacio para la actividades de las naves industriales. Y en las conversaciones de los vecindarios comenzaron a escucharse acentos de unos cuantos lugares. A los locales, a los de siempre, se le sumaron andaluces y gallegos, principalmente. Y de produjo la mezcla de las gentes y las culturas.
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Entre los cambios, estuvo el que afectó a los hábitos lingüísticos. Entre la inmigración y la dictadura, el euskera perdió terreno.
Si a principios del siglo XX era la lengua claramente predominante en el municipio, en 1980, y según datos consistorio de Llodio, sólo eran hablantes o "cuasihablantes" de euskera el 11% de los vecinos.
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Claro que para entonces habían vuelto a cambiar el modelo político y también el económico.
Por una parte, el fin del franquismo, que dio paso a una indiscutible hegemonía del nacionalismo en el municipio y la correspondiente apuesta por la inmersión cultural. Por otra, la industria -entre las principales fábricas estaban, y en algunos casos aún están, las vidrieras y las metalúrgicas- dejó de
ser lo que era.
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Comenzó a descender la población. El pueblo comenzaba a reinventarse. Y hasta hoy. Y con esa peculiaridad de estar en tierra de nadie, según afirma el gerente de la Asociación de Pequeños Industriales de Llodio, Claudio Pérez, cuando recuerda que el municipio está en la provincia de Álava pero mira más hacia la mucho más próxima ciudad de Bilbao.
Así que uno llega hoy a Llodio y se encuentra con un municipio que, tal y como explica el alcalde peneuvista Jon Karla Menoyo, mantiene un cierto pulso industrial y una vocación comercial y de servicios.
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El regidor de Llodio confía, además, en que se incremente el dinamismo económico del municipio. Jon Karma Menoyo mantiene que "Llodio está muy bien comunicado y eso favorece el asentamiento de nuevas empresas. Se trata de una comarca con mucha vocación industrial".
Y por lo demás, en este País Vasco del que tanto se habla y del que no siempre se sabe demasiado desde otras latitudes, los problemas que hay en todas partes: el alcalde habla de la necesidad de construir viviendas de protección oficial o de resolver el problemas de aparcamiento.
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El gerente de la Asociación de Pequeños Industriales se refiere a la búsqueda de estrategias para afrontar la competencia de la oferta de las grandes superficies de Bilbao. "Nosotros tratamos de vender a Llodio como un centro comercial urbano a cielo abierto -explica Claudio Pérez-. Tenemos nuestra propia tarjeta y también trabajamos en una imagen de marca. También trabajamos con el Ayuntamiento para desarrollar un urbanismo comercial".
Y así transcurre la vida de un Llodio que, de vez en cuando, también padece las acciones de la parte del independentismo vasco que se empeña en apostar por la violencia. Y el municipio que se preocupa, principalmente, por continuar hacia adelante. Construyendo futuro.