Más que una necesidad historiográfica. Más que una curiosidad. Buscarle un hueco en la colección a la pintura española el siglo XIX era una exigencia generacional de todos aquellos que amaron el desnudo en la playa de Portici de Mariano Fortuny en las páginas satinadas de sus libros de arte. Varias generaciones perdieron la perspectiva del natural a casi 100 años de producción tan variada como irregular.
En 2007 descubrimos el tamaño real del atrevimiento de estos pintores capaces de volcarse sobre lienzos gigantes para brear aquellos acontecimientos históricos que han hecho de este país el que es, y de abocetar pequeños gestos vulgares de la vida cotidiana en tablitas enanas.
El tamaño importa y mucho al relacionarse con todas estas pinturas que El Prado acaba de desempolvar en 12 salas, que en algunos casos, como en el del citado Fortuny, cae como un guante por su espacio recogido. En otros, como en el de Pradilla, se queda algo encajonado y con ganas de más pinturas. Tener delante el Juana la loca de Pradilla tira para atrás tanto que acaba uno por no tener espacio para retroceder lo suficiente.
Los pintores españoles del siglo XIX anunciaron la multiplicidad de recursos y estrategias al margen de la academia, así como la sumisión a sus órdenes. Carlos de Haes se sometió con sus paisajes bucólicos al mandato y la regla, pero otros como Sorolla en ¡Aún dicen que el pescado es caro! fueron capaces de adelantarse a la misma fotografía de denuncia, con estampas que iban más allá de las artes decorativas.
De la ampliación se ha cuidado con especial mimo la galería central (la sala 75), en la que se recoge pintura de Goya, el Neoclasicismo y los orígenes del Museo del Prado. De esta manera, el nuevo siglo del Museo del Prado acaba con estos molestos apagones a los que nunca se acostumbrará uno en la historia de la democracia de este país: entre Goya y Picasso, el relleno es lo más rico. Hoy por fin se acabó el imperio de la reproducción fotográfica, punto final a la falsa vida de la pintura del siglo XIX reducida a las páginas manoseadas de los manuales de arte.
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