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Reiniciar la cultura

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Pasar los dedos suavemente por una rueda o una pantalla para acceder a todo lo deseado. Cultura iPod. Un clic para llegar al contenido. Cultura P2P. Máquinas de memes, la unidad de transmisión cultural, surcando el ciberespacio para ser compartidas. Cultura red. Con Wikipedia, el conocimiento se hizo inmediato y gratuito para fingirnos sabios. Cultura wiki. La rebelión contra los abusos de la propiedad intelectual y la industria trajo las licencias abiertas, el copyleft y Creative Commons. Cultura libre.

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2001. Comienza el reinicio de la cultura cuando la globalización se hunde con las Torres Gemelas. Cultura basura, reciclada y sin narrativa lineal como Don DeLillo había avanzado en Submundo. Napster cerró acosado por las discográficas pero el P2P se expandió con Kazaa o BitTorrent. Jimmy Wales y Larry Sanger crearon Wikipedia. Apple lanzó el iPod. Un año antes explotó la burbuja puntocom y la exuberancia irracional se transfiguró en economía de la abundancia. Un nuevo ecosistema de contenidos que sólo existe, tiene valor y es útil cuando es empleado, difundido y mejorado por el público. Criterio P2P. La muerte del autor de Barthes convertida en la sociedad de autores de la red social. Cultura viral.

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T. W. Adorno ríe en su tumba. En el mundo digital triunfa su tesis: cuando la industria domina la cultura, el resultado es puro consumo. Bienvenidos al todo gratis y a la rebelión contra la industria del entretenimiento: el público se apropia de las obras. La exuberancia de la cultura de masas crea la ansiedad del hiperconsumo. Cuando todo está a nuestra disposición en la pantalla, necesitamos una economía de la afectividad para recuperar su valor. Criterio P2P contra la superproducción de la industria cultural, pero la afectividad no se traduce sólo en pago, sino en más consumo.

Somos lo que la cultura nos hace y repetimos mitos el año de la muerte de Lévi-Strauss. Eres la biblioteca de tu iPod-pronto, de tu e-book- en una sociedad de nómadas digitales, individualistas interconectados en busca de tribu donde reconocerse. A menudo bajo la divinidad de una marca. Nuestras películas, música y libros favoritos son nuestro perfil en las redes sociales. La cultura se parte en memes desde que MySpace se convirtió en plataforma de autoedición para la música y el cine aprendió que una descarga aventaja a un minicine en la cultura de bolsillo, y que sólo el 3-D y el gran espectáculo nos devolverán a las salas cuando la televisión se muda a Internet.

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La sociedad del conocimiento es por ahora la del ocio, donde el entretenimiento bastardea la cultura. El hiperconsumo es el ADN de la vida líquida en busca de la identidad en bits y contactos. Buscamos gratificación instantánea en la era del acceso. No esperamos al calendario de estrenos y comercialización de las distribuidoras y los grandes medios. Con tanta abundancia, las formas de acceso crecen y el contenido converge en un nuevo control 2.0, los dueños de las puertas digitales y el cloud computing. La larga cola digital no ha acabado con el imperio de los hits, de Madonna y U2 a Michael Jackson, Harry Potter, Larsson, Los Soprano, Perdidos o El señor de los Anillos y las sagas de vampiros.

Los libros han resistido con miles de títulos y más lectores que nunca cuando el turismo invadió los museos. El e-book llega mientras en las bibliotecas digitales se echa de menos el dominio público y las obras huérfanas se pudren descatalogadas. El mínimo común cultural se impone. Autores, industria y público enfrentan el diario dilema del ordenador: ¿suspender, apagar o reiniciar?

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*Periodista y autor del blog Periodistas 21

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