Prueba de fuego para la nueva estrategia de Obama en Afganistán
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La nueva ofensiva militar lanzada en Afganistán es una prueba de fuego para el Gobierno de Barack Obama, que en diciembre pasado decidió desarrollar un nuevo modelo de lucha contra los insurgentes y elevar a 100.000 el número de soldados desplazados.
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En la madrugada del sábado, las tropas internacionales, con el apoyo de las fuerzas afganas, lanzaron una masiva operación militar con 15.000 efectivos contra un bastión insurgente del sur de Afganistán.
Se trata de la mayor ofensiva en cuanto a número de soldados desde la caída del régimen talibán en 2001.
La Operación Moshtarak ("Juntos", en lengua dari) persigue desalojar a los talibanes de Marjah, una de las plazas fuertes de los integristas en la extensa provincia sureña de Helmand.
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La operación que se ha puesto en marcha en Marjah es un ejemplo de la estrategia contra la insurgencia que propuso hace unos meses a la Casa Blanca el comandante de la OTAN en Afganistán, el general Stanley A. McChrystal.
El presidente Barack Obama, tras un largo proceso de consulta con sus asesores políticos y militares, anunció el pasado 1 de diciembre su nueva estrategia para Afganistán, en la que accedía a la petición de más tropas que había defendido insistentemente McChrystal y a la que se oponían algunos legisladores demócratas.
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La nueva estrategia consiste en enviar 30.000 soldados adicionales a Afganistán, que se sumarían a los 68.000 que ya tenía desplegados Estados Unidos.
El objetivo de esta nueva fuerza sería atajar la insurgencia o al menos debilitarla, lo que permitiría al Gobierno afgano asentarse y asumir sus propias responsabilidades en materia de seguridad. Otro de los objetivos sería mejorar la colaboración entre las tropas internacionales y las fuerzas afganas.
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Esta es, precisamente, una de las características de la operación que se puso en marcha esta madrugada, en la que las fuerzas internacionales cuentan con el respaldo logístico del Gobierno y la policía de Afganistán.
El operativo que hay en marcha en Afganistán pretende, además, proteger en mayor medida a la población civil, de manera que los ataques sean menos masivos y más selectivos.
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En la memoria colectiva permanece el triste recuerdo del ataque a Faluya, en Irak, en noviembre de 2004, en el que perecieron cientos de civiles en un ataque masivo, que provocó más de 200.000 desplazados.
"No queremos otro Faluya," dijo el General McChrystal esta semana en una entrevista con medios estadounidenses. "Faluya no es el modelo".
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En esta ocasión las fuerzas internacionales quieren evitar otro de los errores que se ha repetido en Afganistán, donde los ataques militares han permitido la retirada de los insurgentes, pero sólo durante un tiempo. Tras la retirada de los soldados los talibán siempre regresan.
En esta ocasión, y por primera vez, destaca The New York Times, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el Gobierno afgano han logrado ensamblar un equipo conjunto, que permitirá que, tras los ataques, unos 1.900 policías del país permanezcan en Marjah.
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En términos generales, la ofensiva iniciada esta madrugada tiene como objetivo atacar a los talibanes en uno de sus santuarios. En los próximos meses, las tropas estadounidenses quieren limpiar de insurgentes una zona de unos 320 kilómetros a lo largo del río Helmand.
No obstante, el riesgo de esta ofensiva es el mismo que en anteriores ocasiones, que los insurgentes talibanes huyan a otras partes del país, con menos presencia militar y con más facilidades para atacar.
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En último extremo, poco más pueden hacer las tropas internacionales. La responsabilidad final reside en la capacidad del Gobierno Afgano de mantener la seguridad en su propio país.