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El oro micológico, un mercado al alza que tiene su propia economía sumergida

EFE

Para muchas gentes del medio rural, el inicio del otoño supone el trabajo intenso durante, al menos, dos meses, que es el tiempo que dura la recolección de hongos silvestres, tales como boletus, níscalos, carboneras o setas de cardo, y, además, existe toda una economía sumergida en la compra-venta de estos productos por parte de muchos intermediarios.

De la afición se ha pasado al negocio de una economía que tiene gran trascendencia en el triángulo limítrofe que se forma entre el Noroeste de Cáceres, el suroeste de Salamanca y la zona fronteriza de Portugal.

Con el inicio del otoño, son muchas las familias de la Sierra de Gata salmantina, sobre todo de El Rebollar, en pueblos como Peñaparda, Navasfrías, El Payo o Villasrubias, que se dedican diariamente a la recolección de las setas.

Una vez que están en la cesta, comienza el "baile" de su comercialización.

Primero son las tiendas de ultramarinos de cada pueblo las que recogen las setas diariamente a los recolectores, después los intermediarios y, más tarde, empresas de manufactura y envasado o, directamente, a los restaurantes.

Es el caso de Andrea Mateos, la dueña de la única tienda de ultramarinos de Peñaparda, que, en años buenos, puede recibir hasta 500 kilos de setas al día de vecinos del pueblo que las han recolectado.

"Lo llevo haciendo desde que vine de Francia hace 35 años", ha asegurado a EFE la dueña de la tienda, que de cada kilo se queda con una comisión que le paga el segundo intermediario de entre 25 y 50 céntimos el kilo.

En estos días, es habitual ver a intermediarios en puntos estratégicos de pueblos como Navasfrías, Villasrubias, El Payo o, incluso, Ciudad Rodrigo, esperando a la gente que viene del campo y que ha estado recolectando hongos.

Es el caso de Segundo Torres, intermediario de la localidad de Cilleros (Cáceres), próxima a la provincia de Salamanca, y que todos los días llena el maletero de cajas de setas de cardo, que le va a vender la gente en el puesto que tiene en el barrio de El Puente de Ciudad Rodrigo.

Segundo Torres paga una media de 11 euros por el kilo de setas de cardo, el boletus de primera clase lo paga entre 8 y 12 euros y el níscalo a 7 euros.

A pesar de que este año no es muy bueno, el pasado sábado se llevó de Ciudad Rodrigo alrededor de 300 kilos de setas de cardo que, más tarde, él vende a un almacenista de Valencia y que, a su vez, "se venden a grandes centros comerciales de toda España".

En la zona de Las Batuecas de Salamanca también hay decenas de intermediarios que compran setas.

Es el caso de Cristino Mangas, de Guadapero (Salamanca), al que le llevan las setas que él mas tarde distribuye a otros puntos de venta o restaurantes.

Incluso, hay intermediarios que cruzan la frontera para comprar las setas a las gentes de los pueblos fronterizos de Portugal para luego comercializarlas en toda España.

Lo cierto es que el "boom" de la micología y su gran valor culinaria ha revolucionado todo un sector que necesita, según expertos como el micólogo mirobrigense José Ignacio Gómez Risueño, una regularización inmediata en todos los aspectos: en el comercial, en el turístico e, incluso, en el de la investigación.

Hasta hace una década, la mayoría de las setas recolectadas en los pueblos de El Rebollar, una de las zonas de España más rica en boletus, tenían como destino una fábrica de Moraleja (Cáceres), aunque, tras la implantación hace unos años de una empresa de productos silvestres en Navasfrías (Salamanca), la mayoría de los hongos se quedan en la zona desde donde se vende a toda España.

Los empresarios del sector creen que, para evitar toda esta economía sumergida y para garantizar las medidas necesarias desde el punto de vista sanitario a la hora de su comercialización, es imprescindible una normativa que regule toda esta situación y un mayor control.

Carlos García

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