El presidente de EEUU, Barack Obama, viaja hoy a la ONU para abordar la crisis de la deuda en Europa y, sobre todo, tratar de contener los daños que pueden derivarse para la Casa Blanca de la decisión palestina de plantear ante el Consejo de Seguridad el reconocimiento de su Estado.
La iniciativa palestina llega en un mal momento para el presidente estadounidense, cuyos índices de popularidad se encuentran en los momentos más bajos de su mandato y que trata de convencer al público de que sus propuestas para recortar el déficit y crear empleo son las adecuadas para reactivar la economía.
Un nuevo revés en la ONU y en su política exterior daría pábulo a la percepción de que Obama se ha convertido en un presidente debilitado.
El año pasado, en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, Obama había expresado su apoyo a un Estado palestino.
Pero este año ha anticipado que si el presidente palestino, Mahmud Abás, plantea ante el Consejo de Seguridad el reconocimiento de su Estado, algo que las autoridades de Ramala pretenden hacer el viernes, EEUU lo vetará.
Según ha declarado, llevar el reconocimiento de Palestina ante la ONU es "una distracción" que no servirá para hacer realidad la solución de dos Estados, el israelí y el palestino, que convivan en paz y seguridad. Esa solución, asegura, sólo puede llegar mediante las negociaciones entre las dos partes.
Pero esas negociaciones se encuentran estancadas desde hace casi exactamente un año, cuando Israel declinó prorrogar la moratoria a la construcción de nuevas viviendas en los asentamientos en Cisjordania.
Los palestinos consideran que, precisamente, plantear el reconocimiento ante la ONU es la vía que les queda para reabrir esas negociaciones.
En los últimos días, EEUU ha lanzado una ofensiva diplomática de última hora para intentar persuadir a Abás y a su gobierno de que desistan de su idea. Dos enviados, Dennis Ross y David Hale, se han reunido en la región con representantes de uno y otro lado.
Obama se encuentra con que cualquier posición que adopte, llegado el caso de pronunciarse, es mala. El "sí" de EEUU -impensable hoy por hoy- le enemistaría decisivamente con un bloque electoral que le es indispensable, el voto judío, de cara a los comicios presidenciales del año próximo.
Mientras que el "no" le deja vulnerable a acusaciones de hipocresía, en particular a la luz de su defensa de los derechos democráticos a raíz de las revueltas en el mundo árabe, y le enfrenta con los Gobiernos de esos países, donde la actitud ante EEUU es, cuando menos, escéptica.
Durante sus dos días y medio de visita a la ONU, el presidente estadounidense tiene previsto reunirse con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, el miércoles a las 15.00 GMT, ostensiblemente para abordar vías que permitan relanzar el proceso de paz en Oriente Medio.
No se verá, sin embargo, con Abás, con quien tampoco ha hablado en los últimos tiempos.
El relanzamiento del proceso de paz será también uno de los asuntos a abordar en buena parte de las reuniones bilaterales que mantendrá con diversos líderes mundiales, en particular con el primer ministro británico, David Cameron, o el presidente francés, Nicolas Sarkozy.
Oriente Medio será también protagonista en su reunión del martes con el primer ministro turco, Recep Tayipp Erdogan, y (desde otro ángulo, el futuro de los movimientos contra los dirigentes tradicionales en la región) en la que mantenga con el líder del Consejo Nacional de Transición libio, Mustafá Jalil.
Se espera que abarque también buena parte del discurso que Obama pronunciará el miércoles ante la Asamblea General de la ONU.
Pero Obama no estará falto de otros temas que abordar durante su estancia. La crisis de la deuda en Europa será otro asunto protagonista en sus conversaciones, tanto con Cameron y Sarkozy como con el primer ministro japonés, Yoshihiko Noda, y la presidenta brasileña, Dilma Rousseff.
Con el presidente afgano, Hamid Karzai, tratará el martes sobre el desarrollo del proceso de transición en la guerra en su país y abordará asuntos como la democracia o las perspectivas para Sudán del Sur con el presidente del país más joven del mundo, Salva Kiir.
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