Oasis sacia la sed de su plebe
Los Gallagher reinaron ayer ante 40.000 espectadores
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Parecían condenados a vivir de las rentas, de sus fans más acérrimos, pero Oasis han resucitado. Sus discos siguen sin ser significativos, pero su poder de convocatoria se ha multiplicado. Anoche en el FIB, ante 40.000 personas, lo volvieron a demostrar.
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Fue curioso: grupo inglés ante público mayoritariamente inglés... en Benicàssim. Abrieron con la primera canción de su primer (y mejor) disco, Rock and roll star, una verdadera profecía. Liam Gallagher la terminó, evidentemente, con un "fuck". Por un momento pareció que iba a decir algo más, pero claro, no. Luego llegó la psicodélica Lyla, mientras los minis de cerveza, curiosa costumbre, seguían volando sobre la masa. Dedicó Cigarrettes & Alcohol a Inglaterra. No es por desconfiar de su nuevo público, pero aunque es uno de sus grandes éxitos, no se oía a la gente coreándola. Evidentemente, fue el show más seguido del día.
Los encargados de abrir el escenario principal fueron The Bishops, unos londinenses que viven su particular día de la marmota. Se levantan hoy y están en 1968. Se levantarán mañana y estarán en 1968. Y así, en plan Bill Murray. Son pequeños, tienen sólo dos discos y cumplen uno tras otro todos los clichés del pop británico: espíritu sixtie con melodías beatleianas, ritmo machacón con ribetes mod a lo The Who, camisa y corbata... Sólo cuando el cantante le tiró la guitarra al pipa, transmitieron algo de frescura.
En la carpa Fib Club, los Naive New Beaters pisaron el acelerador. Es infalible: ejecutan un ritmo bailable y acto seguido un condón hinchado comienza a volar. El trío francés, con su rock bailable de bases electrónicas y espíritu negro, puso a botar a un público que necesitaba gastar energías. Como Contador en el Tour: si estás fuerte, lo demuestras. El cantante, un showman con pinta entre Jamiroquai y Manu Chao, se lo pasó bomba con sus bailes, tan tontos como divertidos. Su extravagante apariencia la completaban un guitarrista con pinta de heavy reciclado el guitarrista más divertido del día (evidentemente, Noel Gallagher no le iba a quitar el título) y un teclista que apareció con una bengala colgando del hombro. De lo mejor de la jornada.
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La Bien Querida cumplió en un horario de lujo: las nueve de la noche. Por allí se vio a algún grupo de inglesas, que reaccionaron con risitas extrañadas en un primer momento, pero terminaron amagando algún paso de baile, quizás recordando las clases de flamenco que tomaron de niñas. Funcionó.