"No queremos ser otra Libia"
Los ciudadanos de Siria expresan su deseo de que las protestas en su país no conduzcan a una guerra civil
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Las protestas no llevarán a nada bueno. Están desorganizadas y no representan el sentir mayoritario. No queremos que Siria se convierta en una suerte de Yemen o de Libia". Habla Mahmud, un joven universitario de Damasco, mientras da un paseo por el barrio de Salihie, entre los pitidos de numerosos vehículos y los gritos de sus pasajeros, que ondean banderas y portan fotografías del presidente Bashar al Asad. Observa un momento el bullicio y a continuación añade: "Yo estoy pensando en emigrar. La situación para los jóvenes no es fácil en estos momentos. Hay cosas que mejorar, por supuesto. Pero a través del caos no nos va a ir mejor. Todo lo contrario".
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En Damasco, estas reflexiones se repiten entre los numerosos ciudadanos con los que ha hablado este periódico. Una ciudad en la que, en lugar de manifestaciones de opositores, se observa a personas coreando consignas en apoyo al Gobierno. Como consecuencia de las protestas que arrancaron en Derá hace 12 días, miles de ciudadanos sirios llevan a cabo marchas espontáneas a favor de la unidad nacional.
La Policía abre fuego para dispersar a los manifestantes en Derá, según testigos
Ayer, el vicepresidente Faruk al Shara declaró a la cadena de televisión del movimiento chií libanés Hezbolá, Al Manar, que el presidente Al Asad anunciará entre hoy y mañana una serie de "importantes decisiones que agradarán al pueblo". Y el Ministerio de Interior hizo un llamamiento a través de mensajes a teléfonos móviles para que se detuvieran incluso estas marchas de adhesión para que el país pueda recuperar la normalidad. En Derá, los manifestantes salieron ayer a la calle coreando "dignidad y libertad" y "no a las leyes de emergencia", y la Policía hizo disparos al aire para dispersarlos, según testigos.
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Los últimos enfrentamientos graves sacudieron la ciudad costera de Lataquia, de donde procede la familia Al Asad, que gobierna el país desde hace 40 años. Allí murieron el sábado 12 personas, entre ellas dos miembros de las Fuerzas de Seguridad, según las autoridades locales. El Ejército ha tomado posiciones en la localidad para impedir nuevas muertes. La versión oficial asegura que "francotiradores de una banda armada" abrieron fuego desde tejados de edificios situados en el centro de la ciudad.
Bashar al Asad anunciará hoy o mañana "decisiones importantes"
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El Gobierno, que se comprometió el pasado jueves a no atacar ninguna manifestación pacífica, negó que el fuego procediera de sus filas y apunta a elementos islamistas externos. Según declaraciones de ciudadanos de Derá publicadas por los medios locales, los participantes en los enfrentamientos no eran naturales de la comarca.
En este sentido, la consejera del presidente Al Asad, BuzeinaShaaban, dijo que Siria está siendo objetivo de "un proyecto de sedición entre las distintas religiones" del país. Un proyecto que, dice, no tiene relación con las "manifestaciones pacíficas ni con las demandas legítimas y lícitas" del pueblo. Existe cierto temor entre la población a que la armonía con la que conviven en la actualidad las 18 confesiones reconocidas por el Estado se rompa. "Lo bueno de nuestra sociedad es que todos los credos viven en paz. Eso es, en gran parte, por la acción del Gobierno, que siempre dio prioridad al componente ciudadano por encima del religioso", afirma Omar, un ingeniero damasquino de 35 años.
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"En realidad, es vox pópuli que estas protestas están siendo avivadas por opositores expulsados del país", apunta Omar. Uno de ellos, Maamun al Homsi, un exmiembro del Parlamento acusado en 2001 de pretender "modificar la Constitución a través de medios ilegales" y que encontró finalmente asilo en Washington, solicitó el viernes a la comunidad internacional que interviniera en Siria tras los enfrentamientos en Derá.
La población teme que la armonía religiosa del país se rompa ahora
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Sin embargo, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, en una entrevista a la CBS emitida el domingo, descartó por el momento esta posibilidad: "Hay una diferencia entre movilizar aeronaves y bombardear indiscriminadamente tus propias ciudades, como en Libia, y las acciones policiales [en Siria], que francamente han tenido un uso de fuerza excesiva que a ninguno de nosotros le gustaría ver".
Hazem, un joven de Damasco, no puede ocultar su asombro cuando se le comunica la noticia: "No creo que haya la más mínima necesidad de llegar a este punto. La situación en Derá es aislada. Aquí en Damasco, por ejemplo, o en el resto del país, todo transcurre como cualquier otro día".
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Aunque se desvanece poco a poco el empuje con el que contaron el pasado fin de semana, los opositores aún no han perdido la esperanza de que la revuelta se extienda. "Hemos superado la barrera del miedo y llegado a un punto de no retorno", proclama Ibrahim, abogado.
Los extranjeros, a su vez, se muestran sorprendidos por la magnitud de las noticias. Sonia, nombre ficticio de una española residente en Damasco, cuenta: "Aquí sigo yendo a mi trabajo; todo funciona con normalidad y no se nota la tensión que se transmite en los medios extranjeros. Mis padres piensan que estamos en una especie de guerra, pero no hay nada más lejos de la realidad".
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Las autoridades sirias han detenido en los últimos días a dos ciudadanos estadounidenses en las protestas. El jueves detuvieron a Pathik Root, un estudiante de 21 años que asistía a una manifestación en Damasco.Un día después apareció en televisión Mohamed Radwan, egipcio con pasaporte estadounidense al que el régimen sirio obligó a confesar que era un espía de Israel. Radwan participó activamente en las protestas en Egipto antes de regresar a Siria, donde trabajaba regularmente.