La Guerra Civil y el franquismo nacieron en blanco y negro. Fueron perfilados por el lápiz de Carlos Giménez (Madrid, 1941), que ha retratado con crudeza, pero también con ternura, los oscuros pasajes del pasado español a través de su propia memoria. Sus fogonazos negros y sus dramáticos blancos le han hecho revivir los recuerdos nacidos en el hogar de Auxilio Social, que quedaron plasmados en la serie Paracuellos. Hambre, penurias y un porvenir tan oscuro como aquellos días desbordan una biografía que, desde lo particular, retrata a toda una generación.
La labor de denuncia y el papel de cronista de Giménez se vuelven a advertir en obras como Barrio o España. Una, Grande y Libre, que relata la Transición española, o 36-39. Malos tiempos, una dura narración que contrasta con el carácter entrañable y la modestia de un maestro del tebeo. Tras años contando una realidad que algunos desearon desconocer, Giménez sigue empuñando el lápiz como la herramienta más certera para espantar el olvido.
Con ‘Paracuellos', hizo su propio ejercicio de memoria histórica...
Algunos amigos me dicen: 'Tú inventaste lo de la memoria histórica, lo que pasa es que no sabías que se llamaba así'. Lo hice con la pretensión de que la gente supiera que habían existido esos colegios. Lo hice con todo el rigor y todas las pretensiones del que hace un documento sencillo de una pequeña parte de la historia de España, que posiblemente no interese a casi nadie, pero que me interesa a mí y a los que estuvimos en el colegio, porque la sufrimos nosotros. Luego ya no pretendía tanto dejar testimonio de cómo eran, que siempre lo hay, sino contar las cosas que sabes.
¿Se sintió solo en la denuncia de la represión?
En la época del franquismo, hubo mucha gente que luchó contra él. Estábamos perseguidos y había censura. Ahora, salvo honradísimas excepciones, es como si toda esta gente hubiera bajado el tono y vivimos en un mundo en el que todo es tibio.
‘Paracuellos' es una de sus grandes obras, ¿ha llegado a perseguirle?
Antes de empezar a dibujarlo, yo les contaba las historias a mis amigos. Cuando tuve la más mínima oportunidad lo dibujé, pero nadie lo quiso, hasta que los franceses de Fluide Glacial se interesaron. Al dibujarlo, ya había exorcizado mis fantasmas, ya no tenía mayor interés en contar esa historia. Pero todo el mundo empezó a querer hablar de Paracuellos. Llegó un momento en el que ya estaba harto de él, pero cuando he dejado de hacerlo, me he dado cuenta de que tenía ganas de hacerlo otra vez. Y he vuelto a hacer otro álbum, y otro más...
¿Por qué se arriesgó con obras comprometidas que podían traerle problemas?
El primer problema no era que te dieran con una porra en la cabeza. El primer problema es que no pudieras alimentar a tus hijos. Cuando consideré que mi primer aprendizaje ya estaba hecho, pensé que yo era adulto y que el lector al que me quería dirigir también era adulto. Además, en España había una política muy determinada que te pedía a gritos que dijeras algo. Enseguida que pude, empecé a coger mis propios temas y hacerlos a mi estilo. Es verdad que hice lo que quise, conseguí dibujar y escribir las historietas que me interesaba hacer, pero es verdad que lo pasé muy mal económicamente.
¿Mereció la pena?
Sí, yo no me arrepiento y ahora sigo haciendo lo mismo. Nunca he pensado que podría darle un cambio de rumbo a mi profesión y hacer trabajos más comerciales. Si hay algo a lo que no quiero renunciar, es a ser lo que soy. Si hiciese otros temas, no los haría bien porque los haría sin convicción.
¿Sigue estando de acuerdo con lo que describió en ‘Hom' de que aunque la revolución no salga, hay que seguir intentándola?
Mientras hay alguien que quiera mejorar las cosas, las cosas están mejorando. Toda lucha sirve para algo.
¿Cree que su éxito viene de que sus historias cuentan la vida de la gente corriente y no de héroes?
A mí no me ha acompañado nunca el éxito del millón de ejemplares. A cambio de eso me conformo con saber que tengo una buena crítica, que me da lo suficiente para poder vivir y que hay gente que lee mis cosas. Eso ya es mucho. En lo que respecta a las historias, yo cuento lo que he vivido o he conocido. Lo que a mí me gusta de mi trabajo es que procuro contarlo con sinceridad. Nunca me invento una historia. No me considero un gran artista ni un gran dibujante. Yo soy un recogedor, un mendigo de historias.
En su obra hay una constante presencia de opresores y oprimidos...
Sí. El mundo funciona mal por una sola razón, porque hay gente que abusa. Es algo que está en los grandes hechos de la política, pero también en el colegio, en la familia, en el taller. El abusar del otro está presente en todo y me gusta evidenciarlo porque es una cosa que no soporto. Lo que más me indigna es la injusticia.
¿Por qué a pesar de que cuenta relatos trágicos siempre incluye algo de humor y ternura?
Siempre procuro que haya esa mezcla porque, a pesar de las tragedias, las personas siempre tienen un punto que te puede provocar una sonrisa, aunque a veces sea amarga. En el caso de los niños, porque, aunque estén muriéndose, juegan. Creo que entiendo muy bien lo que siente un niño. De hecho, me da la sensación de que he sido mucho más tiempo niño que adulto, porque es como si mi infancia se hubiera dilatado con tantos recuerdos.
En ‘Paracuellos' y en ‘36-39: Malos tiempos' destaca la visión de los niños y ‘Dani Futuro' está protagonizado por un adolescente. ¿Por qué le interesan tanto los personajes jóvenes?
Dani Futuro era un jovencito porque era una serie juvenil y eso no tenía que ver con ningún planteamiento. La razón es que me baso mucho en mi biografía y suelo situar al personaje en la edad que yo tenía cuando conocí ese mundo. Además, a mí me gusta que los niños estén presentes en todo. Aún cuando hago una historia del oeste, en las calles de mis primeros tebeos, salen niños y viejos, porque en el mundo hay de todo.
¿Cómo lleva la presentación de su candidatura al Premio Príncipe de Asturias de las Artes?
Creo que es algo excesivo para un personaje como yo. Tengo un tremendo cariño y gratitud hacia toda esta gente que está trabajando tantísimo en esta candidatura y que está trabajando más de lo que merece el asunto.
También está nominado en el Salón del Cómic de Barcelona al Mejor Guión y la Mejor Obra Española de 2008 por ‘36-39. Malos tiempos 2'. Además, suena como máximo candidato al Premio Nacional...
No creo que me den este galardón, ya me lo habrían dado. Los premios no me mueven a trabajar. Si me los dan, los agradezco, me encanta; pero si no, no pasa nada.
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