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Ni Pelé ni Beckham vencen a la cultura del tiempo muerto

El fútbol no logra conquistar Estados Unidos

LADISLAO JAVIER MOÑINO


Pelé, en un partido con el Cosmos de Nueva York.   AFP

Ni Pelé, ni Beckenbauer, ni Cruyff, ni Beckham, ni la organización del Mundial 94. Al fútbol se le resiste la conquista de Estados Unidos. Desde los años setenta, el soccer ha tenido grandes padrinos que se dejaron parte de su vida y su dinero en tratar de consolidar, sin demasiado éxito, el fútbol como deporte de masas.

La propia dinámica del juego en sí choca con la cultura de entretenimiento que tienen los estadounidenses cuando asisten a un espectáculo deportivo. 'Allí piensan que 45 minutos sin interrupciones es demasiado tiempo sin que pueda pasar nada', explicaba Celades en El Tirachinas, actual jugador del Red Bull de Nueva York. El fútbol no da interrupciones para devorar palomitas, hamburguesas o contemplar los cuerpos aeróbicos de las cheerleaders.

Precisamente en la Gran Manzana se proyectó la aventura más decidida y arriesgada para lanzar el fútbol que se haya intentado en Estados Unidos. En 1971, Steve Ross, uno de los peces gordos de la Warner, decidió convertir el Cosmos en el club más mediático del mundo. Se marchó a Brasil a por Pelé, que tenía 35 años y meditaba su retiro definitivo. ORei tenía una oferta de Boniperti, el presidente del Juventus. 'Si vas a Italia, ganarás un campeonato, pero si vienes a Estados Unidos, ganarás un país', le auguró Ross.

La llegada de Pelé fue secundada por la de Beckenbauer, Cruyff, Chinaglia, Carlos Alberto, Romerito... Ross firmó un contrato de explotación de siete millones de dólares. Una salvajada para la época. Se creó una liga profesional que sólo llenaba estadios cuando jugaba el Cosmos o en zonas con un alto índice de población de sangre europea. Una de esas ciudades era Toronto, en la que jugó el madridista Velázquez: 'Las televisiones trataron de implantar el fútbol cuando se acaban las grandes ligas de béisbol, baloncesto o fútbol americano. En las zonas hispanas, había más afición; pero en los otros estados, era un deporte desconocido'.

Los primeros años del Cosmos fueron rentables, pero para 1983 estaba en banca rota. El campeonato desapareció y el fútbol quedó muy tocado.

El siguiente gran padrino que trató de impulsar el soccer fue el vicepresidente estadounidense Henry Kissin-ger. Empeño personal suyo fue que el Mundial 94 se disputara en Estados Unidos. La FIFA también estaba muy interesada, y aún sigue, en la expansión del juego en un país con más de 550 millones de habitantes. El Mundial 94 fue un éxito de público, pero no caló como se esperaba en la sociedad americana.

Paralelamente a su organización, se creó la Major Lea-gue Soccer (MLS). El campeonato, que aún pervive, fue el vigésimo intento de consolidar una liga profesional. Su primera fórmula fue convertirse en un cementerio de elefantes: Donadoni, Zenga, Stoitchkov. Su calado sólo fue considerable en Los Ángeles, Chicago y Seatttle.

Ni siquiera la presencia de Beckham tuvo la repercusión esperada. Fue allí como el gran salvador, pero muchos analistas discrepan de su impacto. Grahame Jones, de The Angeles Times, es uno de los más escépticos: 'La aguja del fútbol está aproximadamente en el mismo lugar en el que estaba antes de que Beckham llegara'.

Mientras, la MLS estudia construir estadios más pequeños para que los grandes coliseos del fútbol americano no parezcan desiertos con sólo 15.000 espectadores y el ambiente en las gradas sea más caluroso. El problema es que seguirá sin haber tiempos muertos para deleitar la vista o rellenar el estómago.

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