Mujeres que lucharon por la libertad y perdieron
La muerte de Concha Carretero, histórica militante comunista y símbolo de la lucha por la República, cierra una generación de mujeres que se jugaron su vida por la libertad, la igualdad y la democracia
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El año 2014 arrancó con la muerte de Concha Carretero, histórica militante comunista que perteneció a las Juventudes Socialistas Unificadas y que se convirtió en símbolo de la lucha en defensa de la II República. Murió a los 96 años sin poder ver cumplido su sueño: la instauración de la III República Española. Su hijo, Jaime, señalaba a Público desde el tanatorio donde se celebraba el funeral de Carretero que su madre pertenecía a una generación de mujeres "que se habían jugado su libertad y su juventud por la de todos los demás".
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Como Concha Carretero, cientos de mujeres de todos los territorios del Estado no dudaron en enfrentarse a los militares, a la Iglesia y a esa parte de la sociedad civil que se levantó en armas contra la República. Todas ellas perdieron su libertad en la lucha. Otras muchas perdieron también su vida. Como señaló Jaime, hijo de Concha, su madre "mantuvo el legado de toda esa generación hasta el final" de sus días. Carretero era una de los últimos buques insignia de una generación de mujeres cuyos nombres raramente aparecen en los libros de Historia. No hay que olvidar que la historia siempre la escriben los vencedores.
Hacer una lista con el nombre de estas mujeres sería imposible. No sólo se debería incluir en ella a todas las que militaron activamente en política sino también a todas esas mujeres, que con sus maridos e hijos mayores fusilados o encarcelados, se dejaron el alma para la supervivencia de los suyos. Esa lista debe incluir nombres como el de Enriqueta Martín, que durante años estuvo caminando 34 kilómetros casi diarios, el camino de ida y vuelta hasta el pueblo vecino, para introducir tabaco, harina y aceite de contrabando en su pequeño pueblo de Granada para poder y alimentar a sus cuatro hijos. O el de Rosa Cañadas que, con apenas 20 años, tuvo que limpiar casas, picar piedra y coser pantalones, entre otras funciones, para sacar adelante a una familia de cinco hermanos cuyo padre, alcalde de Guadalajara durante la República, había sido fusilado y todas sus pertenencias requisadas.
Con la instauración del régimen franquista la mujer fue calificada como una individua de dudosa moral cuyos intentos de acceder a la ciudadanía en condiciones de igualdad al hombre fueron castigados ejemplarmente con penas de cárcel, exilio, silencio y uniformidad. Sobre ellas y sobre su no libertad, el franquismo pretendió cimentar el nuevo régimen nacional católico. Ellas, sin embargo, son también el pilar sobre el que se sustentan los logros femeninos en defensa de la igualdad y contra la sociedad patriarcal, que hoy día se sigue intentando imponer a la mujer. Su ejemplo, su legado y su lucha no deben quedar atrás.
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El caso de Aurora Arnáiz es el ejemplo paradigmática del exilio intelectual forzoso que sufrió España. Arnáiz, como Carretero, militó en las JSU, donde llegó a desempeñar el cargo de responsable de la Cuestión Femenina. El cinco de marzo de 1939, Arnáiz y su marido, José Cazorla, fueron detenidos y obligados a permanecer aislados en una casa en Guadalajara por los partidarios de la Junta de Casado. En cautividad, Aurora vio morir a su pequeño hijo Carlos, gravemente enfermo, sin ningún tipo de ayuda médica. Con el final de la guerra, Arnáiz logró cruzar la frontera francesa y desde allí viajó a Santo Domingo, Cuba y, posteriormente, México, donde comenzaría una nueva vida. Su marido, sin embargo, fue fusilado por el régimen franquista.
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En el país norteamericano, Arnáiz se convirtió en una respetada profesora de Derecho Constitucional, antes lo había sido de Teoría del Estado, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). De hecho, Arnáiz fue la primera mujer en alcanzar el grado de catedrática en México. Autora de numerosas obras, la mayor parte de ellas se centran en el campo del Derecho y la Ciencia Política, aunque destaca, especialmente, el libro Feminismo y femineidad (México D.F., UNAM, 1978).
"Arnáiz fue una de las mujeres con mayor protagonismo político entre la juventud española de 1930, especialmente como dirigente de la JSU durante los primeros meses de la Guerra Civil. Combinaba su formación en la mejor tradición liberal de los años veinte con un firme compromiso político, canalizado por la vía del socialismo. Era de un nivel intelectual más que considerable. ¿Su olvido? Influyeron dos factores: su exilio en México y su condición de mujer", señala a Público el historiador David Jorge, profesor de la Wesleyan University (Connecticut, Estados Unidos).
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Aurora Bautista fue una famosa actriz durante la España de Franco llegando a trabajar con Paco Rabal y Juan Antonio Bardem, entre otros muchos. De hecho, llegó a ser considerada como una actriz insignia del franquismo, pero Bautista nunca estuvo cerca de comulgar con el régimen. Lo que pocos conocen a día de hoy es que Autora Bautista militó en las JSU durante la República y que luchó activamente contra el golpe de Estado militar de julio de 1936.
Los caminos de Bautista y Carretero se cruzaron en varias ocasiones. Se conocieron en la fábrica de guerra y experiencias industriales de Madrid, donde ambas trabajaron durante la guerra. Aurora frente al torno cilíndrico y Concha con el torno automático. Las dos fueron detenidas el 6 de marzo de 1939, tras el golpe de Casado, cuando intentaban recuperar el archivo de las JSU y las dos, tras pasar por las dependencias policiales de Serrano y los Salesianos de Atocha, terminaron en la cárcel de mujeres de Ventas.
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Allí Aurora Bautista y Carretero compartieron celda antes de ser puestas en libertad la noche antes de la entrada de las tropas de Franco en Madrid. Concha pronto caería de nuevo en manos de la policía, en una cita para reorganizar la JSU clandestinamente y Aurora Bautista comenzó su alejamiento de la actividad política y su pasado cayó en el olvido más profundo. La única actividad política que se le conoció después fue su participación en la manifestación pro-amnistía convocada a las puertas de la cárcel de Carabanchel el 27 de noviembre de 1975. Aquella noche fue detenida y conducida a los sótanos de la Puerta del Sol, junto a otra gente, entre otros el también actor Juan Diego. De Sol fueron llevaron a las Salesas y aquella misma noche fueron puestos en libertad.
"Bautista asumió la derrota y el silencio que ésta implicaba si quería mirar hacia adelante en la España de Franco. Pero, desaparecido éste, no pareció estar por la labor de que se prolongara por más tiempo la ausencia de libertades. De ahí su detención una semana después de la muerte de Franco", explica a este diario el historiador David Jorge.
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La historia de Matilde Landa es estremecedora. Dirigente del PCE, Landa formó parte durante la Guerra Civil de la sección de información popular del subsecretariado de Propaganda del Gobierno Republicano donde recorría la España republicana organizando conferencias para levantar la moral a los combatientes republicanos. Además, fue voluntaria en el Socorro Rojo Internacional, donde colaboró en la evacuación de Málaga.
Condenada a muerte tras la victoria de las tropas franquistas, Matilde ingresó en la cárcel de Ventas de Madrid, donde permanecían alrededor de 10.000 presas. Desde dentro, con el permiso de la directora de la prisión, compañera de la residencia de estudiantes, montó la llamada Oficina de Penadas, que se encontraba en su misma celda. Se trataba de una máquina de escribir en la que Matilde escribía recursos para que sus compañeras no fueran fusiladas una vez escuchados sus casos.
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En poco tiempo se convirtió en la reclusa más carismática. La joven comunista se había convertido en un símbolo de dignidad y resistencia para sus compañeras reclusas. Un amigo de la familia, cercano al régimen franquista, intercedió para que no fuera ejecutada. A cambio, el régimen la condenó a 30 años de prisión que debían cumplirse fuera de la península. Fue entonces cuando trasladaron a Landa a Mallorca. Era el mes de agosto de 1940.
Landa se convirtió entonces en el objetivo propagandístico de la Iglesia balear. Su conversión al catolicismo sería una gran arma propagandística y minaría la moral de los vencidos. No bastaba con vencer. Había que humillar y convertir a los derrotados. Matilde fue apartada del resto de presos y sólo podía hablar con Bárbara Pons, de Acción Católica, quien se encargaba de que finalmente aceptara la conversión al catolicismo.
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Allí, el régimen franquista le ofreció a la dirigente comunista mejoras en la alimentación de los hijos de las presas del penal de Mallorca a cambio de su bautismo y conversión al catolicismo. Matilde eligió sus principios. El 26 de septiembre de 1942, día que estaba prevista la ceremonia de bautismo, Landa se precipitó por la terraza hacia el patio interior de la prisión. Prefirió la muerte a renunciar a sus convicciones ideológicas.
Minutos antes de su suicidio, Landa escribió una carta a su hija donde, de manera encubierta, se despedió de ella rogándole perdón. La ceremonia de su bautizo ya estaba preparada: "Hoy es el gran día, dicen. Doña Bárbara, otras señoras de Acción Católica y las monjitas andarán relamiéndose con el triunfo. El dolor del pecho no me deja pensar, Carmencilla (...). No puedo ver sin llorar los rostros de esos niños a los que amenazan con dejar sin leche si yo no me convierto. Tú sabes, Camencilla, lo mucho que me preocupan los niños, los más desgraciados, con sus corazoncitos, tan sensibles y tan a merced de los caprichos de los mayores. No puedo, no puedo aceptarlo. Sería como prostituirme (...). Quien sobra soy yo (...). Espero que me sigas queriendo y que te acuerdes de mí a pesar de lo que te cuenten, a pesar de lo que voy a hacer. Que tú, mi niña, mi chiquitina, y esos pobres niños me perdonéis", escribió Landa antes de su suicidio en una carta que recoge Antoni Tugores en la obra Víctimes invisibles.
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Otilia se enroló en las filas del Partido Obrero de Unificación Marxista cuando apenas cumplió la mayoría de edad, porque pensaba que desde este partido era posible "seguir luchando contra las injusticias". Modista de profesión, Castellví sufrió la represión por partida doble: las checas republicanas cuando el POUM fue ilegalizado y la represión franquista. Cuando acabó la guerra, Otilia cruzó la frontera francesa, donde fue detenida y condenada a la cárcel. Una pena que cumplió en diferentes campos de concentración hasta que consiguió huir a Alemania, donde vivió como costurera casi toda la II Guerra Mundial. Finalmente, Otilia consiguió huir a Venezuela donde permaneció hasta 1956, cuando regresó a España.
Durante su estancia en Alemania dejó varios escritos que fueron recogidos en la obra De las checas de Barcelona a la Alemania nazi (Acantilado). Entre ellos, se encuentra esta reflexión: "¡La guerra! ¿Qué maldito egoísmo inspira a los hombres tanto egoísmo? ¿Dónde está la civilización? ¿Quién juzgará a los criminales que, de lejos y con frialdad, perpetraban miles y miles de crímenes? ¡Qué absurdos! ¡Cuánto cinismo!".