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Muere el editor con prudencia

Antonio López Lamadrid, copropietario de Tusquets, falleció hoy por la mañana en Barcelona víctima del cáncer

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Hace unos meses, en el jardín del palacete barcelonés en el que late la editorial Tusquets, Beatriz de Moura y Antonio López Lamadrid celebraban sus cuarenta años de existencia que la editora acertó al resumir en la frase "la editorial ha llegado a ser lo que es, gracias a que Antonio López Lamadrid ha sido nuestro particular Pep Guardiola".

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Para entonces Toni ya había avisado a sus compañeros en la editorial del delicado estado de salud por el que pasaba debido a un cáncer que minaba sus fuerzas. Ayer en la mañana fallecía en Barcelona el editor que lo fue a partir del día en el que decidió abandonar la empresa textil a la que se dedicaba su familia, hace 32 años.

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Ya había conocido a Beatriz de Moura y había curioseado un estado de cuentas de Tusquets, y como él mismo reconocía, no entendía "cómo se podía trabajar tanto, tan activa y eficaz como lo hacía Beatriz, y al mismo tiempo facturar tan poco al año". La llegada de López Lamadrid a la editorial como director general transformó una editorial artesana en una empresa profesional, con filiales en Argentina, México y EEUU.

En estos años, la pareja ha logrado la confianza y la fidelidad de autores como Henning Mankell, Marguerite Duras, Haruki Murakami, Almudena Grandes, Milán Kundera o Jorge Semprún, de quienes han recibido libros que suponen algunas de las mejores ventas de una editorial que no publica más de 65 libros al año, "sin claudicar en la calidad de su elección", como señaló López Lamadrid al hilo de la celebración de los 40 años de existencia de Tusquets.

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Con él aparecieron nuevas colecciones como La sonrisa vertical, en 1977, y Andanzas, en 1981, una apuesta narrativa que hoy ya supera los 700 títulos. Con ellas logró dar oxígeno a un momento delicado para la editorial. Por entonces ya se reconocía a Toni por sus buenos métodos: le gustaba cuidar a sus autores, porque ellos eran quienes guardarían el futuro de una de las pocas editoriales independientes con resultados. "Tenemos en cartera muchos títulos excelentes pendientes de publicación y grandes autores españoles y extranjeros que quieren seguir con nosotros", explicaba el editor.

No dejó pasar la reivindicación a favor de la salud del otro corazón de la larga vida de los libros: los libreros de las "buenas librerías", que definía como aquellas que mantienen a la venta los buenos libros de un catálogo. Reconocía que si alguien lo tiene difícil en estos días son ellos.

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Reclamó la protección de estas librerías para poder salvar un trabajo editorial "creativo", porque apuntaba que cuando ya no quedaran más que 40 o 50 de ellas en España, las editoriales como Tusquets, cuyos títulos necesitaban más de un mes de vida en las estanterías, se irían al traste o rectificarían sus estrategias de publicación, a cambio de títulos más evidentes, más inmediatos, menos longevos y "más aburridos". Antonio López Lamadrid luchó contra los catálogos editoriales uniformados, cortados al mismo patrón y con un rendimiento sin pausa.

Otro santo y seña clave de la manera de actuar de López Lamadrid fue la prudencia, al no hinchar valores en momentos difíciles y hacer coincidir pelotazo con calidad. Con cuidado trabajó un espléndido fondo editorial de narrativa, poesía, ciencia, historia y ensayo, que le reparaban tres o cuatro best-sellers al año.

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Sin embargo, solía mostrarse algo más vehemente con el futuro editorial ante la llegada de la digitalización del libro y las empresas que quieren correr más que los editores para posicionarse en el monopolio antes que nadie. "La editorial se enfrenta a desafíos como el libro electrónico y a peligros como el hecho de que una empresa ofrezca por todo el mundo la digitalización de libros pagando una miseria en concepto de derechos de autor", escribía en clara referencia a Google.

La muerte del copropietario de Tusquets editores anuncia el peligro que corren editoriales pymes frente a los grandes grupos internacionales que aguardan su caída, a la espera de recuperar autores rodados, maduros y con la complicidad de miles de lectores.

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