La miseria sofisticada de "Mad Men" llena Cannes de un turbio glamour
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El desfile de sofisticadas miserias del mundo publicitario de los años 60 sigue dando de sí, y hoy se presentó en la feria audiovisual Mipcom de Cannes la cuarta temporada de "Mad Men", la serie que ha arrasado en los Emmy y descubierto dos nuevas estrellas, Jon Hamm y Elizabeth Moss.
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"Afortunadamente, no somos como nuestros personajes" aclaran, por si acaso, en una entrevista con Efe en Cannes. Hamm es Don Draper, el mujeriego, implacable y muy atractivo director creativo y socio de la agencia publicitaria Sterling, Cooper, Draper & Pryce. Moss es Peggy Olson, quien tras empezar como secretaria "mosquita muerta", asciende meteóricamente en la empresa.
¿Qué le pasa al mundo, que ha convertido a estos maestros del engaño y la infidelidad en sus nuevos héroes? "El concepto de felicidad en 'Mad Men' es muy incierto", reconoce Hamm, que disfruta con la admiración que ha levantado un personaje "fuerte, dogmático y despiadado", pero "moralmente indiferente, no perverso", añade.
En los 13 nuevos capítulos de esta cuarta temporada, que se estrena internacionalmente en Cannes mientras se emite todavía en EEUU -y que llegará a España por Canal Plus con un preestreno el 14 de octubre-, prometen estar a la altura de los dos últimos años, en los que se ha hecho con el Emmy a la mejor serie dramática, gracias al sello creativo de Matthew Weiner.
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"Lo que hace a la serie cada vez más y más disfrutable cada temporada es que se van aumentando la densidad y los antecedentes toda la historia, una línea narrativa que cada vez es más rica", dice Hamm.
"Creo que hemos dado lo mejor de nosotros mismos en esta temporada", añade Moss.
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El secreto de la complejidad de "Mad Men" es, precisamente, la compatibilidad entre la bajeza y la fascinación. Tras esos trajes impolutos, pelos engominados, rostros maquillados y esa brillantez en los negocios, lo que no se "publicita" es lo hiriente, pero también lo vulnerable.
"Conforme va a avanzando la serie, se ve que a este personaje (Don) realmente le importa la gente a su alrededor. Es inesperado el lado bueno del personaje, pero es parte de él indudablemente", explica Hamm.
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"No quieren destrozar nada y a nadie, aparte de sí mismos", asegura Moss. Pero, pese al estupor que pueda generar ver cómo esos "hombres locos" representan ni más ni menos lo que mucha gente querría ser si tuviera poder y atractivo, no hay que alarmarse: sus protagonistas prometen que en "Mad Men" no habrá redención.
"¿Un final feliz? El mejor final que se nos ocurre es aquel que deje todavía muchas historias por contar", contestan casi al unísono los actores.
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"Mad Men" destacó desde un principio por la calidad de su factura y su ambientación en los años sesenta del pasado siglo, pero sobre todo por ser dolorosamente vigente, y no sólo porque sus estilismos sean ahora pura tendencia.
Ya no se puede fumar en los bares ni en las oficinas y el machismo no es tan voraz, pero "nadie puede desvincularse de los temas que aborda la serie. Son universales", asegura Moss. Y nadie, a su vez, puede reprimir el magnetismo de unas vidas tan boyantes, pese a sus métodos.
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Elisabeth Moss asegura que toda la serie es "como un regalo" para ella y ha acabado siendo presa de la época que representa hasta el punto de, pese a el canibalismo profesional y personal de "Mad Men", encontrar en ella algo de nostálgico.
"Había algo de misterio, del paso reposado del tiempo. Ahora todo sucede manera tan frenética...", reflexiona quien, además, se confiesa encantada de imbuirse de la estética neoyorquina de hace cincuenta años.
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"Fue un momento muy importante para la historia de Estados Unidos, pero también para todo el mundo: la primavera de Praga, el mayo del 68, la locura instaurada en Sudamérica o España...", añade Hamm, que comienza ya su carrera en la pantalla grande con "The Town", bajo la dirección de Ben Affleck.
"Antes las televisiones dejaban de emitir a las 12 de la noche, tenías que esperar para hablar con alguien en la otra costa y podías estar desconectado durante horas sin que nadie pensara que estás muerto", resume.
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Y, claro, antes, como su personaje, era más fácil ser infiel sin ser descubierto. "Sobre eso no sé nada", dice entre risas. "Pero, ya sabes, sólo estamos actuando", concluye.
Mateo Sancho Cardiel