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Un militar disciplinado, brillante... y de enorme ego

I. P.

Cuando en junio de 2009, Stanley McChrystal asumió el mando de las tropas de la ISAF (International Security Assistance Force) en Afganistán, la prensa lo describió como el súmmum del ideal espartano. Un militar brillante y extremadamente disciplinado, que corría regularmente más de diez kilómetros, dormía cuatro horas y sólo comía una vez al día, un asceta, un intelectual. A sus 55 años, era el general que iba a sacar a EEUU del marasmo bélico afgano.

Su arrogancia hizo que se ganara poderosos enemigos en menos de un año

Y si McChrystal no hubiera bajado la guardia frente a un reportero de la revista Rolling Stone, seguiría manteniendo esa imagen. Pero un cúmulo de circunstancias provocó su caída: la displicencia de un militar hacia un medio considerado 'poco serio'; el voluntarismo de un jefe de prensa (Duncan Boothby, fulminantemente despedido) que propuso dar una visión más relajada del general; un freelance, Michael Hastings, veterano de Afganistán que supo infiltrarse en un equipo tan cerrado ('A veces me preguntaba a mí mismo: ¿Por qué me están dando tanto acceso?', dijo Hastings a The New York Times); y, finalmente, el volcán islandés, que paralizó el tráfico aéreo y mantuvo en París a todo el equipo durante días, frente al testigo privilegiado.

El excelente artículo de Rolling Stone no desmonta el mito McChrystal pero sí describe una cultura de egos castrenses y viriles por encima del bien y del mal, y sobre todo por encima del mando civil. Team America, como los asesores del general McChrystal se hacían llamar (en referencia a la irreverente película de los creadores de South Park), menospreciaba a cualquiera que no estuviera en el inner circle (círculo íntimo) de la testosterona bélica.

Durante un lustro en Irak, dirigió los comandos más secretos del ejército

Una arrogancia que en menos de un año de mando consiguió crear poderosos enemigos (entre ellos el vicepresidente Joe Biden, el embajador estadounidense en Afganistán, el también general Karl Eikenberry y el enviado especial en la zona, otra personalidad complicada, Richard Holbrooke).

Como su jefe y amigo, el general David Petraeus, McChrystal ha querido ser el precursor de una nueva, más ilustrada, mejor preparada, generación de militares. Estudió en la Kennedy School of Government de Harvard, ya avanzada su carrera, y pasó otro año en el Council on Foreign Relations, un prestigioso centro de análisis de Nueva York.

Hijo de general, hermano de militares, McChrystal se graduó en 1976 en West Point, en las horas más bajas de la academia, tras el desastre de Vietnam. Ha sido Boina Verde y Ranger.

Durante cinco años en Irak, de 2003 a 2008, McChrystal fue el hombre en la sombra al dirigir las Special Ops, los comandos más secretos del ejército, que capturaron a Sadam Husein y localizaron a Abu Musab al-Zarqawi, el líder de Al Qaeda en Mesopotamia.

Una mancha en su historial: haber ayudado a encubrir en 2007 que la muerte del soldado y estrella de fútbol americano Pat Tillman se debió a los disparos de sus propios compañeros.

McChrystal está casado pero, como subrayaba el perfil de Rolling Stone, en los últimos siete años sólo ha visto a su mujer, Annie, una media de 30 días al año. Y aunque su estancia forzosa en París coincidió con su 33 aniversario de boda, lo celebró en un pub irlandés, con todo su equipo y con el reportero de la revista.

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