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México llora a las víctimas de narcotráfico en el Día de Muertos

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Viudas vestidas de negro, madres e hijos huérfanos colocaban el lunes flores de plástico sobre las tumbas de las víctimas de la guerra del narcotráfico en México, como parte de la celebración de Día de Muertos en una de las ciudades más violentas del mundo.

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Mientras miles de personas colmaron los cementerios a lo largo del país para depositar sus ofrendas de flores, comida y velas sobre las tumbas, una tradicional fiesta anual, muy popular entre los turistas estadounidenses, en la fronteriza Ciudad Juárez se vivía un ambiente doloroso y sombrío.

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"¿Por qué mi hijo? ¿Por qué me lo quietaron?", se lamentaba Reynalda Regalado, vestida de luto, mientras un grupo de músicos con sombrero interpretaba canciones alrededor de la tumba de su hijo, un oficial del policía de 26 años que fue asesinado por sicarios del narcotráfico en junio.

Otras personas en el principal cementerio de Ciudad Juárez escuchaban música norteña reproducida desde sus automóviles para recordar a sus seres queridos, víctimas de una guerra de la droga que ha costado la vida a más de 2.000 personas en esta ciudad en lo que va del año.

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"A mi hermano lo mataron a tiros en una fiesta familiar, también mataron a dos tíos", dijo Karen Domínguez, de 22 años. Su hermano dejó cinco hijos que se encontraban de pie junto a su tumba.

Ciudad Juárez, que hace frontera con El Paso, Texas, se ha convertido en el punto más violento de la cruzada gubernamental contra los cárteles, iniciada casi tres años atrás.

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El número de tumbas en el cementerio San Rafael de la ciudad aumenta día con día.

La mayoría de las víctimas son distribuidores de droga de poca monta, adictos, policías o jóvenes sicarios que se encuentran atrapados en el centro de una batalla que ha dejado unos 15.000 muertos desde que el presidente Felipe Calderón asumió el cargo en diciembre de 2006.

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A diferencia de los lujosos mausoleos de los capos fallecidos en México, la mayoría de los familiares de las víctimas sólo tienen recursos suficientes para un espacio en el cementerio municipal, situado en las polvorientas afueras de la ciudad.

En un extremo del cementerio San Rafael, se extienden hileras de tumbas sin marcar que son la última morada de las víctimas que no se logra identificar.

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"Aquí mataron a un sujeto la semana pasada cuando vino a enterrar a su hermano", dijo Hugo de León, uno de los trabajadores del cementerio.

"Estos tipos no tienen piedad", dijo sobre los sicarios.

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"GUARDEN SUS ARMAS"

En el Día de Muertos los mexicanos mantienen viva una tradición que mezcla los rituales católicos con la creencia prehispánica de que los muertos regresan tras un año en el inframundo.

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Pero la violencia del narcotráfico le añade un ingrediente sombrío al día. Desde el occidental estado de Michoacán hasta Tijuana en la frontera con San Diego, familiares de las víctimas de la guerra entre los cárteles acudieron a los panteones para recordar a sus seres queridos.

Ciudad Juárez alguna vez fue un sitio libre y espontáneo que atraía a turistas estadounidenses por sus fiestas, bares, burdeles y medicina barata, pero hoy es el escenario de una lucha entre bandas del narcotráfico que se disputan el dominio de la plaza, clave para introducir droga a Estados Unidos.

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Desde que el capo Joaquín "El Chapo" Guzmán, el hombre más buscado del país, envió a sus hombres a luchar por el control de Ciudad Juárez a inicios del año pasado, el lugar se ha convertido en uno de los lugares con más asesinatos en el mundo.

Con una tasa de 130 asesinatos anuales por cada 100.000 habitantes, la ciudad de 1,6 millones de habitantes es más violenta que la capital venezolana Caracas o que Medellín en Colombia, según un estudio del local Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública.

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La violencia ha escalado drásticamente desde que Calderón envió a la ciudad en marzo a 10.000 soldados y policías, por lo que actualmente son pocos los pobladores que se animan a salir de casa cuando cae la noche.

"Ya no tocamos en cantinas porque es muy peligroso, en lugar de eso tocamos en dos funerales por día", dijo José del Villar, integrante de una banda musical.

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Durante una misa en el cementerio, el arzobispo de Ciudad Juárez, Renato Asencio, llamó a los cárteles a "dejar las armas" y urgió a las autoridades a detener las matanzas.

Pero los pobladores tienen pocas esperanzas. "Lo único que ha provocado la mayor presencia militar aquí en Ciudad Juárez es más muerte", dijo Regalado, lamentándose sobre la tumba de su hijo.

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