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Un mando que mueve millones

'Público' habla con uno de los 4.500 televidentes que miden las audiencias

 

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Son discretos, hasta el punto de que todavía hay quien cree que no existen. Son pocos apenas una de cada 10.000 personas en España y no se conocen entre ellos. Tampoco suelen saber mucho de televisión y a algunos ni siquiera les gusta.

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Sin embargo, este reducido y enigmático grupo de 4.500 personas es el que decide, a golpe de mando o, más bien, de audímetro a dónde van a parar los 3.000 millones de euros anuales que mueve la publicidad en televisión, aunque la cifra será menor este año por la crisis. Se trata de los panelistas de audiencias de televisión que, a cambio tan sólo de algunos obsequios de un catálogo, consienten en instalar en su domicilio un aparato el audímetro que registra no sólo todas sus decisiones ante el televisor, sino también las de su familia y amigos.

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Ante cualquier cambio en la instalación, hay que avisar a la empresa

En la mayoría de los casos, además, no tienen conciencia de la enorme trascendencia económica que pueden tener para las distintas cadenas sus preferencias a la hora de elegir un canal. Esta es al menos la opinión de Oliver [nombre ficticio], uno de los panelistas de Sofres Audiencia de Medios (la empresa líder del sector), que acepta relatar su experiencia a Público si se mantiene su anonimato, ya que quiere seguir siendo miembro de tan selecto grupo, no tanto por los regalos, sino porque le compensa "la gracia de tener el audímetro".

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Al igual que el resto de los panelistas, Oliver acumula 7.200 puntos al trimestre (más 4.500 como regalo de bienvenida), con los que puede conseguir tostadoras, cafeteras o sartenes. Para acceder a los regalos más importantes, como una bici de montaña (66.000 puntos) o una cámara digital compacta (80.000 puntos), hay que estar unos tres años sin adquirir ninguno.

"El tiempo máximo que tienen un audímetro en un hogar es de cinco años, de forma que está calculado para que los regalos más valiosos se cumplan en todo el ciclo; es decir que sólo por eso no compensaría tenerlo", explica este hombre de 50 años, que vive con su mujer en un pequeño pueblo de la Comunidad de Madrid y es panelista desde hace un par de años.

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«Genera mucho cachondeo... te preguntan si tienes un gran hermano»

Oliver señala que tener el audímetro, que envía los datos a Sofres por la línea telefónica, no le supone apenas molestia, salvo el día que se hace la instalación y el hecho de que, si decide cambiar de tele o antena, no puede tocar nada sin contar con la empresa. "Los tienes que llamar; ellos no se ocupan de comprar un aparato, pero sí de instalarlo", explica este televidente.

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En cuanto a la convivencia con el aparato, dice que a veces "es un coñazo, porque está preguntando quién está ahí permanentemente hasta que lo marcas", lo que, sobre todo cuando tiene amigos a cenar, da juego. "Provoca cachondeo, te preguntan si ya tienes un gran hermano controlándote, pero luego lo primero que quieren es apuntarse", confiesa.

Lo más importante, según explica, es comportarse con naturalidad: "Salvo en los dos o tres primeros días, te olvidas; es un mando más que tienes que manejar y ya está". No obstante, reconoce que no siempre se acuerdan y que a veces, cuando vuelven de la calle, "está la televisión puesta y la pantalla preguntando otra vez quién está ahí".

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A diferencia de lo que ocurre con otros panelistas, Oliver sí conoce la trascendencia de sus decisiones como telespectador y cree que los resultados de las audiencias "se corresponden bastante con la realidad". Claro que no es un panelista cualquiera, porque reconoce que hizo una pequeña trampa al rellenar el cuestionario inicial: "Yo trabajé en el pasado como guionista para televisión, pero lo omití porque era incompatible con tener el audímetro y me picaba la curiosidad". Por tanto, Oliver sabe que en televisión "todo el mundo vive pendiente del share" y reconoce que a veces, cuando la programación es muy mala, "castiga" a las cadenas. "Pero haría lo mismo si no tuviera el audímetro", asevera.

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