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Málaga y la Colección Carmen Thyssen, un enriquecimiento mutuo

EFE

La recuperación del Palacio Villalón y de su entorno para albergar el Museo Carmen Thyssen supone un enriquecimiento tanto para la ciudad de Málaga como para la colección privada de la baronesa que se exhibe en él.

Alrededor de 230 obras que ilustran la pintura española del siglo XIX forman el discurso del museo, que se inaugurará mañana con la asistencia de numerosos personajes populares y del que el público podrá disfrutar a partir del próximo viernes.

La recuperación del palacio, situado en un área clave de la arquitectura renacentista malagueña del siglo XVI que se asienta sobre la urbe romana, ha supuesto una importante apuesta del ayuntamiento malagueño, que ha invertido 28,6 millones de euros en la compra del palacio y de los inmuebles colindantes y en su rehabilitación.

Una rehabilitación llevada a cabo por los arquitectos Javier González y Rafael Roldán, que, según sus propias palabras, se encontraron "con un edificio ruinoso en un entorno emblemático muy degradado y en un enclave especial con unas vistas inéditas de la ciudad" que deseaban mostrar.

"Nuestro planteamiento era abrirnos a la ciudad y apropiarnos de los edificios externos de los que el publico no puede disfrutar de otra forma", comentaron a Efe.

Esta apropiación del exterior se consigue tanto con el antiguo patio del Palacio, en el que se ha construido un gran lucernario que permite disfrutar del cielo de Málaga, como con los grandes ventanales situados en las diferentes plantas, a través de los que se pueden contemplar rincones como el de la calle de San Telmo, o las torres de las iglesias cercanas.

Todo ello contribuye a crear unos espacios diáfanos y sobrios, con suelos y paredes blancas, "como si se tratara de un lienzo en blanco en el que la colección y los edificios históricos son los que resaltan", según los arquitectos, que han trabajado en una superficie de 6.809 metros cuadrados, de los cuales 5.336 son útiles.

Tras acceder por la puerta principal del palacio al patio central, se inicia el recorrido por la colección privada que Carmen Thyssen ha cedido al museo que lleva su nombre por quince años, aunque, como ella misma ha anunciado hoy, dentro de poco la cesión "se va a resolver para mucho más tiempo. Me gustan las cosas bien hechas", ha dicho.

La primera planta alberga obras agrupadas en "Paisaje romántico y costumbrismo", con numerosas escenas andaluzas y naturalezas sublimes de pintores como Fritz Bamberger, Manuel Barrón, Andrés Cortés y Aguilar, Genaro Pérez Villaamil, Rafael Benjumea, José y Joaquín Domínguez Bécquer o del malagueño Guillermo Gómez Gil autor de "La fuente de Reding", una de las obras con las que la baronesa inició su colección.

Según se asciende, aumenta el interés de la colección, que en la segunda planta, dedicada al "Preciosismo y paisaje naturalista", refleja la transformación del gusto artístico de la segunda mitad del siglo XIX de la mano de Mariano Fortuny.

José Benlliure, Raimundo de Madrazo, José Moreno Carbonero o Emilio Sala son protagonistas de esta sala, en la que se muestran también paisajes de Carlos de Haes, Martín Rico Ortega, Emilio Sánchez-Perrier o Aureliano de Beruete.

La última sala muestra las obras más destacadas de la colección de Carmen Cervera, las de fin de siglo que reflejan la modernización de la pintura española.

Cinco obras de Sorolla, pinturas de Darío de Regoyos, Ramón Casas con el cuadro "Julia", Cecilio Pla, Elisen Meifren, Muñoz Defrein, Martínez Cubells, Anglada Camarasa, Francisco Iturrino, Zuloaga, Gutiérrez Solana, Celso Lagar o Julio Romero de Torres, ocupan este espacio.

Como si de una pequeña capilla se tratara, un antiguo salón del Palacio expone una selección de obras de "Maestros antiguos", presidida por una talla italiana de la primera mitad del siglo XIII que representa a Cristo muerto. La acompañan una pareja de ángeles custodios de terracota esmaltada, realizados entre 1525 y 1550 por el taller de Della Robbia.

Junto a estas esculturas destaca la Santa Marina de Zurbarán, pintura de la etapa de madurez del artista y exponente de sus retratos a lo divino.

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