Kapuscinski descuidaba los datos o las fuentes, pero no era un mentiroso
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El gran maestro de periodistas Ryszard Kapuscinski practicaba diversos géneros periodístico-literarios fronterizos cuando descuidaba los datos o las fuentes, pero no era un embaucador, un mentiroso, según ha asegurado hoy su discípulo Artur Domoslawski, autor de la polémica biografía "Kapuscinski non-fiction".
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Domoslawski ha dicho hoy en Barcelona que Kapuscinski se movía en la frontera entre el periodismo y la literatura.
En su obra cumbre, "El emperador", Kapuscinski reconstruye la figura del emperador etíope Haile Selassie a partir de opiniones de sus cortesanos, que "se expresan con un lenguaje barroco bastante improbabable".
A pesar de las críticas que se puedan hacer a esta aproximación a los hechos de Kapuscinski, Domoslawski piensa que "El emperador" "sigue siendo un gran libro literario sobre los mecanismos del poder".
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En definitiva, cree Domoslawski que la vigencia literaria o histórica de Kapuscinski no quita que "quizá alguno de sus libros no sirvan para un taller de periodismo" y pone como ejemplo el propio "El emperador", en el "muchas de las cosas que contó Kapuscinski las extrajo de su propia experiencia en la corte del Partido Comunista polaco".
En su rastreo por la obra de Kapuscinski, su discípulo encontró ejemplos de "coloreo de la realidad", pero su respuesta no fue rasgarse las vestiduras, sino "tratar de entenderlas y de explicarlas con una o varias hipótesis".
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El autor desea que "Kapuscinski non-fiction" no se quede en la simple polémica o el debate sobre las fronteras entre el periodismo y la literatura, porque en el libro aparece también "el niño de la guerra, el militante comunista en el momento de la construcción de esa utopía, el revisionista, el testigo de la caída de la utopía, de la caída de la dictadura".
Domoslawski responde también a aquellos que atribuyen su ideología comunista a un interés propio: "en ciertas situaciones seguía la línea política del partido, pero yo creo que era muy idealista".
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Asegura que "no defendía el socialismo real para obtener beneficios y que le dejaran viajar, y, de hecho, cuando viaja a Latinoamérica descubre que su corazón está del lado de los rebeldes en un momento, la guerra fría, en el que el comunismo soviético y de Varsovia desconfía de los movimientos revolucionarios latinoamericanos".
Aunque Kapuscinski nunca contestó a las críticas que recibió sobre el poco cuidado en los hechos narrados, sobre todo desde el mundo anglosajón, en sus "Lapidarium", precisa Domoslawski, "trata de dar una respuesta diferida a esas críticas hablando de las diferentes tradiciones del periodismo en Europa".
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En la presentación del libro, el profesor de periodismo de la Autónoma de Barcelona y especialista en periodismo y literatura Albert Chillón ha comentado que "la prosa insólita que practicaba Kapuscinski no se podía asimilar al reportaje de investigación norteamericano, pero tampoco al periodismo literario débil en datos de la tradición latina".
Según Chillón, el maestro polaco "no estaba deliberadamente atento a la ortodoxia del reportaje periodístico, apenas citaba fuentes, pero convertía los reportajes en una suerte de semblanzas poéticas del Sha de Persia o del emperador Haile Selassie".
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"Kapuscinski non-fiction" (Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores) repasa la biografía del periodista polaco y evoca, a partir de numerosas horas de entrevista y convivencia la técnica de composición de Kapuscinski.
La polémica sobre este libro se inició en Polonia cuando apareció otra biografía, "Kapuscinski, una biografía literaria" (Malabares), de Beata Nowacka y Zygmunt Ziatek, que en su versión en español incluye un apéndice en el que los autores enfrentan y rebaten las opiniones de Domoslawski, a quien acusan de imprecisión, "reduccionismo, simplificaciones intolerables y reproches forzados".
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Domoslawski ha preferido no dar hoy su opinión sobre el libro de Nowacka y Ziatek.
España es el primer país en el que se publica después de Polonia y ya está vendida su traducción a otras seis lenguas, la próximo el italiano.
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Por Jose Oliva