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Jalapão, nuevo destino de ecoturismo en Brasil

En el interior de Brasil, una comarca prácticamente desconocida aparece como uno de los mejores destinos de turismo activo y de naturaleza de todo el continente.

ÁNGEL M. BERMEJO

Brasil es el destino en alza en el sector del turismo activo. En los últimos años los brasileños han dado a conocer al mundo muchos de sus tesoros escondidos, como el Pantanal, los Lençois Maranhenses o la Chapada Diamantina. Pero hay muchos más. Uno de los últimos descubrimientos para los amantes de la naturaleza y el turismo activo es Jalapão, en el Estado de Tocantins.

¿Dónde se encuentra Tocantins? ¿Y Jalapão? Para encontrarlos hay que mirar un mapa de Brasil y poner el dedo a mitad de camino entre Brasilia y la desembocadura del Amazonas. Un lugar lejos de todo. Y por ello muy bien conservado.

En Jalapão abundan las altas mesetas de arenisca cortadas a pico. La vegetación es la típica del cerrado: una sabana arbórea. Los caminos son líneas de arena roja entre la masa verde. Aquí hay cuevas, cascadas, dunas gigantes, ríos que tan pronto bajan mansos como se encabritan formando rápidos. La fauna es típicamente americana: osos hormigueros, jaguares, emúes, tapires, guacamayos, capibaras...

Un lugar hermoso, puro, de difícil acceso por medios propios, adonde hay que llevar todas las provisiones. Una inmersión profunda en la naturaleza virgen. Una delicia si se cuenta con un empresa especializada en viajes a esta zona.

La aventura empieza en Palmas, la capital de Tocantins. Allí se salta al camión que será nuestro vehículo durante los próximos días. La aldea de Ponte Alta es casi el último contacto con la humanidad antes de adentrarse en la Serra Geral, un mundo perdido de montañas de cima plana y paredes verticales que parecen flotar sobre el bosque. Los dos primeros días sirven para adentrarse en esta región prístina, intacta. Bañarse bajo la cascada Formiga es como sentirse en el paraíso, parece difícil encontrar algo mejor.

Pero el Fervedouro lo es. Un manantial de aguas purísimas que surge entre la arena más blanca y fina que se pueda imaginar. Avanzas hacia el centro de la laguna caminando sobre el fondo de arena. De repente te hundes, porque lo que piensas que es el suelo es arena en suspensión en el agua que no puede sostener tu peso. Pero la fuerza del agua que mana te sujeta. Un sensación única, extraña, en un enclave mágico. Igual que contemplar la puesta de sol sobre la duna roja.

Y se llega al río Novo, por el que se desciende durante tres días en lanchas zodiac. Es un río tan ancho como el Duero en Zamora pero con un detalle peculiar: es de agua potable. El fondo es de arena. Cuando te cansas de remar en la lancha te tiras al río y caminas con el agua hasta el pecho y echas un trago cuando te apetece. Por la tarde acampas en un playa fluvial. En esta zona deshabitada, si encuentras huellas en la arena probablemente serán de un tapir.

El río se anima poco a poco, y empiezan los rápidos. Como si éstos estuvieran preparados por alguien, su dificultad aumenta paulatinamente, por lo que vas practicando y acabas superando rápidos que al principio parecerían insalvables. La cascada de la Velha son palabras mayores. Aquí hay que desembarcar y bajar las lanchas como se pueda para continuar viaje. Al final, se acaba llegando a la civilización. Nada es completamente perfecto.


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