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El horror nazi escrito en papel higiénico

Petter Moen escribió unas memorias sobre su castigo en el cuartel de la Gestapo en Oslo, en el año 1944, que ahora se publican por primera vez en castellano

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"¡¡Donnerwetter [jefe de guardia] me ha hecho un registro domiciliario!! No encontró mi diario. Cuelga pulcramente del clavo del papel higiénico. No encontró mi pluma. Es un pequeño clavo de la cortina opaca. Mi ajedrez estaba en el calcetín en el perchero, ante sus narices. Registro de una celda carcelaria desnuda. También eso es la Gestapo". Las palabras escritas por Petter Moen durante siete meses de cautiverio quedaron perforadas para siempre sobre pliegos de papel higiénico, fueron rescatadas meses después de la liberación de Noruega.

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Petter Moen fue detenido por la Gestapo el 3 de febrero de 1944 durante el asedio a la prensa ilegal por parte de los nazis, que consiguieron desar-ticular buena parte de ella. En ese momento Moen (Noruega, 1901-1944), de oficio corredor de seguros, figuraba como el coordinador de todos los periódicos clandestinos del país. Además, era el director de London Nytt (Noticias de Londres), uno de los diarios ilegales de mayor difusión durante la ocupación. Se publicó sin interrupciones desde 1941 hasta el arresto de Moen. Era lo que se llamó un "periódico de radio", una transcripción de las noticias radiadas desde Londres, libres de la censura nazi, que ya había requisado la mayoría de los aparatos de radio del país.

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Petter Moen trabajó a ciegas sobre sus escritos durante siete meses

Comienza a escribir el diario una semana después de su internamiento. Ahora, casi 70 años más tarde, la editorial Veintisiete Letras publica el estremecedor Diario de Petter Moen, inédito hasta el momento en castellano y publicado en Francia por petición de Jean-Paul Sartre, en la revista Les Temps Modernes. Cada letra aparece trazada por una fina hilera de agujeros sobre el miserable papel higiénico parduzco cortado en pliegos de alrededor de 16 x 19 centímetros. Perforaba en mayúsculas y, si bien las primeras notas son muy cortas, al término de la segunda semana la extensión crece y las reflexiones divagan por asuntos más allá del encarcelamiento.

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Petter Moen trabajó a ciegas sobre sus escritos, desde el 10 de febrero al 4 de septiembre de 1944, cuando sabía que la ronda no iba a sorprenderle, después enrollaba los pliegos de cinco en cinco y los envolvía en un sexto pliego. Los rollos fueron marcados y numerados minuciosamente. Cuando terminaba de escribirlos, los introducía por una rejilla de ventilación a ras de suelo de la habitación. Allí se conservaron intactos hasta que los recuperaron. El papel higiénico era duro como los sacos de cemento.

Es un documento único sobre la soledad, la duda, la culpa y la angustia

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En el prólogo del libro se recupera un texto de Martín Cerda (1930-1991), en el que recuerda que Ernst Jünger (Alemania, 1895 -1998), en su Tratado del rebelde (1951), esboza el hecho de que "las obras más radicales de la literatura actual han surgido de los objetivos menos literarios: cartas, diarios íntimos, papeles nacidos de las grandes cacerías humanas, emboscadas y desolladeros de nuestro mundo". Una de esas obras es Diario de Petter Moen, austero, directo y libre de pompa y revisiones que hagan de este diario un producto editorial. Diario es un documento único sobre la soledad en represión, la duda, la culpa, la angustia, el miedo y la tortura. Todo y sólo lo que escribió es lo que quedó escrito.

A medida que pasan los días, Moen tiende a cuestionarse la propia vida, "no podría llegar a contar las veces que he estado al borde del suicidio". "Una bombilla rota y una vena cortada habrían bastado", escribe. Moen está aislado, Moen está siempre solo y admite que "el egocentrismo se convierte en necesidad y costumbre". De hecho, llega a compararse con la vida anacoreta de un monje. Paradójicamente, para Moen la escritura fue motivo de cautiverio en libertad y de salvación encerrado. Pero tanto en la cárcel como en la calle, es una pequeña ilegalidad emplear la palabra escrita, primero sobre papel prensa, luego sobre papel higiénico.

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En el silencio de la celda, el ruido de los pensamientos de Petter que rasgan la textura del papel. Todos esos rollos que han pasado a la historia contra el olvido, son las actas del juicio terrible al que se somete Moen: pasa por una crisis existencial y de autoestima acompañada por una crisis moral, "que lleva años atormentando mi alma". Hay días en los que apunta sus recuerdos en libertad, y destaca sus jornadas de 15 horas de trabajo en el London Nytt, "era como un juego". "Había una fogosidad en ese trabajo que suponía una renovación diaria de todas las fuerzas".

Teme más a las torturas y al dolor físico que a la propia muerte

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En el relato del paso de las semanas no deja de crecer un miedo "impúdico", dice él. Es el miedo al sufrimiento, a las torturas. "Sí, estoy desesperadamente asustado". Vuelve una y otra vez a aclarar que lo que le "desgarra el músculo del corazón" no es el anhelo de libertad, sino "los problemas del sótano", en alusión al miedo al látigo, a las patadas en las espinillas, al retorcimiento de las articulaciones y a los golpes en la cabeza.

Los presos son sometidos a las más diversas torturas psicológicas, entre ellas el cartero que llega con el correo muestra por el ventanillo la carta y pregunta al recluso si es suya enseñándole el remitente "Hay que ser idiota para no entender la intención de algo así". Dos veces al día el preso debe decir su número y nombre al carcelero. "Me resulta infame. Estas estúpidas ocurrencias de bedel no tienen ninguna importancia, pero muestran que quienes mandan aquí son seres considerablemente mezquinos".

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De vez en cuando habla de la libertad, de todo lo que está dispuesto a sacrificar por recuperarla y por volver a pisar una Noruega libre. Pero reconoce que si esto acabara en muerte desearía que se salvara su diario. Petter Moen escribió cada palabra y cada frase desde la honestidad, sin adornos para la posteridad, con la amenaza diaria de la muerte y el maltrato. En esos términos no hay lugar a las letras doradas. Pero se encontró con la muerte lejos de aquella tortura solitaria, en el mar, camino de Alemania junto con otros 400 presos deportados en el Westphalen. La embarcación chocó con una mina y sólo consiguieron salvarse cuatro de los presos, a uno de ellos Moen le había confiado su secreto y fue quien dio la pista del diario de su compañero. Fue hallado, tras la liberación de Noruega, en la cámara de ventilación de su celda, intacto, apenas humedecido.

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