El hombre que domesticó el ruido
Steve Reich, padre del minimalismo, presenta hoy en el Museo Reina Sofía de Madrid algunas de sus obras clásicas
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Pionero indiscutible del minimalismo, el compositor Steve Reich (Nueva York, 1936) regresa a España para mostrar la evolución última de los sonidos que vinieron del ruido. Este reputado compositor, que trabajó como taxista antes de vivir del arte, asegura que el origen de todo sonido original está en beber bien de fuentes ajenas y se congratula de que su obra pionera se haya convertido en hoja de ruta de la generación electrónica que vino después. Hoy, junto al septeto Bang on a Can, actúa en el Museo Reina Sofía de Madrid.
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Considerado por el New York Times como el mayor de los músicos americanos vivos, reconocido en abril con el Pulitzer por su obra Double Sextet y ganador en 2007 del premio Polar, el Nobel de la música, Steve Reich esquiva cualquier tentación de ego. Es más, pide no hablar de música minimalista en general. No quiere, en fin, ser apóstol de nada. Ni maestro de nadie. "No me gusta hablar en términos generales de la música minimalista, sino de mi obra. Entiendo que se piense que mis piezas son difíciles de entender, pero en realidad no es así. Ya he actuado antes en Madrid y pude comprobar que el público tuvo interés. Pero insisto en que yo compongo, no soy un doctor para opinar del público", declaró ayer a este periódico.
"No creo en la inspiración sino en influencias, beber de las fuentes"
Reich asegura que la inspiración no baja del cielo. Al contrario. Busca la influencia de músicas ajenas como origen del trabajo propio. "Siempre intento inspirarme en otros campos musicales, en Stravinsky, Arvo Pärt, el bebop o en música que no había escuchado antes. Busco algo interesante, y no creo demasiado en la inspiración sino en las influencias, beber de otras fuentes". Entonces, ¿qué es primero en música, la práctica o la palabra? "No soy filósofo, hazme una pregunta más sencilla". Pero usted estudió Filosofía. "Pero no soy filósofo, sólo estudié Filosofía. Mi trabajo es artístico", añade entre risas. De acuerdo: ha ganado el Polar y el Pulitzer, y hace un año la Paul Sacher Foundation adquirió su catálogo musical. ¿No le distrae tanto ruido de fondo? "No, al contrario. Soy muy afortunado porque hay compositores mejores que ni siquiera han sido considerados o que murieron en la pobreza. O que fueron reconocidos por la crítica pero no trascendieron al público. Todo ese reconocimiento me pone algo nervioso, pero intento que no afecte a mi trabajo".
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Otro premio, por aclamación, ha sido la influencia de Steve Reich en la generación de la música electrónica. "Me parece interesante porque cuando empecé en 1965 mucha de esa gente aún no había nacido. Y satisface ver que tu obra es apreciada por nuevas generaciones", concede. Sin embargo, Steve Reich ve las nuevas tecnologías más como medio para la música que como fin último de la composición. "Utilizo los ordenadores para componer desde 1988, pero no los uso para crear sonidos sino para manipular mis obras. El ordenador es útil para componer, aunque asumo que muchos jóvenes lo usen para crear. Está bien, pero para mí es una herramienta. La tecnología no es el fin, es el medio".
"No me interesa la música de cine, no recuerdo ninguna banda sonora"
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¿Y no le tienta componer música para la gran pantalla? "Muchos componen música para películas y lo hacen muy rápido, que es lo que exige el mundo del cine. Siempre recuerdo una vieja anécdota de Igor Stravinsky y Samuel Goldwyn en los cuarenta. El productor le preguntó cuánto costaría componer una banda sonora. Y Stravinsky respondió que 100.000 dólares. ¿Y cuánto tardaría? Un año o dos, respondió Stravinsky. Y Samuel Goldwyn se marchó asombrado (risas). Está claro que no soy Stravinsky, pero tampoco me interesa la música de cine. No recuerdo ninguna banda sonora, salvo cuando era niño y veía series con músicos veteranos interesantes. Desde entonces no recuerdo ni una sola nota de música para filmes. Ni una".