La voz de los Domínguez sobresalía hace un par de noches en medio del bullicio de un céntrico restaurante de Miami Beach, en donde los tres familiares de origen cubano debatían acaloradamente sobre los errores de Hillary Clinton.
El fracaso de la carrera presidencial de la senadora demócrata, que partía como clara favorita cuando arrancaron las elecciones primarias en enero, es motivo de análisis entre académicos, medios de comunicación y votantes como los Domínguez.
La senadora se despidió hoy de sus seguidores en un acto en Washington en el que expresó su apoyo a Barack Obama, quien logró esta semana los delegados necesarios para asegurarse la candidatura presidencial demócrata tras una encarnizada batalla con Clinton.
Para Sergio Domínguez, un ingeniero de 54 años partidario de Barack Obama, el error garrafal de Clinton fue "haber dejado de lado los estados más pequeños y con caucus (asambleas populares en las que el voto es público) en los que ganó Obama".
Su padre, Carlos Domínguez, un oncólogo retirado de 76 años que planeaba votar por Clinton en las elecciones generales del 4 de noviembre pese a ser republicano, discrepa.
"Ella no pierde porque haya cometido errores, sino porque no tiene el carisma que tiene él", contraatacó durante la cena en Miami Beach el otro integrante del clan de los Domínguez.
Su esposa, Carmen Domínguez, considera a Clinton "una mujer con coraje e inteligente, apta para ocupar la presidencia".
"Me pregunto si lo de ser mujer habrá jugado en su contra", increpó la microbióloga jubilada de 75 años.
Michele Dillon, profesora de la Universidad de Nuevo Hampshire, cree que la infructuosa carrera presidencial de Hillary obedece, entre otros, a factores como los que apuntan los familiares cubanos.
"Probablemente su mayor error fue confiarse demasiado al principio", dijo a Efe Dillon, quien recordó lo ocurrido en los "caucus" de Iowa, que inauguraron el proceso de primarias en enero y en los que Clinton quedó en tercer lugar.
Unas oportunas lágrimas unos días más tarde en Nuevo Hampshire, que su campaña insiste fueron espontáneas, le permitieron recuperar parte del terreno perdido y alimentar la esperanza de una victoria en las primarias en más de 20 estados el martes 5 de febrero que le diera una ventaja insuperable.
Pero esa ventaja no se materializó: Clinton acabó el "supermartes" con 965 delegados, frente a los 1.001 de Obama. Las 11 victorias consecutivas obtenidas a partir de entonces por el senador le dieron el empuje preciso para llegar triunfante a la recta final.
A mediados de marzo arrancó otro proceso letal para Clinton: la fuga de "superdelegados" (un club de unas 800 personalidades y funcionarios electos del partido) hacia las filas de Obama.
La senadora tenía al principio de las primarias más de 100 "superdelegados" que Obama, una ventaja que a mediados de marzo se había reducido hasta 12.
"Nunca se recuperó tras lo ocurrido en febrero", apuntó Dillon, quien dijo que cuando Clinton ganó en Ohio y Pensilvania, en marzo y abril, "la energía ya estaba del lado de Obama".
A esos problemas se sumó otro obstáculo constante durante la campaña: la imagen de la senadora, a la que buena parte del electorado describe como "poco honesta".
Varios de sus asesores como Patti Solis Doyle, directora inicial de su campaña, propusieron luchar contra esa percepción negativa, al mostrar el lado más humano y femenino de Clinton.
Pero Mark Penn, asesor y hombre de confianza de Clinton, que dimitió posteriormente por conflictos de interés, se inclinó por mostrar a una Clinton más dura, lista para ser la primera comandante en jefe del país.
La senadora, una política a la que le gusta hablar sobre temas concretos y enorme amante de su privacidad, optó por la segunda vía.
Pero la similitud entre su programa y el de Obama hizo que la campaña se convirtiera en una cuestión de "estilo y personalidad", un terreno en que el senador afroamericano llevó la delantera.
Su esposo, Bill Clinton, tampoco resultó ser el "activo" electoral que muchos habían vaticinado.
El ex presidente tuvo varias intervenciones polémicas, la peor de ellas en las primarias de Carolina del Sur, cuando hizo unos comentarios de tono racial ampliamente criticados.
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