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Hable con ellos

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Un buen amigo, experto en Sociología de la Ciencia, quiso estudiar cómo los periodistas informan sobre unos conocimientos tan sumamente técnicos como los que producen los físicos, en este caso los meteorólogos. El problema para su investigación era que él es sociólogo y, por tanto, no es un experto en comunicación ni en Física. Así que abandonó el tema, lo que es un signo de coherencia y honestidad, pero nos hemos quedado sin saber, siquiera de manera aproximada, qué tal nos cuentan los periodistas las noticias meteorológicas.

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Quizá mi amigo, que ahora es un brillante catedrático, sí podría estudiar cómo cuentan los periodistas las encuestas y, junto a los periodistas, cómo las cuentan los legos en general. Recomendar prudencia a quienes leen las encuestas sin una formación específica para ello no es insultar su inteligencia, sino respetarla. De hecho, las personas con formación y experiencia en la lectura de encuestas suelen ser bastante reacias a usarlas como posos de café, es decir, como instrumentos de predicción o adivinación. Sobre todo porque la experiencia nos debe hacer bastante humildes.

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Por ejemplo, en las elecciones generales de 1996 todos los sondeos predecían una victoria para el PP que rondaba los diez puntos de ventaja, y el resultado fue que el PP ganó por un punto. Un error de predicción de ese tenor puede tener consecuencias que van más allá de dejar bastante maltrecho el prestigio de las casas de encuestas. Un error así puede influir en el resultado electoral actuando, por ejemplo, como profecía que se cumple por el simple hecho de formularla. Elisabeth Noelle-Neumann, en su clásico La espiral del silencio, cuenta cómo hay personas que en los procesos electorales suelen acudir en socorro del ganador en cuanto ven claro por quién se decanta la mayoría. Si las encuestas pueden provocar cambios en los comportamientos, parece prudente andarnos con cuidado de no sucumbir ante ellas, y por culpa de ellas, antes de la verdadera batalla electoral.

Se puede defender, sin ofender a nadie, que las encuestas están contribuyendo en este momento al funcionamiento de la espiral del silencio en perjuicio de las posiciones de izquierda. Se trata obviamente de un fenómeno involuntario por parte de los investigadores sociales: un sondeo da lo que contesta la gente. La perspectiva de que el Partido Socialista sufra una derrota electoral se suma a una intensa y muy agresiva campaña política y mediática de la derecha para intimidar y desanimar a una parte del electorado de la izquierda. No es una estrategia nueva, sino que es bastante conocida por todos y hasta reconocida por los propios líderes de la derecha.

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Es posible que esta situación de intimidación del electorado esté detrás de un fenómeno que ha producido cierta controversia parlamentaria en fechas recientes. El caso es que en el último año el recuerdo de voto al PSOE es sistemáticamente mayor en los barómetros políticos del CIS que en los no políticos; cuando son políticos (con preguntas por la intención de voto y la valoración de líderes), el porcentaje de entrevistados que recuerdan haber votado socialista es del 43% como media, frente al 38% cuando no son políticos.

Esta diferencia preocupa a los representantes de la derecha, pues piensan que podría estar introduciendo un sesgo a favor del PSOE precisamente en los barómetros que tienen intención de voto. Esto vendría a suponer que, en los meses que hay preguntas sobre el voto, los encuestadores irían más a barrios de izquierdas. Algo así sólo se puede pensar si no se conoce la profesionalidad de los trabajadores del CIS; pero es que, además, basta comparar la media en la escala de autoubicación ideológica de ambos tipos de barómetros para constatar que en los dos casos es del 4,8, es decir, que no hay sesgo ideológico en la selección de la muestra.

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Hay otras razones, además del barrio en el que se hacen las encuestas, para que varíe el recuerdo de voto. Entre julio de 2000 y julio de 2003, creció el recuerdo de voto al PSOE en un 7%. Como la memoria no suele mejorar con el tiempo, es probable que el olvido de julio de 2000 tuviera algo que ver con que a cierto porcentaje de personas les costaba reconocer ante quien les hacía la entrevista que habían votado al perdedor. En tanto que en 2003, con unas perspectivas notablemente mejores para el PSOE en 2004, era más fácil para cierto tipo de entrevistados reconocer que habían votado al PSOE tres años antes.

Una explicación, más plausible que una conspiración de todos los encuestadores del CIS, sería que cuando a los votantes socialistas se les habla de política, como ocurre en los barómetros políticos, y por tanto se les pide que evalúen la acción del Gobierno, de la oposición y de los líderes políticos, les resulta más fácil expresar sus posiciones políticas que hacerlo ante una pregunta aislada. Si miráramos estos datos como un experimento social, cabría pensar que, entre otras acciones, si el PSOE quiere recuperar a todos sus votantes, sus dirigentes y militantes deberán atravesar la marea de críticas y hasta de insultos, ignorar los malos augurios, y hablar con ellos de política. De toda.

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