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La gran mecenas del siglo

J. LOSA

Soledad Lorenzo (Santander, 1937) ha sido durante los últimos 30 años una de las figuras clave del arte contemporáneo en nuestro país. Su labor como galerista, o como 'puente entre el artista y la sociedad', como le gusta precisar a Lorenzo, ha permitido dar a conocer las propuestas de artistas, en su momento emergentes, como Adrià Julià, Jorge Galindo o Sergio Prego.

Junto a galeristas como Juana de Aizpuru, Helga de Alvear o Elvira González, Lorenzo es una de las mujeres con mayor trayectoria en el terreno del arte en España. Desde su loft en el Madrid de los Austrias, una antigua fábrica de cerraduras de cuyas paredes cuelgan ahora telas y esculturas de los principales artistas de nuestro país, Soledad Lorenzo hace balance de una vida por y para el arte.   

¿Por qué decide ceder 385 obras de arte de su colección al Reina Sofía?

He tenido la suerte de disfrutar de una vida muy interesante y esto ha sido gracias al arte. Han sido 40 años dedicados al arte y a los artistas, lo que pretendo con esta donación es que todo el mundo tenga la suerte de nutrirse con ello y disfrutar como lo hice yo.

Como si abriese las puertas de su casa y su galería a la gente. ¿Cree que entrarán? ¿Cree que disfrutarán como usted lo hizo?

Es obvio que falta educación artística en nuestro país. La única inteligencia a la que nos han educado es la de la palabra, es decir, los otros sentidos en la educación no existen, no te educan a oír, a tomar conciencia de que tenemos sentidos. Creemos que somos libres porque tenemos una educación, pero es una educación basada en la palabra, y la palabra es dogmática, por eso interesa, mientras que el arte visual no lo es, es mucho más libre, de ahí que no interese recibir esa formación.

Estamos sometidos a la palabra

Exacto. Para organizar la sociedad creemos que la democracia nos proporciona un marco de libertad, pero al fin y al cabo es una estructura que nos hace vivir en una libertad ficticia, una convención que evita que vivamos en el caos. Afortunadamente el hombre tiene voluntad y pensamiento que podemos expresar de forma artística.

Europa ha caído en decadencia, sus instituciones están bajo sospecha y ha perdido la influencia que tuvo en su día. ¿Cómo afecta esto al mercado del arte?

La vejez en este caso es un plus. Tenemos una cultura que viene de muy lejos, nuestro siglo XX ha sido copiado. El arte norteamericano, por ejemplo, con sus matices es arte europeo al fin y al cabo. Nuestro poderío cultural está ahí, es una huella indeleble.

¿En qué momento se cruza el arte en su vida?

Tuve la suerte de que mi padre pertenecía al mundo del arte, desde niño se compraba libros sobre arte y la cultura siempre fue clave en su vida, pero siempre lo hizo con naturalidad, como una necesidad vital. Ahora, en cambio, parece que el arte es un plus. Luego llegó la Guerra Civil y como había sido alcalde republicano de una pequeña localidad le quitaron todo; las obras que había coleccionado y su biblioteca. No recuerdo mi infancia sin el arte, siempre estaba ahí presente, aún cuando lo perdimos casi todo, mi padre se ocupó de ir recuperando parte de su colección. Así fue como me interesé por la cultura y el arte, de una forma intuitiva, sin formación, pues no quise estudiar una carrera.

¿Por qué?

Porque quería trabajar. A los 16 años, cuando acabé el bachillerato francés, decidí que no quería seguir formándome a nivel académico y nunca me arrepentí. Tuve la suerte de crecer en una familia en la que en la mesa se hablaba de cine, de artistas plásticos y de literatura. Recuerdo, por ejemplo, que cuando el arte más radical irrumpió mi padre y mis hermanos, que también eran aficionados al arte, solían tener discusiones sobre esta nueva forma de entender el arte que mi padre no terminaba de entender.

¿Hasta qué punto la edad influye en el disfrute y la comprensión del arte? 

Es obvio que no entenderemos el arte del mismo modo. Por ejemplo, si eres joven y apenas has vivido en el campo, a la hora de crear nunca pensarás en prados y arbolitos, vives en una ciudad que es dura y apenas miras al cielo. Tú y yo nunca percibiremos el arte del mismo modo, pero eso no quiere decir que nos podamos entender muy bien. La clave, desde mi punto de vista, radica en que si tienes una educación, si has desarrollado tu inteligencia visual, tu capacidad para el disfrute es mucho mayor.

¿Pero no pierde uno con la edad la capacidad de emocionarse?

En mi caso no porque por mi historia personal creo que he sabido desarrollar una cierta inteligencia vital y visual. El hecho de que en apenas en 6 años desapareciera toda mi familia, lo que supuso un terrible trauma, me hizo madurar mucho.

¿Le salvó el arte?

Digamos que encontré algo que me servía en el estado mental y anímico en el que la muerte de mi familia me había sumido. Digamos que tuve una voluntad personal de entender el arte, de sumergirme hasta las últimas consecuencias. El contacto con la muerte me hizo muy fuerte y fue una lección de vista en toda regla.

¿Es complicada la relación con los artistas?

El artista es una persona peculiar, en especial el artista plástico. En otros ámbitos de la creación, como por ejemplo la escritura, no sucede lo mismo. Me explico; he conocido a escritores y son, en cierta forma, como profesores. Por medio de la lectura de su obra he aprendido y reflexionado hasta el punto de que se han convertido en profesores de mi vida, me he beneficiado de su talento con la palabra, pero el pensamiento es el mismo, porque la palabra es el salvoconducto.

Creo que el artista plástico es más inteligente porque su inteligencia no es dogmática. Tienen esa capacidad para extrañarse con lo cotidiano, para sorprenderse, para sufrir con cosas que a la mayoría de la gente le pasan desapercibidas. Es una inteligencia que me ha dejado boquiabierta y me ha educado, creo que entienden la vida muchísimo mejor que los demás, la vida es puro misterio, por eso los hombres tuvieron que crear la religión, pero el misterio sigue ahí y a estas alturas, con todos los avances, ni siquiera sabemos qué estamos haciendo aquí.

¿Es creyente?

No, y me choca mucho que se crea en dios, en la vida sí y que se le llame dios pues también, pero no creo que haya un ente superior allá arriba. Es curioso, pero conforme envejeces te planteas cosas que antes pasaban desapercibidas. El otro día iba por la Gran Vía paseando rodeada de gente y, de repente, me paré y dije en voz alta sin saber muy bien el motivo: ¡estamos vivos!. Fue un gesto espontáneo de extrañeza que me asombró a mí misma y al que no le encontré explicación.

La pregunta siempre está ahí, pero no la respuesta...

Ni lo estará nunca joven.

Hay quien dice que la respuesta es el arte

El arte es la vida, yo lo entiendo como la plasmación de la actitud más cercana a la vida, por eso es lógico que llegue a la abstracción. La palabra te cuenta una historia, mientras que el arte apela a lo emocional, no es dogmático.

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