El gigante financiero Goldman Sachs, en el ojo del huracán
La Fed investiga las operaciones para ocultar la colosal deuda de Grecia
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Durante décadas ha sido el banco de inversión que todos han adorado odiar. El más poderoso, el más rico, el más influyente. La recesión, la soberbia y su controvertido papel en la crisis griega lo han puesto en el ojo de la tormenta. Goldman Sachs se ha convertido en el símbolo de la codicia desmesurada de Wall Street. Hasta el punto que el jefe de la Reserva Federal, Ben Bernanke, ha iniciado una investigación para averiguar qué papel jugó la firma al ocultar la colosal deuda acumulada por el Gobierno de Atenas.
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"Utilizar derivados financieros para desestabilizar una compañía o un país es contraproducente", dijo Bernanke, un insulto para una institución que se ha jactado de estar por encima de la media ética. Según reveló la prensa estadounidense, ya en 2001 Goldman ayudó a Grecia a ocultar su déficit, con el beneplácito de las autoridades europeas, para permitirle ingresar en el euro, con tejemanejes financieros ciertamente legales pero altamente cuestionables.
Goldman Sachs basa su poder en su increíble red de contactos. Ha elevado a dos de sus directores a la cabeza del Departamento del Tesoro: Henry Paulson, en el último mandato de George Bush, que lidió con el estallido de la recesión; y el omnipresente Robert Rubin, con Bill Clinton, que inició la desregularización financiera. El actual jefe de la Fed, Bernanke no trabajó para la firma, pero era protegido de Rubin.
El colapso financiero ha puesto de relieve las relaciones incestuosas del banco con Washington. A Paulson se le ha acusado de haber protegido su antigua firma mientras dejaba que Lehman se hundiera en la miseria. Datos oficiales muestran que Paulson llamó en 24 ocasiones a su sucesor en el banco, Lloyd Blankfein, en medio de la crisis. Si Goldman no pidió mucha ayuda del Gobierno (10.000 millones de dólares que devolvió recientemente), sí usó su influencia para salvar a su principal cliente, el gigante asegurador AIG, que amenazaba con llevarse todo el sistema financiero por delante.
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En este contexto, no cayó bien que Blankfein afirmara en noviembre al británico The Times, que acometía "la obra de Dios" al dirigir su empresa. Lo que es bueno para Goldman es bueno para el mundo. Blankfein hizo acto de contrición al anunciar luego que "sólo" cobraría un bonus de nueve millones de dólares (todo en acciones) este año, comparados con los 68 millones que cobró en 2007, un récord incluso para Wall Street.
De momento, los nuevos vientos no soplan a su favor. La nueva regulación promovida por el asesor de Obama, el ex presidente de la Fed, Paul Volcker, afecta más a Goldman Sachs porque le prohíbe usar su propio dinero para adquirir compañías (propietary trading). Pero pocos esperan que el Congreso apruebe la ley.